En
diciembre de 2019, el mundo comenzaba a vivir una experiencia nueva, aterradora
y desafiante: la pandemia de COVID-19. Mientras el coronavirus se expandía con
prisa y sin pausa, infectaba y mataba, también crecía la sensación de
solidaridad, caridad y necesidad del otro que surgen con la emergencia.
A
casi dos años, la realidad ha mostrado una vez más que puede abrumar. Y también
puede agotar el interés y la empatía por las buenas causas. Si sientes esto no
te has transformado de la noche a la mañana en una mala persona: simplemente
puedes estar experimentando un fenómeno psicológico conocido como fatiga
de la compasión.
La
Asociación Americana de Psicología (APA) define la fatiga de la compasión como
el agotamiento emocional y físico que lleva a que la persona sienta menos
empatía o compasión por los demás. También se la llama estrés traumático
secundario, o el costo negativo de preocuparse por el otro. Puede ser el
resultado no solo de un estrés extremo, sino de un estrés a repetición, que
pasa a formar parte de la vida cotidiana, generalmente a través de un trabajo o
de un voluntariado.
La
fatiga de la compasión puede presentarse en cualquier persona, pero es más
frecuente en aquéllos que cuidan de otros, desde cuidadores familiares y
personal de hogares de vida asistida, hasta profesionales de salud. En las
personas que se enfrentan a diario, como durante la pandemia de COVID-19, con
situaciones emocionales extremas, que coquetean con la vida o muerte.
Todos
están expuestos: voluntarios de tiempo parcial o empleados en organizaciones
caritativas de tiempo completo. Es la cercanía a la dolorosa realidad, ante la
cual hay que poner buena cara, y trabajo arduo y constante. De hecho, es una
afección democrática, puede aparecer en personas de todas las razas, edades y
credos. El común denominador es tal vez el trabajo con el cuidado y la
atención del otro, ya sea en un banco de comidas, en enfermería o
en una unidad de terapia intensiva.
Según
el Compassion Fatigue Awareness
Project (Proyecto de Concientización sobre la Fatiga de la Compasión),
las señales de la fatiga de la compasión pueden ser similares a otras
afecciones, e incluir:
·
Sentirse agobiado por el
sufrimiento de los demás
·
Negar ese sufrimiento, e
incluso culpar a otros por su sufrimiento
·
Perder el placer por las
pequeñas cosas
·
Sentir que se trabaja más,
pero se logra menos
·
Sentirse irritable más
fácilmente
·
Dificultad para concentrarse
·
Insomnio y pesadillas
·
Fatiga física y mental
·
Reprimir las emociones
·
Sentimientos de desesperanza o
impotencia
·
Quejarse con más frecuencia
sobre el trabajo y la vida
·
Comer en exceso
·
Uso excesivo de drogas o
alcohol
·
Desentenderse del cuidado
personal
Si
este estado perdura, puede afectar la vida diaria y profesional, la persona
comienza a recibir quejas de sus seres queridos y de sus jefes en el lugar de
trabajo.
La
misma fuente agrega que la negación es uno de los síntomas más perjudiciales “porque
evita que aquellos que están experimentando fatiga por compasión evalúen con
precisión qué tan fatigados y estresados están en realidad, lo que les impide
buscar ayuda”.
La
crisis de COVID-19 sigue siendo relativamente nueva, pero la fatiga de la
compasión no lo es. Ya se observó y estudió en personas que trabajan con
víctimas de tortura, terrorismo, eventos masivos como guerras o más íntimos
como la violencia doméstica.
En un
artículo de la APA, Nora Phillips, abogada y directora legal de la
organización sin fines de lucro Al Otro Lado, contó su experiencia con la
fatiga de la compasión en 2019, antes de la pandemia, cuando se instaló en
los titulares la crisis de los inmigrantes que llegaban en caravana a la
frontera México-Estadounidense.
Phillips
había estado trabajando con migrantes en la frontera desde 2011, y, como dice,
“nunca fue fácil”. Pero las políticas extremas que entraron en vigencia en 2017
dejaron a abogados sin espacio para ayudar a las personas. De repente,
herramientas legales que antes permitían a migrantes pedir asilo más fácilmente,
o aplicar para DACA (la ley para los inmigrantes traídos a los Estados Unidos
en la infancia) se estaban esfumando. Phillips se sintió abrumada.
“Siempre
me refiero a mí misma como un depositorio de tristeza”, cuenta en el artículo
de la APA. Pero comenzó a tener síntomas de fatiga de la compasión, y con ella,
la culpa. En especial esa sensación de sentir que el problema propio es mucho
menor que el de la persona a la que se intenta ayudar. Para ella, el remedio
para su afección fue el apoyo de pares, más colegas trabajando los casos
imposibles. Una red de contención que parecía que estaba perdiendo.
The American Institute of
Stress explica la cronología de
la fatiga de la compasión como un proceso de acumulación que puede durar meses
o años, como el residuo emocional que se va apilando con la tensión de la
exposición al trabajo con víctimas de eventos traumáticos.
Comparándola
con el agotamiento, remarca una diferencia clara: una vez que se manifiesta, la
fatiga de la compasión tiene un inicio más rápido, mientras que el agotamiento
emerge con el tiempo. La fatiga por compasión tiene una recuperación más rápida
(menos severa, si se reconoce y se maneja temprano).
El
doctor Frank Ochberg, autor del libro When Helping Hurts (Cuando
ayudar lastima), explica que la fatiga de la compasión te “come la energía”. “Tu
capacidad para sentir y cuidar a los demás se erosiona debido al uso excesivo
de tus habilidades de compasión. También puedes experimentar una suerte de
embotamiento emocional, en el que reaccionas ante situaciones de manera
diferente a lo que normalmente se esperaría”.
La
fatiga de la compasión suele presentarse con más frecuencia en personas que
están en contacto con otras en desgracia, pero también surge en campos más
solitarios, como la investigación científica de laboratorio.
La Universidad
de Washington ofrece una lista práctica de lo que habría que hacer, y lo
que no, para enfrentar la fatiga de la compasión en este campo (cuando, por
ejemplo con una pandemia como la de COVID, hay una presión mundial por buscar
soluciones médicas para remediarla). Aunque enfocados, estos tips son
aplicables a cualquiera que presente síntomas de esta especial fatiga.
Lo que hay que hacer
·
Encontrar a alguien con quien
hablar
·
Entender que lo que sientes es
normal
·
Ejercitar y comer
apropiadamente
·
Tomar un tiempo libre
·
Desarrollar intereses (o no
perder intereses) por fuera de la urgencia de la investigación
Lo que no hay que hacer
·
Culpar a otros
·
Desarrollar el hábito de
quejarse
·
Cambiar de trabajo o tarea
·
Trabajar más y más duro
·
Automedicarse
·
Negar las propias necesidades
e intereses
Según
indica el proyecto de concientización sobre esta afección, “aceptar la
presencia de la fatiga de la compasión en nuestras vidas solo sirve para
validar el hecho de que somos personas que se preocupan profundamente. En algún
lugar de nuestro camino de curación, la verdad se presentará: no tenemos que
tomar una decisión. Es posible practicar un autocuidado saludable y continuo
mientras se cuida con éxito a los demás”. HD
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