Terminando el segundo año de pandemia podemos decir que los argentinos
pasamos por todo: meses de aislamiento y distanciamiento social, pérdidas de
familiares y amigos, filas interminables afuera de los supermercados, salir de
casa según el número de DNI, decenas de videollamadas por zoom, el cierre de
locales y la incertidumbre de un futuro estable económicamente hablando.
La pandemia de COVID-19 arrasó con todo en nuestras vidas, sacudió
nuestra rutina diaria y borró los límites entre el trabajo/estudio y el hogar,
dejando consecuencias que aún hoy día podemos observar. A pesar de las
flexibilizaciones paulatinas y la (casi) vuelta a la normalidad, nuestra salud
y productividad se vieron seriamente afectadas y estos trastornos como por
ejemplo el del sueño, tienen una magnitud aún mayor a la que aparenta.
Impactos
El Centro de Estudios de Estado y Sociedad (CEDES) realizó en el 2020 un
relevamiento llamado Estudio TIARA para analizar el impacto psico-social y en
la vida cotidiana generado por la aparición o circulación del COVID-19, así
como la implementación de la primera etapa del Aislamiento Social Obligatorio
(ASO) en Argentina. Más de 30.000 personas completaron la encuesta, y más de
6.000 el módulo sobre calidad del sueño.
Casi la mitad (48.8%) de las personas respondió que a partir del
COVID-19 duerme peor o mucho peor. Las mujeres superan en un 52% a los varones
(36%) y el grupo más afectado, siempre de acuerdo al estudio, son los jóvenes
menores a los 30 años.
«La pandemia ha traído yo diría que otra pandemia paralela y que fue la
pandemia del sueño si hay algo que necesita el sueño es la rutina por un lado,
o sea el sueño es muy rutinario responde siempre a horarios regulares, no
solamente en la hora de acostarnos y de levantarnos sino también en las rutinas
pre sueños, en los horarios de comida, en los horarios de ejercicio, en los
horarios laborales. ¿Por qué digo que esto fue una pandemia de sueño también?
Porque se ha alterado todo esto, la gente dejó de tener rutinas, se acostaba a
cualquier hora, se levantaba a cualquier hora, cenaba sin un horario fijo. La
mayoría se quedaba mirando la televisión o la serie hasta cualquier hora»,
comentó la Dra. Mirta Averbuch, jefa de Unidad de Medicina del Sueño del
Instituto de Neurociencias de Fundación Favaloro.
Muchos pueden ser los factores que desencadenan trastornos: el
confinamiento en casa y el temor a contraer COVID-19, la sobreinformación
emitida en los medios de comunicación y redes sociales, sumados a los problemas
económicos, distanciamiento social, cambios en el estilo de vida y medidas para
impedir la propagación del virus son factores generadores de estrés.
Averbuch también explica que en estos últimos 2 años vio más cantidad de
gente joven -de 18 a 35 años- consultar por problemas de sueño que en sus 30
años de experiencia.
Según el Estudio TIARA, las dos principales preocupaciones son ‘Que
alguien de mi familia se contagie de Coronavirus’ (93%) y ‘Que alguien de mi
familia o yo tenga un problema de salud o emergencia y no reciba atención’
(87%). En comparación, con las personas de 30 años o más, las preocupaciones
que aquejan a los jóvenes son ‘No poder trabajar y quedarse sin plata’ (el 71%
está bastante o muy preocupado) y ‘No poder pagar el alquiler y los servicios’
(el 66% está bastante o muy preocupado).
Dentro de las estrategias de afrontamiento que develó el estudio, la
segunda es ‘Uso redes sociales para informarme y estar conectada/o’ que si bien
es un aspecto positivo de la tecnología porque nos acerca digitalmente también
tiene su lado negativo dependiendo del uso que le demos.
«Tanto los televisores, las tablets, computadoras emiten una luz azul
que es muy potente y que lo que hace es bloquear la salida de melatonina (la
hormona del sueño), entonces, si yo estoy sentado 3 de la mañana enganchado con
la computadora o con el celular en la cama y demás, eso automáticamente le está
informando al cerebro que es de día entonces deja de producir melatonina»,
afirmó la neuróloga de Fundación Favaloro.
¿Cómo
lo resolvemos?
Queda claro que la importancia de una buena calidad de sueño no
solamente es fundamental como factor determinante de la salud, sino como la
base de una buena calidad de vida.
La Dra. Averbuch recomienda principalmente acostarse y levantarse todos
los días a la misma hora, o en el caso de que no se tenga sueño, por lo menos
levantarse a la misma hora todos los días porque de esta manera se acomoda el
ritmo biológico y cada 24 hs sentiremos sueño. También remarca la importancia
de exponernos a la luz solar apenas nos levantamos porque estimula los otros
componentes que nos mantienen despiertos, tomar un buen desayuno y cambiar de
ropa.
Asimismo, se cree popularmente que el alcohol induce al sueño, lo cual
es erróneo. La neuróloga afirma que «el consumo de alcohol dentro de las 3 hs
previas a irse a dormir es contraproducente para el sueño porque impide que se
llegue hasta lo más profundo del sueño y lo fracciona, despertándonos en la
noche».
Otro consejo que la especialista comparte con sus pacientes es realizar
actividad física hasta 2 hs antes de irse a dormir porque la temperatura
corporal va a estar elevadísima y es contraproducente para el sueño; lo mismo
sucede con la cena, lo recomendado es dejar pasar 1 hs entre la comida y el ir
a acostarse y dejar el celular en modo nocturno, para que no interrumpa el
sueño. BP
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