Durante el episcopado de Serapión hubo una controversia en Rhossos de Cilicia acerca de la lectura pública del llamado «Evangelio de Pedro», que era un escrito apócrifo de origen gnóstico. Al principio, Serapión, que no había leído el libro y tenía confianza en la ortodoxia de su grey, permitió que se leyera en público. Más tarde, pidió una copia de la obra a la secta que lo propagaba, «a los que solemos llamar Docetas» (es decir, ilusionistas, porque sostenían que la humanidad de Cristo era aparente y no real). Tras de leer el libro, el santo escribió a la Iglesia de Rhossos para prohibir que se siguiese leyendo, porque había descubierto en él «ciertas adiciones a la verdadera doctrina del Salvador». En esa carta san Serapión anunciaba a los cristianos de Rhossos que pronto iría a exponerles la verdadera fe.
En el Oriente no se venera a san Serapión. En cambio, su nombre figura en el Martirologio Romano, y figuraba en el martirologio Carmelitano, pues, por extraño que parezca, en algún momento en la Orden supusieron que el santo perteneció a ella.
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