La resaca, para la mayoría de las personas, debe ser un mal común tras
una noche festiva. Sin
embargo, no a todo el mundo le afecta igual la ingesta de alcohol. La respuesta
varía mucho en función de cada individuo, de factores ambientales y temporales.
Todos ellos pueden afectar de forma importante a
la hora de sufrir esta inevitable sensación de indisposición (y, a veces, de
arrepentimiento por no haberla evitado) o a que sea de mayor o menor
intensidad. Aunque sabemos cuáles suelen
ser sus desencadenantes, se desconoce todavía cuál es la causa específica que
provoca que padezcamos resaca. Tampoco sabemos cuáles son las razones que se
esconden detrás de todos los efectos asociados a ella.
¿Dónde
está la causa de la resaca?
Si investigamos un poco en la literatura
científica, los síntomas de la resaca se han intentado justificar por
diferentes motivos. El primero de ellos es la deshidratación. Pero también se apela
a la alteración de la concentración de sustancias endógenas (que se producen en
el cuerpo de manera natural) como la glucosa o algunas hormonas. Esto podría
suceder por la ingesta de grandes cantidades de alcohol, que da lugar a
concentraciones elevadas de etanol y de sus productos de degradación en sangre.
Sin embargo, no está muy claro que el malestar
asociado a la resaca se deba a estas alteraciones y todavía se está
investigando su origen.
En estos últimos años, algunos investigadores han relacionado el
malestar y los síntomas con un origen inmunológico que desencadena la
liberación de sustancias endógenas relacionadas con el dolor y con los procesos
inflamatorios. Estas serían las causantes del dolor de cabeza y del malestar
corporal general. Mientras
dejamos a los investigadores que identifiquen las verdaderas causas de la
resaca, evaluaremos qué fármacos tenemos a nuestro alcance para lograr llevar
estos síntomas de la mejor manera posible. Para ello, debemos entender primero
cómo actúa el alcohol en nuestro organismo.
Así
discurre el alcohol por su cuerpo
Cuando tomamos una bebida alcohólica, el etanol que
contiene se absorbe con gran rapidez en el tracto gastrointestinal para después
llegar al hígado. Este órgano se encarga de la metabolización a través de unas
enzimas denominadas alcohol deshidrogenasa (ADH). Si se mantiene la ingesta de alcohol durante períodos
prolongados, la intensa actividad enzimática hepática puede repercutir sobre la
salud del propio hígado. Este puede sufrir alteraciones debido a la acumulación
de metabolitos del etanol que pueden dañar a las células hepáticas. Además, estos productos de degradación pueden provocar
inflamación y dar lugar a la aparición de un hígado graso por alcohol, que es
la etapa inicial y más temprana de las alteraciones que puede sufrir el hígado
y que puede desencadenar una hepatitis alcohólica o una cirrosis en los casos
más graves. Dicho esto, y sabiendo las
graves consecuencias que tiene el consumo abusivo de alcohol, veamos si los
tratamientos más utilizados para superar ese mal trago (nunca mejor dicho)
están haciendo más daño que beneficio.
Tras
noches de desenfreno, ibuprofeno, no paracetamol
Si ya ha pasado por una de estas etapas habrá
recurrido al paracetamol o al ibuprofeno esperando resultados milagrosos para
mitigar los síntomas. Pero ¿conoce cómo funcionan estos fármacos?
En primer lugar, el paracetamol es un fármaco con propiedades
analgésicas y antipiréticas, muy eficaz para controlar la fiebre o tratar el
dolor. Por eso es uno de los medicamentos de elección para tratar procesos que
cursan con dolor. Sin
embargo, estas moléculas no tienen actividad antiinflamatoria, por lo que si el
dolor está asociado a procesos inflamatorios es menos eficaz. Este medicamento, a dosis terapéuticas, es seguro y no
presenta efectos tóxicos. Una vez absorbido y en el torrente circulatorio se
metaboliza en el hígado y la molécula intacta y sus metabolitos se eliminan a
través del riñón principalmente.
Por su parte, el ibuprofeno pertenece al grupo de antiinflamatorios no esteroides
y posee actividad antipirética, analgésica y antiinflamatoria. Normalmente se
prescribe para dolor causado por procesos inflamatorios como puede ser
artritis, dolor de dientes o muelas, lesiones musculares o dolor menstrual. A diferencia del
paracetamol, el ibuprofeno no produce daños a nivel del hígado, si bien debido
al propio mecanismo de acción antiinflamatorio puede afectar a la mucosa
gástrica y dañar esta barrera protectora del estómago. Pero lo hará en menor
medida que otros fármacos del grupo de los antiinflamatorios.
El
paracetamol hará trabajar más a nuestro hígado si hemos consumido alcohol
El problema de tomar paracetamol tras una excesiva
ingesta de alcohol está relacionada con el mecanismo de metabolización de
ambos. ¿Recuerda
la enzima ADH? Pues bien, esta enzima metaboliza el alcohol en la mucosa
gástrica e hígado para transformarlo en una molécula más fácil de eliminar del
organismo. Pero cuando bebemos en exceso, esta enzima se satura y debe pedir
ayuda a otra: la enzima CYP2E1. Y lo hará en grandes cantidades porque el
alcohol funciona como inductor sobre este sistema enzimático.
Por su parte, el paracetamol se metaboliza también en el hígado a través
de dos procesos: el 80% por conjugación con ácido glucorónico y el 20% mediante
la enzima CYP2E1. Como
ven, esta enzima participa tanto en el proceso de metabolización del alcohol
como en el del paracetamol. Aquí viene el problema. Esa pequeña parte del paracetamol que se metaboliza
mediante la enzima CYP2E1 se transforma en un metabolito altamente reactivo, el
NAPQI, lo que puede producir estrés oxidativo y la muerte de las células. En
condiciones normales, podemos eliminarla gracias al glutatión, pero cuando
hemos bebido mucho alcohol, se complica el proceso. ¿Por qué? Porque nuestro organismo tendrá los niveles
de la enzima CYP2E1 muy elevados (para poder metabolizar el alcohol), así que
el paracetamol tiende a utilizar su vía secundaria de metabolización (por
CYP2E1). De esta forma, se generará mucho
más NAPQI y, si el organismo no consigue eliminarlo (porque el glutatión es
limitado), podría generar daño hepático.
Llegados a este punto, nos preguntamos ¿cuál debería ser nuestra
elección? Analizando las dos moléculas, es aconsejable emplear el ibuprofeno. De manera adicional,
si tal como se describe la resaca está asociada a un proceso inflamatorio, el
ibuprofeno además de su acción analgésica va a actuar sobre la inflamación y,
por lo tanto, será más eficaz. De
cualquier forma, hay que tener precaución ya que el ibuprofeno puede potenciar
la actividad irritante del alcohol a nivel gástrico, al alterar la barrera del
estómago. Pero esto no suele ocurrir tras ingerir una única dosis adecuada de
este antiinflamatorio, sino tras la toma continuada del mismo cuando se emplean
dosis muy elevadas. No obstante,
recordemos que el mejor remedio para la resaca es no consumir alcohol. O, al
menos, no en grandes cantidades. FJOE
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