La predicación del Bautista sacudió la conciencia de muchos. Aquel
profeta del desierto les estaba diciendo en voz alta lo que ellos sentían en su
corazón: era necesario cambiar, volver a Dios, prepararse para acoger al
Mesías. Algunos se acercaron a él con esta pregunta: ¿Qué podemos hacer?
El Bautista tiene las ideas muy claras. No les propone añadir a su vida
nuevas prácticas religiosas. No les pide que se queden en el desierto haciendo
penitencia. No les habla de nuevos preceptos. Al Mesías hay que acogerlo
mirando atentamente a los necesitados.
No se pierde en teorías sublimes ni en motivaciones profundas. De manera
directa, en el más puro estilo profético, lo resume todo en una fórmula genial:
“El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; y el que tenga
comida, que haga lo mismo”. Y nosotros, ¿qué podemos hacer para acoger a Cristo
en medio de esta sociedad en crisis?
Antes que nada, esforzarnos mucho más en conocer lo que está pasando: la
falta de información es la primera causa de nuestra pasividad. Por otra parte,
no tolerar la mentira o el encubrimiento de la verdad. Tenemos que conocer, en
toda su crudeza, el sufrimiento que se está generando de manera injusta entre
nosotros.
No basta vivir a golpes de generosidad. Podemos dar pasos hacia una vida
más sobria. Atrevernos a hacer la experiencia de “empobrecernos” poco a poco,
recortando nuestro actual nivel de bienestar para compartir con los más
necesitados tantas cosas que tenemos y no necesitamos para vivir.
Podemos estar especialmente atentos a quienes han caído en situaciones
graves de exclusión social: desahuciados, privados de la debida atención
sanitaria, sin ingresos ni recurso social alguno... Hemos de salir
instintivamente en defensa de los que se están hundiendo en la impotencia y la
falta de motivación para enfrentarse a su futuro.
Desde las comunidades cristianas podemos desarrollar iniciativas
diversas para estar cerca de los casos más sangrantes de desamparo social:
conocimiento concreto de situaciones, movilización de personas para no dejar
solo a nadie, aportación de recursos materiales, gestión de posibles ayudas...
Para muchos son tiempos difíciles. A todos se nos va a ofrecer la
oportunidad de humanizar nuestro consumismo alocado, hacernos más sensibles al
sufrimiento de las víctimas, crecer en solidaridad práctica, contribuir a
denunciar la falta de compasión en la gestión de la crisis... Será nuestra
manera de acoger con más verdad a Cristo en nuestras vidas. JAP
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