Ante la explosión de contagios por Covid-19 de la sexta ola en España es
lógica la duda sobre si estar vacunado o no marca una diferencia significativa.
Se ha escuchado mucho eso de que “al final nos estamos contagiando casi todos”.
Y, en parte, es cierto.
Pero ¿es igual pasar la enfermedad habiéndose vacunado previamente que
sin haberlo hecho? Afortunadamente, no es lo mismo.
Que las vacunas actuales no eliminan completamente el virus en caso de contagio se
sabía ya desde la publicación de los ensayos preclínicos realizados en
animales. Se decía, y así ha sido, que nos convertíamos en portadores asintomáticos. A partir de los datos de los ensayos clínicos se concluyó que las
vacunas protegen de la enfermedad grave y de la muerte con un porcentaje muy alto. Y, para un estado de emergencia
global, se consideró suficiente. Porque, tal y como se ha demostrado
posteriormente, las vacunas
han disminuido tanto los ingresos hospitalarios en UCIs como los fallecimientos, sobre todo entre la población vulnerable. Otra evidencia que lo
demuestra es que si los casos confirmados aumentan pero las hospitalizaciones y
las muertes aumentan en menor medida, significará que los muchos casos notificados están provocando menos formas graves de la enfermedad y menos muertes.
Los vacunados
transmiten menos el virus
Efectivamente.
Se está demostrando que las vacunas reducen la transmisión: la probabilidad de contagiar disminuye en
una persona vacunada cuyo sistema inmunitario está preparado. La aparición de
la variante ómicron, mucho más contagiosa, podría enmascarar este dato. Pero
hay varios estudios que demuestran que las personas vacunadas son contagiosas menos días que las
personas no vacunadas, ya que sus defensas eliminan al virus antes. Según un
estudio realizado con la variante delta y publicado en el New England
Journal of Medicine, las personas vacunadas eliminan el virus de su organismo en aproximadamente cinco días,
en comparación con los siete días de las personas que no están vacunadas.
Según
muestran investigadores de la Universidad de Oxford en otro estudio, aún sin
revisar, los contactos estrechos
de personas vacunadas se contagiaron menos que los de personas sin
vacunar. Y entre las personas vacunadas, se encontró que las personas que
habían recibido dos dosis (de
cualquier vacuna) transmitieron menos a sus contactos que las personas
que solo recibieron una dosis. Entonces, parece que en las personas vacunadas,
los virus no se eliminan completamente, pero la capacidad de transmisión disminuye.
Enfermamos diferente
Existen
numerosas evidencias que demuestran que las personas vacunadas tienen muchas
menos posibilidades de sufrir Covid-19
de forma grave, incluidas muchas menos posibilidades de
hospitalización y muerte.
En
uno de los últimos estudios, realizado por los Centros para el Control y
Prevención de las Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en
inglés), se demostró que tener
inmunidad, ya sea por vacunación o infección previa, protege contra
la hospitalización por Covid-19 causada principalmente por las variantes alfa y
delta. En cuanto a ómicron, se sugiere que, si bien las personas tienen más
probabilidades de infectarse con esta variante, porque es más transmisible que
otras anteriores, la vacunación continúa proporcionando un alto nivel de
protección contra la enfermedad grave y hospitalización también enfrentándose a
ómicron.
En
el Reino Unido se han realizado dos estudios que examinan la relación entre la variante ómicron, la
vacunación y el riesgo de hospitalización. En ambos estudios se
encontró una reducción importante en
el riesgo de hospitalización para los casos de ómicron después de tres dosis de
la vacuna, en comparación con aquellos que no estaban vacunados.
¿Nos protege la infección natural de
infecciones posteriores?
Si
la infección natural de Covid-19 protegiese de modo más duradero frente a
infecciones posteriores, estaríamos viendo un declinar de los casos graves
entre los no vacunados, ya que es más probable que estos pasen la infección. En
realidad, ocurre lo contrario. La diferencia en hospitalizaciones entre no
vacunados y vacunados cada vez es mayor. Esto se observa fácilmente en Estados
Unidos, donde un gran porcentaje de la población no está vacunada.
De
estos datos podemos deducir que la
inmunidad producida por infección natural no es duradera y que,
probablemente, dura dos o tres meses. También sabemos que ocurre de forma
parecida con la protección otorgada por las vacunas, puesto que el descenso de
anticuerpos ha motivado las inoculaciones de la tercera dosis casi de forma generalizada (aunque no toda la
inmunidad reside en ellos).
El
hecho de que el virus vaya mutando
y generando nuevas variantes probablemente también influye en este
descenso de la protección y en el aumento de reinfecciones. Está claro que
las vacunas no evitan el contagio
al 100% porque el virus consigue multiplicarse. Es decir, no
proporcionan una inmunidad esterilizante. Sin embargo, gracias a ellas, se ha
conseguido disminuir la gravedad y mortalidad de la enfermedad y las
hospitalizaciones.
Además,
en cierta medida, disminuyen el grado
de transmisión del virus, como hemos visto anteriormente. La perspectiva
de conseguir vacunas más completas, que además de protegernos contra la
enfermedad grave, eliminen el virus y eviten contagios, se abre como una de las soluciones más optimistas en
un futuro. Esperemos que no muy lejano. MMJS
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