En cierta
ocasión los fariseos se reunieron en grupo y le hicieron a Jesús una pregunta
que era motivo de discusión y debate entre los sectores más preocupados de
cumplir escrupulosamente los seiscientos trece preceptos más importantes sobre el
sábado, la pureza ritual, los diezmos y otras cuestiones: «Maestro, ¿cuál es el
mandamiento principal de la Ley?».
La respuesta
de Jesús es muy conocida entre los cristianos: «Amarás al Señor, tu Dios, con
todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser». Este es el más importante.
Luego añadió: «El segundo es semejante a éste: amarás a tu prójimo como a ti
mismo». Y concluyó con esta afirmación: «Estos dos mandamientos sostienen la
Ley y los profetas».
Nos interesa
mucho escuchar bien las palabras de Jesús pues también en la Iglesia, como en
el antiguo Israel, ha ido creciendo a lo largo de los siglos el número de
preceptos, normas y prohibiciones para regular los diversos aspectos de la vida
cristiana. ¿Qué es lo primero y más importante? ¿Qué es lo esencial para vivir
como seguidores de Jesús?
Jesús deja
claro que no todo es igualmente importante. Es un error dar mucha importancia a
cuestiones secundarias de carácter litúrgico o disciplinar descuidando lo
esencial. No hemos de olvidar nunca que sólo el amor sincero a Dios y al
prójimo es el criterio principal y primero de nuestro seguimiento a Jesús.
Según él, ese
amor es la actitud de fondo, la fuerza clave e insustituible que pone verdad y
sentido a nuestra relación religiosa con Dios y a nuestro comportamiento con
las personas. ¿Qué es la religión cristiana sin amor? ¿A qué queda reducida
nuestra vida en el interior de la Iglesia y en medio de la sociedad sin amor?
El amor libera
nuestro corazón del riesgo de vivir empobrecidos, empequeñecidos o paralizados
por la atención insana a toda clase de normas y ritos. ¿Qué es la vida de un
practicante sin amor vivo a Dios? ¿Qué verdad hay en nuestra vida cristiana sin
amor práctico al prójimo necesitado?
El amor se
opone a dos actitudes bastantes difundidas. En primer lugar, la indiferencia
entendida como insensibilidad, rigidez de mente, falta de corazón. En segundo
lugar, el egocentrismo y desinterés por los demás.
En estos
tiempos tan críticos nada hay más importante que cuidar humildemente lo
esencial: el amor sincero a Dios alimentado en celebraciones sentidas y vividas
desde dentro; el amor al prójimo fortaleciendo el trato amistoso entre los
creyentes e impulsando el compromiso con los necesitados. Contamos con el
aliento de Jesús. JAP
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