martes, 18 de diciembre de 2018

Así de claro

El que tenga dos túnicas que las reparta…
El amor no es una ideología ligada a algunos movimientos religiosos. El amor es la energía que da verdadera vida a una sociedad. En toda civilización hay fuerzas que generan vida, verdad y justicia, y fuerzas que desencadenan muerte, mentira e indignidad. No es siempre fácil detectarlo, pero en la raíz de todo impulso de vida está siempre el amor.
Por eso, cuando en una sociedad se ahoga el amor, se está ahogando al mismo tiempo la dinámica que lleva al crecimiento humano y a la expansión de la vida. De ahí la importancia de cuidar socialmente el amor y de luchar contra todo aquello que puede destruirlo.
Una forma de matar de raíz el amor es la manipulación de las personas. En la sociedad actual se proclaman en voz alta los derechos de la persona, pero luego los individuos son sacrificados al rendimiento, la utilidad o el desarrollo del bienestar. Se produce entonces lo que H. Marcuse llamaba «la eutanasia de la libertad». Cada vez hay más personas que viven una no-libertad «confortable, cómoda, razonable, democrática». Se vive bien, pero sin conocer la verdadera libertad ni el amor.
Otro riesgo para el amor es el funcionalismo. En la sociedad de la eficacia lo importante no son las personas, sino la función que ejercen. El individuo queda fácilmente reducido a una pieza del engranaje: en el trabajo es un empleado, en el consumo un cliente, en la política un voto, en el hospital un número de cama... En una sociedad así las cosas funcionan, pero las relaciones entre las personas mueren.
Otro modo frecuente de ahogar el amor es la indiferencia. El funcionamiento actual de la sociedad concentra a los individuos en sus propios intereses. Los demás son una «abstracción impersonal». Se publican estudios y estadísticas tras los cuales se oculta el sufrimiento de personas concretas. Apenas se siente nadie responsable. De ello se ha de ocupar el Estado, la Administración, la Sociedad.
¿Qué podemos hacer cada uno? Frente a tantas formas de desamor, el Bautista sugiere una postura clara: «El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo». ¿Qué podemos hacer? Sencillamente compartir más lo que tenemos con aquellos que viven en necesidad. Así de simple. Así de claro… JAP

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