El amor no es una ideología ligada a algunos movimientos religiosos. El
amor es la energía que da verdadera vida a una sociedad. En toda civilización
hay fuerzas que generan vida, verdad y justicia, y fuerzas que desencadenan
muerte, mentira e indignidad. No es siempre fácil detectarlo, pero en la raíz
de todo impulso de vida está siempre el amor.
Por eso, cuando en una sociedad se ahoga el amor, se está ahogando al
mismo tiempo la dinámica que lleva al crecimiento humano y a la expansión de la
vida. De ahí la importancia de cuidar socialmente el amor y de luchar contra
todo aquello que puede destruirlo.
Una forma de matar de raíz el amor es la manipulación de las personas.
En la sociedad actual se proclaman en voz alta los derechos de la persona, pero
luego los individuos son sacrificados al rendimiento, la utilidad o el
desarrollo del bienestar. Se produce entonces lo que H. Marcuse llamaba «la
eutanasia de la libertad». Cada vez hay más personas que viven una no-libertad
«confortable, cómoda, razonable, democrática». Se vive bien, pero sin conocer
la verdadera libertad ni el amor.
Otro riesgo para el amor es el funcionalismo. En la sociedad de la
eficacia lo importante no son las personas, sino la función que ejercen. El
individuo queda fácilmente reducido a una pieza del engranaje: en el trabajo es
un empleado, en el consumo un cliente, en la política un voto, en el hospital
un número de cama... En una sociedad así las cosas funcionan, pero las relaciones
entre las personas mueren.
Otro modo frecuente de ahogar el amor es la indiferencia. El
funcionamiento actual de la sociedad concentra a los individuos en sus propios
intereses. Los demás son una «abstracción impersonal». Se publican estudios y
estadísticas tras los cuales se oculta el sufrimiento de personas concretas.
Apenas se siente nadie responsable. De ello se ha de ocupar el Estado, la
Administración, la Sociedad.
¿Qué podemos hacer cada uno? Frente a tantas formas de desamor, el
Bautista sugiere una postura clara: «El que tenga dos túnicas, que se las
reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo». ¿Qué
podemos hacer? Sencillamente compartir más lo que tenemos con aquellos que
viven en necesidad. Así de simple. Así de claro… JAP
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