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viernes, 30 de abril de 2021
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Qué secuelas puede dejar el Covid-19 y cómo es el proceso de rehabilitación…
En este contexto se ha descubierto que hay pacientes que experimentan secuelas luego de haberse recuperado de la enfermedad. ¿Qué secuelas? Según la OMS, las personas que tuvieron Covid-19 pueden experimentar secuelas neurocognitivas, respiratorias y psicológicas. Si bien el porcentaje de pacientes que padecen efectos adversos es menor, al menos por ahora, lo cierto es que existe y que es un área que se encuentra bajo investigación.
Al igual que sucede con otras enfermedades o condiciones que dejan secuelas, quienes tienen efectos adversos causados por el cuadro de infección por coronavirus experimentan dificultades para retomar sus tareas.
Todos los cuadros son distintos
A su vez, hay una variación en los síntomas que presenta cada paciente; hay quienes tienen cuadros leves, otros moderados y la minoría cuadros severos.
Según diversos estudios de la OMS, aquellos pacientes que alcanzaron un nivel grave pueden presentar secuelas diversas como las respiratorias, cardiológicas, renales, neurocognitivas, y habitualmente, psicológicas producto de una internación prolongada.
La rehabilitación post Covid-19
En este contexto, algunos expertos han empezado a pensar en la necesidad de que exista una rehabilitación posterior al cuadro de infección por coronavirus. Aunque para muchos la palabra rehabilitación puede hacer referencia a problemas físicos, lo cierto es que se hace rehabilitación para enfermedades respiratorias -como la neumonía, por ejemplo- y esto podría aplicarse también a quienes padecieron Covid-19.
Un ejemplo de esto se da en el Centro Médico Integral Fitz Roy, donde se ha creado la Unidad de Rehabilitación Integral para acompañar a pacientes sub-agudos y crónicos en su proceso de reinserción familiar, social y laboral. Este proceso se pensó para su aplicación a través de un abordaje multidisciplinario y para poner en práctica tanto en su internación como en la rehabilitación ambulatoria.
“El mayor desafío en el camino del proceso de rehabilitación es obtener el máximo nivel de independencia de los pacientes, teniendo en cuenta sus capacidades e intereses y buscando siempre mejorar su calidad de vida”, asegura Luciano Daneri Ghizo, Jefe de Rehabilitación del Centro Médico Integral Fitz Roy.
Dadas las características de esta enfermedad, el tiempo se revaloriza, o se resignifica el valor del tiempo. En aquellos pacientes que ya la superaron, el objetivo de la rehabilitación intensiva, a través de un tratamiento adecuado y personalizado, es mejorar su estado clínico y recuperar la autonomía en el menor tiempo posible. El tratamiento apunta a la recuperación integral del paciente, desde lo motor, lo respiratorio, lo cognitivo, y las habilidades de comunicación del paciente entre otros.
Finalmente, cabe mencionar que el servicio de rehabilitación en este centro de salud en particular también se ha pensado para la protección de los trabajadores que deban retomar sus tareas. Se trata de una rehabilitación integral y reinserción laboral temprana pensada para acompañar a todos aquellos trabajadores que hayan sufrido la enfermedad. MSD
Segunda ola de COVID-19: ¿Somos conscientes de los riesgos?
Escucha a tu cuerpo y no ignores los dolores de cabeza…
Cómo impacta la alimentación en la salud de la piel…
Vitamina C
La vitamina C se encuentra en la dermis y epidermis, y tiene efectos antioxidantes, por lo que es muy útil para combatir la acción de los radicales libres (sustancias inestables que afectan a las estructuras celulares sanas). Esto ayuda a reducir el riesgo de envejecimiento prematuro. La vitamina C también beneficia a la salud cutánea gracias a que estimula la producción de colágeno. Este es un grupo de proteínas que el cuerpo utiliza para mejorar la elasticidad y resistencia de los tejidos, determinando así el aspecto que tendrá la piel, cabello y uñas. Se aconseja consumir entre 65 y 90 mg diarios de vitamina C. Puedes obtenerla sumando a la dieta cítricos, como limones, naranjas o toronjas, vegetales de hoja verde, como brócoli y espinacas, bayas y pimientos, entre otros alimentos.
Vitamina D
Una exposición regular a la luz solar ayuda a obtener vitamina D, que luego es absorbida por el hígado y los riñones para ser trasportada al resto del cuerpo para poder crear células sanas (incluidas las cutáneas). La evidencia científica muestra que la vitamina D también puede ayudar a la piel al reducir la inflamación, aliviar la irritación y combatir la psoriasis. Puedes obtener la vitamina D necesaria exponiéndote aproximadamente 10 minutos a la luz solar (consulta a tu médico por antecedentes de cáncer de piel), y consumiendo alimentos fortificados, como cereales o yogures, y pescados magros, como salmón, atún y bacalao, y sus aceites, ricos en ácidos grasos Omega 3.
Vitamina E
La vitamina E tiene propiedades antioxidantes, especialmente útiles para cuidar la piel contra el daño provocado por los rayos solares, previniendo la inflamación y la aparición de manchas o arrugas. Normalmente, el cuerpo produce vitamina E a través del sebo, una sustancia emitida a través de los poros de la piel. En el equilibrio correcto, el sebo ayuda a mantener la piel acondicionada y evita la sequedad. Para obtener una dosis diaria suficiente de vitamina E (alrededor de 15 mg) se aconseja consumir frutos secos, como almendras o avellanadas, semillas, como las de girasol, y aceites vegetales, de trigo, girasol, maíz o soja, entre otros alimentos.
