Quizá puedas haber decidido comenzar a cambiar muchas cosas en tu vida. Sin embargo, recuerda que tu familia, amigos, conocidos y el mundo en general son los mismos. La ventaja que ahora tienes es que caminas con la certeza de estar acompañado por Dios y ahora ves el mundo entero con otros ojos. Aprovecha eso para no desanimarte.
2. A veces es bueno un cambio de círculos socialesPor lo mismo que quien ha cambiado eres tú y no los demás, a veces es conveniente cambiar de círculo de amigos cuando estos no te llevan a ser mejor persona y a alcanzar los ideales que ahora persigues. No se trata de cortar tajantemente tus amistades sino de saber tomar distancia ante aquellas que no te llevan a crecer en la meta que ahora sigues.
3. No es obligatorio ser perfecto de la noche a la mañana, es un caminoDe hecho es casi imposible (digo casi porque realmente Dios lo puede hacer todo, pero solo unos pocos reciben esa gracia) pero sí es obligatorio luchar todos los días por tratar de ser lo más coherente que puedas con tu fe. El sentimiento de encontrarnos con Dios nos mueve a buscar la conversión, eso es muy bueno, pero recuerda que ésta no se da de la noche a la mañana, es un proceso que te tomará toda la vida. Así que no te desanimes cuando veas que surge en ti el viejo tú con sus defectos, manías, problemas de actitud, etc. No te preocupes, levántate y sigue trabajando en ser mejor.
4. Podrás sentirte tentado a dejar la IglesiaClaro, estás cambiando de estilo de vida, quizá muchas cosas que antes hacías hoy te das cuenta de que ofenden gravemente a Dios. Muchos, al ver esto, prefieren alejarse de la Iglesia para ‘callar a su conciencia’ y siguen con su estilo de vida de antes. También, dentro de la Iglesia hay personas que no viven de forma coherente con su fe: que eso no te desanime. Cristo nunca prometió que su Iglesia sería perfecta e irreprochable, al contrario, prometió que el trigo y la cizaña estarían mezclados hasta el fin de los tiempos (cf. Mt. 13, 24-52).
5. Recuerda que la fe no es un sentimientoHabrá momentos en los que te sientas muy bien y que todo sea muy bonito, ¡disfrútalos! Pero también ten en cuenta que habrá otros en los que no sientas nada o peor aún, te sientas desolado. Recuerda que el amor a Dios no se mide por lo mucho o lo poco que sientes. No permitas que la flojera o el desánimo te priven de ir a misa, de orar o de leer un poco la Biblia. Sabrás que tu fe ha madurado cuando los sentimientos no sean tu motivación sino la convicción de amar a Dios simplemente por amarle, aunque no sientas bonito.
6. Crece en la oraciónEn los retiros se te enseña un método para orar que es muy bueno, pero no te quedes ahí: crece en la oración, aprende formas nuevas. Recuerda ir poco a poco, no establezcas metas pesadas que después te puedan aburrir (esto en todo). Recuerdo que en mi proceso de conversión me propuse hacer 30 minutos de oración y rezar el rosario todos los días, lo cual fue imposible hacer. El espíritu también se debe entrenar, comienza con 10 o 15 minutos al día, en la mañana y en la noche o rezando unos misterios del Rosario, después vas aumentando.
7. Quizá tu forma de pensar era distinta a la que la Iglesia te propone ahoraComo sabrás, la Iglesia se opone a temas muy polémicos de hoy en día. Si ello no te agrada, investiga, pregunta. La Iglesia no toma decisiones arbitrarias y tampoco pretende sustituir tu cerebro. Decía uno de mis escritores favoritos, G.K. Chesterton: «Para entrar en la Iglesia hay que quitarse el sombrero, no la cabeza». Sin embargo, ten siempre la certeza de que la Iglesia vela por el bien del ser humano en su totalidad, no solo de sus sentimientos.
8. No hagas del grupo al que te integras un grupo socialSi no te estás integrando a uno, búscalo, pues vivir la fe en comunidad es más sencillo. Pero recuerda que no es un grupo social al cual asistes solamente para hacer amigos o para después irte a cenar, a pasear o a buscar novio/a. Que tu grupo parroquial o movimiento eclesial sea un lugar de encuentro con Dios y una oportunidad de crecer en la fe y de madurar espiritualmente. Haz amistades allí que realmente te lleven a Cristo.
9. FórmateEl primer mandamiento es amar al Señor con todo el corazón… ¡pero también con toda la inteligencia! Comienza a estudiar la Biblia (poco a poco), a leer el Catecismo de la Iglesia Católica (ahí está todo lo que creemos), busca vídeos en Youtube de predicadores católicos o toma un curso de apologética. Lo que sea que hagas para crecer en tu conocimiento de la fe que comienzas a practicar es bueno. Mucha gente te va a cuestionar. Es bueno poder dar razones de lo que crees. Como te decía en el punto 6, proponte metas sencillas y reales.
10. Persevera, sé constanteNo te desanimes: el proceso de conversión es lento. Cae cuantas veces quieras, pero siempre levántate. Para una tarea como la que has empezado, no dejes los sacramentos. Por lo menos la confesión y la comunión. Reza mucho y haz que poco a poco, Cristo comience a ser el centro de tu vida para que Él camine contigo.
11. Habla de Cristo…Pero vívelo más de lo que lo predicas. Que en lo que haces, dices, compartes en tus redes sociales, ¡incluso en lo que compras! se note que sigues a Jesús de Nazaret. Hay una frase buenísima que le atribuyen a Francisco de Asís: «Prediquen el evangelio en todo tiempo y de ser necesario usen palabras». Te reto a hacer vida esa frase.
12. Y recuerda… eres católico en todas partesLa fe permea tu vida entera (o debería). A ti que estás comenzando a vivir la fe te exhorto, te ruego, te suplico… no seas católico solamente en tu parroquia, el mundo necesita de ti y de tu ejemplo para saberse amado por Dios.
Espero estas líneas no te desanimen. Si acabas de comenzar tu proceso de conversión y no sabes ni por dónde empezar, sería bueno buscar un director espiritual. Por ejemplo, un sacerdote que te ayude. BDM
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