Allí dio a luz al niño, pero se crió en la fe cristiana y cuando tenía 14 años fue enviado por su madre a su Calabria natal para recibir el bautismo. El obispo local Juan, perplejo frente a este joven vestido como un árabe, lo sometió a duras pruebas, que logró superar, y lo bautizó dándole su propio nombre. Crecido en edad, sintió la atracción cada vez más fuerte a la vida heroica que llevaban los monjes en las cuevas cercanas a Stilo, especialmente de dos ascetas basilianos, Ambrosio y Nicolás, que vivían en una laura sobre el Monte Consolino. Agregado a la Comunidad, se distinguió en las virtudes religiosas y contemplativas, hasta el punto en que después de un tiempo los monjes lo quisieron como abad.
Cercano de la gente, asistía y ayudaba lo más posible a los agricultores de la zona, incluyendo la realización de una serie de milagros, de los cuales el más famoso fue que estando entre un grupo de campesinos desesperados por una terrible tormenta que se avecinaba, y que no les había dado tiempo de recoger el grano -que iba, por tanto, a arruinarse- Juan se recogió en intensa oración y Dios lo escuchó y ante los ojos asombrados de los campesinos, envió un ángel que en escaso tiempo realizó la siega milagrosa de los campos. Éste y otros episodios que testimonian su ayuda a los agricultores, hicieron que pasara a la posteridad con el nombre de «Theristes», es decir, «Segador».
Murió a mitad del siglo XI, y gracias a las ofrendas de los fieles y la generosidad de los normandos, la iglesia y el monasterio fueron ampliados y llevaron su nombre. La memoria del santo se encuentra en todos los sinaxarios y menologios griegos y bizantinos, luego fue recogido también por el Martirologio Romano el 23 de febrero. Stilo lo ha declarado su patrono y protector, y le reserva cada año una fiesta con una procesión de las reliquias conservadas en la iglesia que lleva su nombre.
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