Todos
los seres humanos en algún periodo de nuestra vida somos visitados por el
dolor. Lo quieran o no la presencia del dolor, a veces acompañado de
sufrimiento, llega a todo el mundo. Ante
este arribo inminente se antoja tener herramientas para vivir con paz y
serenidad. Una de ellas es el valor del desprendimiento, que se ejercita en los
diferentes momentos de la vida, por ejemplo perder a un amigo por un mal
entendido, las incomprensiones, injusticias, rechazos. Esto nos debe llevar a manejar la situación y buscar encontrar una
enseñanza en el dolor que nos prepare, sin desear que ocurra, para momentos más
difíciles como la pérdida de salud, mutilación de una parte del cuerpo,
divorcio, muerte de un ser querido, enfermedades prolongadas o pérdidas
materiales.
El dolor se manifiesta en todo el cuerpo, la mente,
sentimientos, alma, duele todo. Es
necesario por salud mental y física superar dicha situación. Jesucristo prometió liberarnos de toda atadura
y el duelo es una de ellas; Jesucristo viene a darnos la libertad de los hijos
de Dios. Tomar consciencia es un paso y
llevar un proceso el otro. Para aprender a vivir, la pérdida de un ser querido,
la separación de la persona que amas, la necesidad de salir de tu país, para
resolver la situación económica. Es
indispensable cerrar círculos y despedir con mucha paz.
Necesitamos la ayuda de Dios y recordar las
palabras de Juan Pablo II: “Cristo crucificado es una prueba de solidaridad de
Dios con el hombre que sufre”. Se
hace necesaria una acción con valentía, coraje, fuerza, determinación, sobre
todo cuando el dolor se aparece de manera imprevista, violenta desestabilizando
la propia existencia. En un plano más profundo es importante aprender a vivir
sin las cosas perdidas, así como de los seres de quien se dependió. La fuerza de voluntad, la serenidad y la fe son elementos que colaboran, de
manera sustancial, en la superación del duelo. En caso de la separación de un ser querido hay que hablar de él en
familia, expresar los sentimientos que habiten en el corazón y contar con el
apoyo emocional de los más cercanos. En caso necesario buscar ayuda
psicoterapéutica adecuada para sanar.
El
dolor, si lo sabemos aprovechar, toca fibras interiores del alma con el
objetivo de abrirnos para comprender el dolor de nuestros hermanos y ser
mejores personas. El dolor nos permite ver lo que antes estaba oculto a
nuestros ojos; éste camino nos lleva a la madurez, al crecimiento. ¿Qué nos diría el ser querido que se fue? De seguro: “Dame un regalo, vive
con plenitud, sé feliz”. Responder con una vida nueva y con las palabras de
Gabriel Marcel “Amar a alguien es decirle tú nunca morirás”, ya que esa persona
nos acompañará con su recuerdo, sus enseñanzas, alegrías. Hacerlo como aquella
madre que ante la muerte accidental de sus dos hijos exclamó: “Señor hace 23
años me los diste con mucho amor, hoy te los regreso con mucho amor”. MTGM
No hay comentarios.:
Publicar un comentario