Uno de los argumentos que desde el ateísmo se utiliza
para defender sus tesis y para convencer a creyentes tibios es que se puede ser
bueno sin necesidad de Dios.
Es verdad que hay buenas personas que hacen obras
extraordinarias sin ser creyentes, pero el profesor de Filosofía en la
Universidad de Texas, J. Budziszewski, reflexiona
sobre este argumento y encuentra siete argumentos que ponen en duda esta afirmación.
Este profesor sabe de lo que habla y sabe por propia
experiencia la dificultad que para muchos jóvenes, universitarios en su caso,
supone este ambiente a la hora de mantener la fe. Sus alumnos se enfrentan a
este debate interno al igual que le pasó a él. Perdió
la fe en los años 60 debido al influjo que tuvo el radicalismo ideológico en la
universidad.
De ateo a católico tras una gran
crisis juvenil
En su infancia y adolescencia era un baptista sincero,
aunque no especialmente virtuoso. Estudiando en la universidad dejó “primero a
Cristo, luego a Dios, luego la distinción entre el bien y el mal”,
explicó en una entrevista en inglés. “Yo era ateo práctico y
nihilista práctico”. Ya como profesor, volvió a Cristo a través
del anglicanismo y en 2004 entró en la Iglesia Católica.
Los siete problemas que
encontrará el ateo
A raíz de su experiencia propia y profesional,
Budziszewski habla en Mercatornet de siete
obstáculos a los que se enfrenta el ateo en su intento de ser bueno sin Dios:
1. El ateo no reconoce a Dios como el bien supremo por el cual todo lo
creado existe y está ordenado. Y al igual que ciertos actos pueden dirigirse al
bien supremo, él considera que otros no pueden. En consecuencia, al ateo le
resultará difícil entender cómo un acto puede ser intrínsecamente malo. Él
se inclinará a pensar que para conseguir un resultado bueno se puede hacer
cualquier cosa.
2. Como el ateo no reconoce la Divina Providencia, la
idea de que él debería hacer lo correcto y dejar que Dios se ocupe de las
consecuencias le parecerá insensato. Le parecerá que si no hay
Dios, entonces él debe jugar a ser Dios mismo.
3. Como no reconoce a Dios como creador, considera la conciencia como el
resultado de un proceso sin sentido y sin propósito que él no tenía en mente.
Debido a que será difícil creer que una colección heterogénea de impulsos e
inhibiciones dejadas por los accidentes de la selección natural pueda tener
algo que enseñarle, estará tentado a pensar que la autoridad de
la conciencia es una ilusión.
4. Como no tiene fe, es probable que vea sus dilemas morales como
inevitables. Porque si no hay Dios, ¿cómo puede creer en la
seguridad que da la fe de que ‘Dios es fiel y no le dejará ser tentado más allá
de sus fuerzas’, y no más bien en que la tentación le proporcionará la vía de
escape para que pueda soportarlo?
5. Como no cree en la Gracia divina, no podrá valerse
de esta ayuda. Ciertamente, podrá realizar actos
naturalmente buenos. Sin embargo, cuando se tope con los muros que se van
presentando, cuando se dé cuenta de que está haciendo el mal que no quiere y no
el bien que desea, no podrá pedir ayuda.
6. Como no cree para su propia existencia en las virtudes espirituales que
dependen de la gracia, el ateo no podrá practicarlas en absoluto.
Por ejemplo, aunque pueda amar a su esposa con amor natural, fallará en esa
caridad sobrenatural que le permite ver, que, dado que ella está hecha a imagen
de Dios, la única manera verdadera de amarla por su propio bien es amarla por
el amor de Dios.
7. Finalmente, dado que una sola persona puede perdonar, la ley moral le
parecerá un acusador severo con un corazón de piedra. Cuando haya hecho algo
malo, como todos hacemos alguna vez, querrá apagar la voz de esta
conciencia. Tendrá la tentación de decirse a sí mismo que la
ley es una fantasía, que no hay nada que perdonar, que la solución al problema
de la culpa es que no existe tal cosa. O tal vez tratará
de convencerse a sí misma.
Para Budziszewski todas estas razones, algunas más
lógicas y otras psicológicas, el ser humano necesita a Dios. RenL
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