viernes, 4 de febrero de 2022

Día litúrgico: Sábado IV (C) del tiempo ordinario

Texto del Evangelio (Mc 6,30-34): En aquel tiempo, los Apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y lo que habían enseñado. Él, entonces, les dice: «Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco». Pues los que iban y venían eran muchos, y no les quedaba tiempo ni para comer. Y se fueron en la barca, aparte, a un lugar solitario. Pero les vieron marcharse y muchos cayeron en cuenta; y fueron allá corriendo, a pie, de todas las ciudades y llegaron antes que ellos. Y al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas.
 
«‘Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco’.
Pues los que iban y venían eran muchos, y no les quedaba tiempo»
 
Comentario: Rev. D. David COMPTE i Verdaguer (Manlleu, Barcelona, España)
 
Hoy, el Evangelio nos plantea una situación, una necesidad y una paradoja que son muy actuales.
Una situación. Los Apóstoles están ‘estresados’: «Los que iban y venían eran muchos, y no les quedaba tiempo ni para comer» (Mc 6,30). Frecuentemente nosotros nos vemos abocados al mismo trasiego. El trabajo exige buena parte de nuestras energías; la familia, donde cada miembro quiere palpar nuestro amor; las otras actividades en las que nos hemos comprometido, que nos hacen bien y, a la vez, benefician a terceros... ¿Querer es poder? Quizá sea más razonable reconocer que no podemos todo lo que quisiéramos.
Una necesidad. El cuerpo, la cabeza y el corazón reclaman un derecho: descanso. En estos versículos tenemos un manual, frecuentemente ignorado, sobre el descanso. Ahí destaca la comunicación. Los Apóstoles «le contaron todo lo que habían hecho» (Mc 6,30). Comunicación con Dios, siguiendo el hilo de lo más profundo de nuestro corazón. Y —¡qué sorpresa!— encontramos a Dios que nos espera. Y espera encontrarnos con nuestros cansancios. Jesús les dice: «Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco» (Mc 6,31). ¡En el plan de Dios hay un lugar para el descanso! Es más, nuestra existencia, con todo su peso, debe descansar en Dios. Lo descubrió el inquieto Agustín: «Nos has creado para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que no descanse en ti». El reposo de Dios es creativo; no ‘anestésico’: toparse con su amor centra nuestro corazón y nuestros pensamientos.
Una paradoja. La escena del Evangelio acaba ‘mal’: los discípulos no pueden reposar. El plan de Jesús fracasa: son abordados por la gente. No han podido ‘desconectar’. Nosotros, con frecuencia, no podemos liberarnos de nuestras obligaciones (hijos, cónyuge, trabajo...): ¡sería como traicionarnos! Se impone encontrar a Dios en estas realidades. Si hay comunicación con Dios, si nuestro corazón descansa en Él, relativizaremos tensiones inútiles... y la realidad —desnuda de quimeras— mostrará mejor la impronta de Dios. En Él, allí, hemos de reposar.
 
Pensamientos para el Evangelio de hoy
 
«Si no es con Dios o por Dios, no hay descanso que no canse» (Santa Teresa de Jesús)
«El descanso divino del séptimo día no se refiere a un Dios inactivo, sino que subraya la plenitud de la realización llevada a término, dirigiendo al mismo una mirada ‘contemplativa’, que ya no aspira a nuevas obras, sino más bien a gozar de la belleza de lo realizado» (San Juan Pablo II)
«El obrar de Dios es el modelo del obrar humano. Si Dios ‘tomó respiro’ el día séptimo, también el hombre debe ‘holgar’ y hacer que los otros, sobre todo los pobres, ‘recobren aliento’ (Ex 23,12). El sábado interrumpe los trabajos cotidianos y concede un respiro. Es un día de protesta contra las servidumbres del trabajo y el culto al dinero» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2.172)

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