martes, 4 de diciembre de 2018

Carta a Jesús

Querido Jesús:
He llegado contento al trabajo.
Recordé las palabras del padre Hurtado. Cuando le preguntaban cómo estaba, a pesar de su enfermedad, respondía ilusionado: “contento, Señor, contento”.
Y es que reconozco que la alegría viene de ti, como la serenidad y la Paz interior.
Todo lo bueno, viene de ti.
Me siento feliz, de ser tu hermano, en alguna medida. Y de poder llevarte en el alma y el corazón.
Ah... no te he contado el motivo de mi alegría, pero seguro ya lo conoces: Vengo de confesarme.
Entré a la Iglesia un poco apesadumbrado, porque deseaba mirarte a los ojos y decirte que te amaba. Pero no podía hacerlo con claridad. No me atrevía. Me confesé y todo cambió.
Te contaré lo que sentí:
Una inmensa alegría.
Una gran felicidad.
La gracia te inunda a torrentes.
Sales del confesionario y todo es alegría.
Hasta el mundo parece nuevo y es que lo ves con nuevos ojos.
He dejado en tus manos Jesús mis pecados, el peso de mis pecados, y he salido con la convicción de tu perdón; con la libertad y la emoción del hijo pródigo.
Cuando te confiesas, sientes que Dios te toma de la mano y te lleva a degustar pedacitos de cielo.
Si esto es una visión temporal del Paraíso, cómo será de maravillosa la eternidad.
Cuánta gracia y cuánto amor de tu parte Señor.
Si las personas conocieran estas maravillas, correrían al confesionario, inundarían
las Iglesias, y recibirían tu cuerpo y tu sangre con fervor y emoción. Pasarían todos los días a visitarte en el Sagrario. Tendrían la necesidad, la urgencia, de pasar largos ratos a solas contigo. No podrían vivir sin la oración y tu presencia cotidiana. Disfrutarían esas conversaciones en las que tú escuchas y nos respondes.
Qué grande es tu amor para con nosotros.
Me encanta que seas mi hermano y mi amigo.
Gracias por todo lo que haces y has hecho. CdeC

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