Texto del Evangelio (Lc 1,26-38): En aquel tiempo, fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una
ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre
llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María.
Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el
Señor está contigo». Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué
significaría aquel saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has
hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un
hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del
Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la
casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin». María respondió al
ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?». El ángel le respondió:
«El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su
sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios.
Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y éste es
ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es
imposible para Dios». Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí
según tu palabra». Y el ángel dejándola se fue.
«Y entrando, le dijo: ‘Alégrate,
llena de gracia, el Señor está contigo’»
Comentario: Rev. D. David COMPTE i
Verdaguer (Manlleu, Barcelona, España)
Hoy, el Evangelio toca
un acorde compuesto por tres notas. Tres notas no siempre bien afinadas en
nuestra sociedad: la del hacer, la de la amistad y la de la coherencia de vida.
Hoy día hacemos muchas cosas, pero, ¿tenemos un proyecto? Hoy, que navegamos en
la sociedad de la comunicación, ¿tiene cabida en nuestros corazones la soledad?
Hoy, en la era de la información, ¿nos permite ésta dar forma a nuestra
personalidad?
Un proyecto. María,
una mujer «desposada con un hombre llamado José, de la casa de David» (Lc
1,28). María tiene un proyecto. Evidentemente, de proporciones humanas. Sin
embargo, Dios irrumpe en su vida para presentarle otro proyecto... de
proporciones divinas. También hoy, quiere entrar en nuestra vida y dar
proporciones divinas a nuestro quehacer humano.
Una presencia. «No
temas, María» (Lc 1,30). ¡No construyamos de cualquier manera! No fuera caso
que la adicción al “hacer” escondiera un vacío. El matrimonio, la vida de
servicio, la profesión no han de ser una huida hacia adelante. «Llena de
gracia, el Señor está contigo» (Lc 1,28). Presencia que acompaña y da sentido. Confianza
en Dios, que —de rebote— nos lleva a la confianza con los otros. Amistad con
Dios que renueva la amistad con los otros.
Formarnos. Hoy día,
que recibimos tantos estímulos con frecuencia contrapuestos, es necesario dar
forma y unidad a nuestra vida. María, dice san Luis María Grignion, «es el
molde vivo de Dios». Hay dos maneras de hacer una escultura, expone Grignion:
una, más ardua, a base de golpes de cincel. La otra, sirviéndose de un molde.
Ésta segunda es más sencilla. Pero el éxito está en que la materia sea maleable
y que el molde dibuje con perfección la imagen. María es el molde perfecto.
¿Acudimos a Ella siendo nosotros materia maleable?
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