La crisis climática
y la globalización son dos factores esenciales que explican la expansión de
enfermedades tropicales como el dengue o la malaria, que son transmitidas por artrópodos
que actúan como vectores, en latitudes más frías, donde antes no prosperaban,
explican expertos consultados por EFE.
“Los mosquitos y
las garrapatas son los vectores más comunes”, afirma el investigador de
Biogeografía y Cambio global del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN),
Fernando Valladares, quien añade que al carecer de un sistema de regulación del
calor son dependientes de las temperaturas exteriores.
Así, el aumento de
grados provocado por el calentamiento global favorece que encuentren “la
posibilidad de desarrollar su ciclo de vida en latitudes de clima más fresco”
en las que se encuentran países como España o Japón y donde, además, la pausa
estacional de proliferación que el invierno produce sobre estas especies se ha
visto suavizada, lo que hace que “estén activos más tiempo”.
Esto mismo se
aplica a la altitud en el caso de la malaria, transmitida por las hembras del
mosquito Anopheles. “En los últimos 30 años la cota libre de esta enfermedad ha
subido entre los 400 y los 500 metros” en regiones de África, Asia y América,
por lo que “hay poblaciones que han quedado desprotegidas”, expone Valladares.
La globalización es
otro factor esencial ya que “los viajes a distancias más largas en menor
tiempo” hacen que una persona hospede un patógeno y que la picadura de un
insecto local propague la enfermedad o bien que se trasladen huevos de estos
animales, señala el científico titular del departamento de Biodiversidad y
Biología evolutiva del MNCN, Óscar Soriano.
Este sería el caso
del mosquito tigre, que transmite el dengue y que en España está calificado
“como especie invasora”, asegura la investigadora del área de Vigilancia en
Salud Pública del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII), Beatriz Fernández,
quien recuerda que “desde su origen asiático se ha expandido en el último siglo
por amplios territorios y continúa dispersándose”.
Fiebre del Nilo
Más recientes son
los múltiples casos de fiebre del Nilo occidental registrados este verano en
Andalucía y que es “una enfermedad considerada emergente en el mundo y en
Europa”, apunta la científica titular del área de Enfermedades transmisibles
del Centro Nacional de Epidemiología (CNE), Diana Gómez-Barroso.
“En España se
identificaron los primeros casos en humanos en el año 2010 y algunos trabajos
habían encontrado que existen zonas de riesgo en la península, sobre todo en el
suroeste y sureste y, por tanto, que la enfermedad se puede expandir” ya que,
además, el vector es el mosquito común, el más abundante en nuestro país,
continúa Gómez-Barroso.
Sin embargo, matiza
que en 2020 han concurrido muchos otros factores debidos “a la situación
generada por la pandemia como, por ejemplo, la menor presencia humana y la
mayor proliferación de vectores y reservorios”, además de “las altas temperaturas
y las precipitaciones bruscas y abundantes” propios de la crisis climática “que
pueden haber contribuido a la aparición del brote”.
Por su parte, el
investigador del Instituto Cabanilles de Valencia, Rubén Bueno, advierte que el
ser humano “cada vez invade más ecosistemas”, modifica los hábitats y los
ciclos naturales y se introduce en entornos donde “pasa a ser un animal más”
que está expuesto a que “una enfermedad dé un salto y sea humana también”.
“La salud engloba
los ecosistemas en los que vivimos”, subraya Bueno, quien recalca que existe
relación entre la salud de la naturaleza y la del ser humano ya que, si la
primera está protegida y conservada, las personas también se encontrarán sanas
y fuertes.
Todos los expertos
entrevistados coinciden en que ante las enfermedades vectoriales en áreas donde
no se producían casos es necesario seguir implementando los planes de
vigilancia y control y que exista un abordaje multidisplinario, donde se vean
involucradas la entomología, la epidemiología y la veterinaria.
No obstante,
remarcan que reforzar la biodiversidad del planeta y cuidar del medioambiente
son las barreras protectoras “más eficaces y sostenibles en el tiempo” para el
ser humano. NMI
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