Señor, al saber que me estás esperando me
he sentido indigna de ese amor, de ese beneficio... Yo te amo, Señor, pero a veces siento que soy avara de ese amor...
que no pienso, que no reparo que si he conocido lo que es amarte…. que sea
posible que no lo grite a los ‘cuatro vientos’ y no solo que no lo grite
sino que guarde silencio a veces por ‘respeto humano’, porque no se sonrían
burlonamente, por no entran en discusión... porque no me tachen de ‘mocha’... ¡Qué
gran cobardía! ¡Perdón, mi amado Jesús!
El Papa Francisco nos lo pide. La Iglesia nos lo pide y Tu mi Jesús
Sacramentado, nos lo pediste desde hace muchos siglos... pero no nos animamos a
dar la respuesta con decisión, con una postura radical y
valiente. La respuesta tiene que ser ahora y desde este momento.
Tenemos un serio y grave compromiso como hijos de
Dios, de ser verdaderos apóstoles. Este
compromiso me enfrenta primero, con los más cercanos, con los seres que me
rodean, con las personas que forman mi familia y mi entorno.
En todo momento, tu nos pides, Señor, que estemos
‘en pie de lucha’, que quiere decir que no deje
pasar la ocasión para acercarme a quién pudiera sentir o pensar que me
necesita.
Solemos decir: - “No, yo no me meto... yo no digo nada, cada quién su
vida”... Es cierto que a veces no es fácil abordar o penetrar en la forma de
vivir de las personas, pero si están muy cerca de nosotros, tal vez no sea tan difícil buscar
la ocasión para poder brindarle a esa persona, nuestro apoyo y consuelo,
hablándole de Dios, del amor que nos tiene, de que trate de
encontrar o recuperar esa fe que no se sabe en qué momento se perdió... y orar,
orar mucho por esa persona, ante ti, ante este misterio de amor que nos brindas
diariamente.
Tu nos oyes siempre y la oración puede no cambiar las cosas... pero si
cambia los corazones y la forma de ver las cosas. Ya no
podemos decir: - “Eso hay que dejárselo a los sacerdotes”. Los sacerdotes son
pocos y la mies es mucha.
No lo olvidemos.... ha llegado nuestro momento.
Si estamos convencidos de que tenemos la VERDAD en nuestra religión
católica, es indispensable que esa VERDAD la trasmitamos con el mismo ardor no,
con muchísimo más ardor que invitamos y casi empujamos a los amigos animándolos
para que vayan a ver una obra de teatro o película, que nos pareció excelente o
que no se pierdan un paseo o lugar sensacional porque los queremos y deseamos
que disfruten tanto como nosotros lo disfrutamos...
Seguir a Cristo es una aventura tan maravillosa
para el ser humano que en ello hemos de poner toda la fuerza de nuestra
existencia.
Seguir a Cristo es participar de la verdad sublime de sabernos hijos de
Dios y herederos del Cielo... pero no para nosotros solos...
No tengo que tener miedo o reparo de hablar, de escribir, de mostrar que
amo y sigo a Dios, de ti, Jesús, de la Santísima Virgen a los demás... hay
tanta ansia en el corazón de los hombres y mujeres de encontrar un
camino... y nosotros les podemos hablar de ti, del único Camino, del que dijo:-
“Yo soy la Luz, Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida, quién cree en mí no
morirá”. ¡Qué triste no compartir, no participar a los demás de esa
grandeza de amor que ciega la vista por ser más luminosa que el mismo sol...!
Hemos de ser valientes con nuestra fe y proclamarla.
Hablemos con los que nos rodean, de esta
‘gran experiencia’ que aún en medio de los sufrimientos o infortunios, nos
traerá la paz en nuestro diario caminar por la vida. MEdeA
No hay comentarios.:
Publicar un comentario