La pregunta suele ir acompañada por otras preguntas o por reflexiones de interés. ¿Por qué se saluda la gente dándose la mano? ¿Por qué un católico tiene que ir a misa? ¿Por qué el Catecismo dice que esto o aquello es pecado?
Esas preguntas (son miles y miles) surgen muchas veces desde alguna idea previamente aceptada. En el caso de ir a misa los domingos, por ejemplo, la idea previa podría ser que existen otros modos de vivir la fe que harían innecesario el ir a misa.
Resulta obvio que esas personas que suelen interpelarnos con sus preguntas no preguntan sobre todo. Quien nos cuestiona por qué hay que abstenerse de carne los viernes de Cuaresma seguramente no preguntará por qué en el tiempo de Pascua se invita a todos a la alegría.
Por eso, detrás de las numerosas preguntas sobre ciertos porqués hay dudas, o preconcepciones, o modos de sentir, que son el motivo para buscar una respuesta a algo que no parece, a quien hace tales preguntas, claro o convincente.
Habrá, no podemos negarlo, algunas preguntas que surgen de una simple curiosidad. ¿Por qué hay proyectos para explorar la superficie de Marte? Incluso en esos casos, la pregunta se orienta a un tema de interés, surgido por la formación previa, por libros o noticias recientes, o por otros motivos.
A veces sería bueno preguntar al preguntador por qué pregunta sobre los viajes espaciales y no pregunta sobre las guerras en Yemen, Sud Sudán o en algún otro lugar del planeta.
Porque, al formular esa pregunta al preguntador, intentamos conocer qué intereses, qué presupuestos, rodean a sus continuas preguntas sobre unos temas y a la ausencia de preguntas sobre otros.
Estudiar a fondo las preguntas sobre el porqué y lo que las rodea se convierte así en un camino que nos ayude para orientar mejor las respuestas, porque así tendremos una visión mejor de aquello que lleva a nuestro interlocutor a formularnos, con franqueza, esa sencilla pregunta: ¿por qué? FP
No hay comentarios.:
Publicar un comentario