Vitamina K
La vitamina K estimula el proceso de coagulación sanguínea, por lo que ayuda al organismo a sanar heridas, contusiones y áreas afectadas por cirugías. También parece ser útil frente a ciertas afecciones cutáneas, como estrías, cicatrices y manchas oscuras. Por este motivo, es común encontrarla en muchas cremas y ungüentos. El consumo diario recomendado de vitamina K oscila entre los 90 y 120 microgramos, por ello, su deficiencia es inusual. Puedes obtenerla incluyendo alimentos verdes en tu dieta, como espinacas, kale, repollo, lechuga o judías, entre otros alimentos.
Grasas saludables
Aunque carguen con una connotación negativa, las grasas son necesarias para un correcto funcionamiento del organismo. Ayudan a formar las membranas celulares de todas las células del cuerpo, proporcionan aislamiento y facilitan la regulación de la temperatura. Para aprovechar estos beneficios, que impactan directamente sobre la salud de la piel, es importante incorporar grasas saludables, es decir, mono y poliinsaturadas. Puedes encontrarlas en aceites, como de oliva, canola o cacahuate, aguacates, frutos secos, productos de soja, y pescado azul, como atún, caballa, salmón o sardinas.
Líquidos
Mantenerte hidratado es muy importante para cuidar la salud del organismo, y, por consiguiente, de la piel. Cuando estás deshidratado, tu piel pierde fuerza, elasticidad, brillo, y es más propensa a marcarse, secarse y dañarse. Para evitar esta situación se recomienda beber entre 6 y 8 vasos de agua por día, aunque todo depende de las necesidades individuales. Este consumo no causará el mismo efecto en personas activas o que vivan en zonas con climas cálidos, en comparación con personas sedentarias o de menor actividad, o que vivan en zonas de climas fríos. Una buena forma de saber si estás hidratado es mediante tu orina. Si el color de esta es oscuro, significa que no estás incorporando suficiente líquido. Recuerda, el agua es la mejor y más sencilla forma de hidratarte, pero puedes obtener un plus, cuando de tu piel se trata, si complementas su consumo con el de frutas y vegetales ricos en agua: como apio, fresa, melón, pepino, sandía o tomate.
Precauciones
Al igual que existen opciones beneficiosas para la piel, existen productos que pueden perjudicarla. Un ejemplo de ello son los alimentos o productos comestibles altamente procesados o ultraprocesados, es decir, sopas o fideos enlatados, deshidratados, o empaquetados, margarinas, mezclas para pastel, papas fritas, refrescos, galletas, dulces, salsas, helados o mermeladas, entre otros. Estos productos se elaboran con ingredientes industriales (aglutinantes, conservantes, emulsionantes, estabilizantes, o disolventes), que normalmente contienen poco o ningún alimento entero. Junto a la cafeína, la sal, el alcohol y el azúcar en exceso, estos productos pueden ser perjudiciales ya que desencadenan inflamación y estrés oxidativo, afectando la salud de la piel. También suelen cargar con un índice glucémico (IG) alto, una medida que indica la rapidez con que los alimentos pueden elevar el nivel de azúcar en sangre. Incluir alimentos con un IG alto reduce la sensibilidad y provoca problemas de circulación, que pueden favorecer la aparición de afecciones cutáneas y dificultar su detección. TV
Lo que rodea a las preguntas sobre el porqué…
La pregunta suele ir acompañada por otras preguntas o por reflexiones de interés. ¿Por qué se saluda la gente dándose la mano? ¿Por qué un católico tiene que ir a misa? ¿Por qué el Catecismo dice que esto o aquello es pecado?
Esas preguntas (son miles y miles) surgen muchas veces desde alguna idea previamente aceptada. En el caso de ir a misa los domingos, por ejemplo, la idea previa podría ser que existen otros modos de vivir la fe que harían innecesario el ir a misa.
Resulta obvio que esas personas que suelen interpelarnos con sus preguntas no preguntan sobre todo. Quien nos cuestiona por qué hay que abstenerse de carne los viernes de Cuaresma seguramente no preguntará por qué en el tiempo de Pascua se invita a todos a la alegría.
Por eso, detrás de las numerosas preguntas sobre ciertos porqués hay dudas, o preconcepciones, o modos de sentir, que son el motivo para buscar una respuesta a algo que no parece, a quien hace tales preguntas, claro o convincente.
Habrá, no podemos negarlo, algunas preguntas que surgen de una simple curiosidad. ¿Por qué hay proyectos para explorar la superficie de Marte? Incluso en esos casos, la pregunta se orienta a un tema de interés, surgido por la formación previa, por libros o noticias recientes, o por otros motivos.
A veces sería bueno preguntar al preguntador por qué pregunta sobre los viajes espaciales y no pregunta sobre las guerras en Yemen, Sud Sudán o en algún otro lugar del planeta.
Porque, al formular esa pregunta al preguntador, intentamos conocer qué intereses, qué presupuestos, rodean a sus continuas preguntas sobre unos temas y a la ausencia de preguntas sobre otros.
Estudiar a fondo las preguntas sobre el porqué y lo que las rodea se convierte así en un camino que nos ayude para orientar mejor las respuestas, porque así tendremos una visión mejor de aquello que lleva a nuestro interlocutor a formularnos, con franqueza, esa sencilla pregunta: ¿por qué? FP