Todas las personas estamos llamadas a la santidad, Dios nos
llama a la perfección, Cristo nos lo dice claramente: “Sed perfectos como vuestro
Padre celestial es perfecto”.
Estas son palabras que no dejan duda alguna. Todos los
creyentes, independientemente de nuestro estado o condición de vida, tenemos
que ir creciendo para alcanzar la plenitud de la vida cristiana. Sería bueno pensar en cómo se encuentra nuestra vida
cristiana para luego emprender el camino hacia la perfección.
Este crecimiento nos puede parecer muy difícil, pero ¡son
tantos los medios que tenemos! Algunos
de ellos son esenciales, tales como; la lucha contra el pecado, estar alertas
para no caer en tentaciones, acudir a los sacramentos frecuentemente, ya que la
vida sacramental nos fortalece; luego, las buenas obras, que nos alcanzan
méritos allá en el cielo; y por supuesto, la oración, ese diálogo con Dios en
donde se pueden encontrar las fuerzas necesarias y pedir aquellos dones que nos
hacen falta, ¡tenemos tantas carencias!
Además de los esenciales, tenemos otros medios, los
secundarios. Que pueden ser internos, entre los cuales encontramos: la
presencia de Dios en nuestra alma, el examen de conciencia para conocer
nuestras debilidades o fallas, tener el deseo de alcanzar la perfección, pues
sin esto no vamos a ir muy lejos, estar conformes con la voluntad de Dios, es
decir, aceptar Su plan para mi, por muy difícil que sea, ser fieles a la gracia
recibida, mejorar el propio temperamento, trabajar en la formación del carácter.
Luego, tenemos los medios externos. Estos son la lectura
espiritual, mediante la cual podemos ir conociendo nuestra fe, el círculo de
amistades, hay que saber escogerlas bien, la dirección espiritual cuando sea
posible, el servicio a los demás y el plan o programa de vida. Cn
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