El dato estaba ahí, desde el principio, pero pasó
algo desapercibido entre tantos otros. Todos los estudios en los que se
incluían series de pacientes con COVID-19 nos decían que el número de hombres y
mujeres que sufrían la enfermedad no era equitativo. Así, por cada 6 hombres
con la enfermedad había 4 mujeres.
Lo que es más llamativo, esta proporción se
inclinaba todavía más hacia los hombres cuando se agrupaban los pacientes con
una presentación clínica grave, de tal manera que el 70% de los pacientes que
no sobrevivían eran hombres, mientras que solo un 30% de los fallecidos eran
mujeres. Parece, por tanto, que las mujeres son capaces de montar una respuesta
inmunitaria frente al SARS-CoV-2 mucho más eficaz que los hombres.
Desigual
respuesta frente a enfermedades infecciosas
Esta desigual respuesta a enfermedades infecciosas
según el sexo no es exclusiva de la COVID-19. También la vemos en la
leishmaniasis, tuberculosis, leptospirosis, meningitis meningocócica o
hepatitis A, por señalar algunas enfermedades causadas por agentes infecciosos.
Además, las mujeres, en general, montan una respuesta inmunitaria más potente
que los hombres tras un proceso de vacunación. Sin obviar que hay múltiples
ejemplos de esto mismo en animales, desde pájaros hasta invertebrados. Las
razones de estas diferencias no están claras. En principio, todo apunta a que
debemos considerar los múltiples puntos de contacto entre el sistema inmunitario
y las hormonas sexuales, así como las diferencias genéticas -y de regulación de
genes- entre hombres y mujeres.
En el caso de la COVID-19, un estudio muy reciente
realizado en la Universidad de Yale en Connecticut (Estados Unidos), examinó
las diferentes respuestas inmunitarias entre hombres y mujeres, tratando de
descubrir cuáles son sus bases moleculares. Para ello, se reclutó a 98 pacientes
con diagnóstico confirmado. El análisis detallado de estos pacientes reveló
datos muy importantes. Tanto, hombres como mujeres tenían una carga viral
equivalente, de lo que se deduce que el virus nos infecta y se reproduce por
igual en ambos sexos. En cuanto al nivel de anticuerpos producidos, era también
indistinguible en hombres y mujeres. Por lo tanto, concluyeron los
investigadores, las diferencias debían encontrarse en los otros dos grandes
componentes del sistema inmunitario. Esto es, la inmunidad innata o
inespecífica y la inmunidad específica celular.
Los componentes de la inmunidad inespecífica
responden de manera muy rápida, pero lo hacen igual frente a todos los
patógenos. La respuesta específica, en cambio, tarda algunos días en ponerse en
marcha, y es llevada a cabo por elementos que reconocen de manera exclusiva a
ese patógeno, y solamente a ese. Pues bien, siguiendo esta pista se descubrió
que los hombres presentaban mayores niveles que las mujeres de ciertos
componentes solubles (citocinas y quimiocinas) implicados en la respuesta
inflamatoria.
Además, en hombres está reducida la activación de
los linfocitos T, las principales células de la respuesta inmunitaria
específica. Y en hombres, pero no en mujeres, la progresiva disminución de la
activación de las células T se correlaciona llamativamente con el empeoramiento
de la enfermedad. A edades avanzadas, la situación empeora para los hombres,
porque la disminución en la activación de células citotóxicas es mayor. Por
último, a medida que aumentan los índices de masa corporal -indicador de
obesidad-, la enfermedad adquiere un peor pronóstico en hombres, pero no en
mujeres. En resumen, ser hombre, y de progresiva edad avanzada y obesidad
implica peor pronóstico si te ataca el SARS-CoV-2. Por el contrario, en el caso
de las mujeres la gravedad está correlacionada con el aumento de citocinas
proinflamatorias que regulan la respuesta inespecífica, en concreto las
llamadas TNFSF10 y IL15.
Tratar
COVID-19 de manera personalizada
El análisis global de estos complejos datos revela
que la progresión de la enfermedad en hombres es consecuencia de una progresiva
disminución de la respuesta inmunitaria celular específica. Por el contrario,
en el caso de las mujeres la gravedad de la COVID-19 está asociada a
alteraciones del otro brazo inmunitario, la inmunidad inespecífica.
Además, todo apunta a que el mal pronóstico en
mujeres no se relaciona con una respuesta disminuida como ocurre en los
hombres. Muy al contrario, está vinculada a una excesiva producción de
citocinas proinflamatorias de la inmunidad innata. Es decir, para que el
sistema inmunitario sea capaz de eliminar eficazmente al virus se necesita una
respuesta potente pero estrictamente coordinada entre todos nuestros
componentes de defensa. Y esta coordinación se rompe de manera distinta en
hombres y mujeres.
Estos resultados podrían ayudar a mejorar el tratamiento
de los pacientes con COVID-19. Los hombres necesitarían una potenciación de sus
respuestas celulares específicas, mientras que a las mujeres les beneficiaría
todo lo contrario, esto es, el bloqueo de citocinas innatas proinflamatorias. Los
hallazgos ponen en evidencia, una vez más, que debemos tratar enfermos y no
enfermedades. Caminar hacia la medicina personalizada. En el caso de la
COVID-19, parece que el sexo podría ser un factor clave en el protocolo
terapéutico que debería, por tanto, tener orientaciones diferentes en cada
caso. BP
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