Esa primera vez, cerca de 20 millones de personas salieron a las calles de Estados Unidos para protestar contra los derrames de petróleo y la contaminación de los ríos. Recién en 2009, la ONU decretó su conmemoración anual.
En esta edición 2021, el lema elegido es “Recuperemos la Tierra". Una propuesta curiosa en un momento en que la pandemia de coronavirus cubre de luto el planeta entero y despierta una de las dos reacciones biológicas primarias de cualquier especie: sobrevivir.
Recuperemos la Tierra
“En el Día Internacional de la Madre Tierra, comprometámonos todos a trabajar con ahínco para restaurar nuestro planeta y hacer las paces con la naturaleza”, pidió el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres. Y aunque el pedido suene irrelevante, inoportuno a los oídos de quienes han llorado amigos y familiares en 17 meses de pandemia, sin embargo no lo es.
El lema de este año pone énfasis en la importancia que la biodiversidad tiene en la salud humana. En medio de la pandemia, la biodiversidad puede ser parte de la solución: una rica diversidad de especies dificulta la propagación rápida de los virus, las bacterias y otros patógenos. Según informa el el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, cada cuatro meses una nueva enfermedad infecciosa aparece entre los humanos y el 75% de ellas proviene de animales. “Esto demuestra las estrechas relaciones entre la salud humana, animal y ambiental”.
Aunque el coronavirus acapare la mayor atención mundial en este momento, los océanos siguen llenándose de plásticos, son cada vez más ácidos y menos aptos para la vida marina. Las temperaturas extremas prenden la mecha de los incendios forestales, desconciertan a los animales y causan sequías y hambrunas. Los huracanes, tsunamis, diluvios y desbordes inundan poblaciones enteras. Hay fenómenos meteorológicos casi inexplicables que afectan a millones de personas.
Una solución para 7,7 mil millones
Por todas estas razones, la celebración del Día de la Tierra cobra protagonismo. Pero más que celebrar, mejor hacer.
La salud del planeta depende directamente del ambiente y 7.700 millones de personas que vivimos en él, dependemos de ambos. “Restaurar nuestros ecosistemas dañados ayudará a acabar con la pobreza, combatir el cambio climático y prevenir una extinción masiva”, advirtió la Organización de las Naciones Unidas. El mundo perdió 10 millones de hectáreas de bosques y cerca de un millón de especies animales y vegetales se encuentran en peligro de extinción. Todo esto no puede ser gratuito.
Biodiversidad: alerta roja
El término «biodiversidad» refleja la cantidad y la variedad de los organismos vivos en todos los ecosistemas, tanto marinos como terrestres. Incluye la diversidad dentro de las especies, entre especies e incluso entre ecosistemas. La diversidad de la vida también cambia de un lugar a otro y con el tiempo.
La biodiversidad contempla tanto a las bacterias microscópicas como a las plantas y animales más complejos. Los inventarios actuales de especies, son muy útiles y abundantes, pero siguen siendo muy incompletos: hay mucho más que lo que se conoce. Sin embargo, por incompleto que sea, el conocimiento actual sobre la diversidad de la vida ayuda muchísimo a prever a qué ritmo se extinguirá lo que ya conocemos.
Un ecosistema variado nos presta muchos servicios: aporta nutrientes, agua, formación de suelos, resiste especies invasoras, poliniza, regula el clima, controla las plagas e incluso tiene en un puño a la contaminación. Pero todo esto es como el delicado equilibro que logra un malabarista, sosteniendo muchos platos en movimiento a la vez.
Que un país, un continente, un planeta pierda biodiversidad es una pésima noticia: amenaza la nutrición, prepara el terreno para la multiplicación de desastres naturales, corta las fuentes energéticas, convierte el agua en un bien escaso y las materias primas en lo que brillará por su ausencia cuando se recuerde el confort cotidiano que aún conocemos, desde el papel con el que escribimos hasta el sweater que nos abriga.
Cuando el hombre, una comunidad, un país alteran un ecosistema para poner el acento en alguno de los beneficios que puede brindar, siempre perjudica a los otros y altera el conjunto. Por ejemplo, si se tala un bosque para tener mayor superficie cultivable y alimentar así a la población, se perderán especies vivas (animales y plantas) y el agua que llegue a la gente tal vez sea escasa al haber mayor superficie que regar.
La biodiversidad está disminuyendo a gran velocidad debido al destino que le damos a los suelos, el cambio climático, las especies invasoras, la sobreexplotación y la contaminación.
¿Qué va a pasar?
En la Evaluación de Ecosistemas del Milenio se pensaron cuatro escenarios posibles para el año 2050…
· Habrá más tierras cultivadas que bosques, sobre todo en los países en desarrollo.
· La biodiversidad acuática disminuirá por la pesca en exceso, la invasión de especies exóticas y la contaminación de los ríos y del agua marina.
· La pérdida de biodiversidad repercutirá en el bienestar del hombre con cambios ambientales repentinos: puede disminuir drásticamente la cantidad de peces, haber inundaciones, sequías, incendios forestales o nuevas enfermedades.
· La falta de agua y alimentos, a la larga, enfrentará a unos con otros. Para impedirlo, habría ya que hacer foco en mantener el equilibrio en la presencia de terrenos cultivados, peces y gestión de bosques y montes.
Para conservar la biodiversidad, entre otras muchas cosas, los estados podrían eliminar subvenciones perjudiciales, fomentar una agricultura intensiva sostenible, elegir con cuidado qué espacios serán los protegidos, para que todos los ecosistemas estén representados. No todas las decisiones están en el estado ni todas son individuales. Las empresas del sector privado pueden hacer mucho en este panorama desolador. Algunas ya lo están haciendo, incorporando prácticas agrícolas razonables y demostrando mayor responsabilidad corporativa y respeto por el ambiente.
Biodiversidad y pandemia
“La recuperación de la pandemia de Covid-19 ofrece una oportunidad de que el mundo emprenda un camino más limpio, ecológico y sostenible”, insistió en su mensaje alusivo al Día de la Tierra, António Guterres, secretario general de Naciones Unidas. Y ya podemos entender porqué.
Cada vez que mil millones de personas de 193 países celebran el Día de la Tierra, deseamos de corazón que esa multitud no sólo esté compuesta por los que quieren un planeta mejor, pero sienten que tienen las manos atadas; por los que piensan en la Tierra, pero tienen otros intereses que atender; por quienes postean en redes sus buenos deseos o le prenden una velita, pero no están dispuestos a ningún renunciamiento real; por quienes le dedican una oración, pero tiran todo tipo de plásticos por la ventanilla del tren y del auto –que terminarán en el mar-. Cerrar canillas, apagar luces innecesarias, comprar productos locales y de estación, reducir el uso de todo tipo de plásticos; hacer compost; preferir el aire fresco al acondicionado, el abrigo a la calefacción; organizar teleconferencias en vez de congresos presenciales; repensar nuestra dieta y nuestro vínculo con los animales. Solo unas pocas de las muchas cosas que todos podríamos hacer los 365 días del año.
'Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo', propuso Eduardo Galeano.
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