En octubre de 1892, comienza los estudios eclesiásticos en el seminario de Blois, su diócesis de pertenencia. Es ordenado sacerdote el 22 de octubre de 1899 y su primera tarea pastoral será la de profesor en un colegio. Durante este tiempo, Daniel reflexiona sobre su futuro y sobre la idea de una posible partida hacia algún país de misión.
Pasado cierto tiempo decide entrar en contacto con la congregación del Espíritu Santo y, el 26 de septiembre de 1902, comienza su noviciado en la casa de Orly, cerca de París. Su padre no aceptó esto de muy buena gana y llega a escribir al maestro de novicios para advertirle que la salud de su hijo no soportaría nunca el clima en un país de misión. Pero, a pesar de esto, Daniel hace su profesión religiosa el 30 de septiembre de 1903. El 27 de noviembre del mismo año llega destinado a Senegal, donde trabajará como vicario parroquial en San Luis. Su mayor preocupación ha sido siempre la de dar una educación cristiana a la juventud, y en este campo desarrollará una intensa labor durante su estancia en el continente africano. Pero un accidente debido a la caída de un caballo y una fuerte insolación le hacen regresar a Francia de forma temporal, pero volverá a Senegal en enero de 1907, donde retoma sus antiguas actividades y, a la vez, hace cosas nuevas, como la creación de una fanfarria, una especie de banda de música; también muestra su interés por la botánica. Desgraciadamente sufre una nueva insolación que le hace volver a Francia el 29 de junio de 1911, esta vez de forma definitiva.
El período de guerra de 1914 a 1918, abre una nueva etapa en la vida del Padre Brottier: la de capellán militar. El 26 de agosto de 1914, comienza su labor en la división de infantería. Se llega a decir que era una persona de gran corazón, en que se hacía compatible perfectamente el ardor del soldado y la entrega del sacerdote. Es importante destacar en el Padre Daniel que, incluso durante la guerra, el recuerdo de África habitaba siempre su mente y su espíritu.
El padre Brottier, terminará sus días realizando algo que, como ya hemos dicho llenó siempre su vida: la educación de los jóvenes. Durante varios años se hizo cargo de la “Obra de los niños huérfanos de Auteuil”, recogiendo y dando la oportunidad de una vida digna a cientos y cientos de niños desarraigados de París y de las barriadas pobres. Gracias al trabajo del Padre Daniel Brottier y de los espiritanos que le han sucedido y que han querido seguir adelante con esta labor, la “Obra de Auteuil” se ha convertido en una referencia de caridad y humanidad que se extiende a lo largo de toda la geografía francesa.
El Padre Daniel Brottier fue declarado beato por el Papa Juan Pablo II, el 25 de noviembre de 1984.
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