Obispo, 29 de
Junio
Elogio: En Narni, de
la Umbría, san Casio, obispo, que, como refiere el papa san Gregorio Magno,
cada día ofrecía a Dios el sacrificio de reconciliación bañado en lágrimas, y
entregaba en limosna todo lo que tenía. Finalmente, en el día en que se celebra
la solemnidad de los Apóstoles, en el cual todos los años acostumbraba a ir a
Roma, después de celebrar la Eucaristía en su ciudad y haber distribuido a
todos el Cuerpo de Cristo, retornó al Señor.
Lo poco que
sabemos sobre san Casio, procede de las páginas de san Gregorio el Grande. En
sus «Diálogos», se explaya sobre las virtudes de este obispo de Narni, sobre su
vida ejemplar, su vigilancia para su rebaño, su abnegación y generosidad hacia
los pobres. Uno de los sacerdotes de su iglesia le reveló que su muerte
ocurriría en Roma, el día de la fiesta de San Pedro y San Pablo, y el obispo,
muy impresionado por aquel vaticinio, se hizo el propósito de viajar a la
Ciudad Eterna, cada año, la víspera de esa conmemoración. En seis ocasiones
regresó a su sede, pero al séptimo viaje, se cumplió la profecía. El 29 de
junio, luego de oficiar la misa y dar la comunión a los fieles, murió
apaciblemente. Con anterioridad, había escrito su propio epitafio, en verso y,
de acuerdo con sus deseos, fue enterrado en Narni, en el oratorio de su
antecesor, Juvenalis, y junto a una cierta Fausta, que bien pudo haber sido su
esposa. En el siglo nueve, el conde Adalberto de Toscana se apoderó de Narni e
hizo trasladar los restos de san Juvenalis, san Casio y «santa» Fausta, a la
ciudad de Lucca. Ahí se les dio nueva sepultura, en la iglesia de San Frediano.
Sin embargo, con el correr del tiempo, las reliquias volvieron a Narni, donde
aún se conservan en la catedral.
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