Uno de los temas más importantes
que nos narran los evangelistas, es el envío de los discípulos que los
convierte en misioneros y portadores de la Buena Nueva. Hoy San Marcos nos
recuerda las normas y las indicaciones que Jesús da a quienes serán sus
enviados. Los enviados no llevarán
consigo más que lo indispensable y contarán con la generosidad de aquellos que
reciban el mensaje. Se les capacita y se les autoriza para que usen el mismo
poder de Jesús.
Nos parecería a nosotros que les pide que no lleven nada pero es la
reducción de la vida a lo esencial, apoyada en una absoluta confianza en el
Señor, principal condición para estar al servicio de la Palabra. Quizás estas
palabras nos cuestionen a nosotros, no solamente a los sacerdotes y religiosas,
sino también a toda persona. ¿Qué
necesito realmente para hacer el camino de la vida? De repente los
medios de comunicación nos han atiborrado de necesidades superfluas que nos
causan tristeza no tenerlas, y olvidamos lo esencial que debería haber en
nuestras vidas, en nuestras familias y en la sociedad. Recordar cómo envía
Jesús a sus discípulos nos debe llevar también a nosotros a precisar cuáles son
nuestras prioridades y qué vamos cargando por el camino.
El final del pequeño pasaje nos muestra a los discípulos predicando el
arrepentimiento, expulsando demonios, ungiendo y curando a los enfermos. La
vida en su sencillez pero también en su plenitud. La tarea del discípulo que confía en el Señor. Parecería que los discípulos
no llevan nada y sin embargo son capaces de compadecerse de los enfermos y de
expulsar a los demonios. Si queremos dar testimonio de Jesús en
nuestros días tendremos que regresar a la sencillez, generosidad y entrega de
los primeros enviados. ¿Cómo vivo yo y cómo transmito hoy el mensaje de Jesús
en un mundo que se ha olvidado de Él? ED
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