Un beso, una rosa, son símbolos del amor, son signos del amor hacia la esposa, hacia la novia, que evidentemente no se reduce a eso, porque también Judas le dio un beso a Jesús, y eso no significaba mucho amor, porque fue el beso de la entrega. Y también sabemos que hay gente que usa las rosas tan sólo para entregar espinas a los demás, y no son signo del amor. Sin embargo, cuando se acompañan del verdadero amor, estos pequeños símbolos siempre están presentes, un beso, una flor, una caricia.
Lo mismo sucede con el infinito amor de Dios que nos tiene a nosotros. Los sacramentos son ese beso, son esa rosa; son de alguna manera un modo privilegiado de cómo la naturaleza es asumida por Dios y se convierte en una mediación en la vida sobrenatural, cómo Dios aprovecha lo que tenemos en esta tierra para a través de ello entregarnos su amor. Y de ahí que, a través de un pan, que es lo más común para todos, que es alimento básico de casi toda la humanidad, que los mismos pobres van buscando “denme un poco para un pan”, a través de algo tan común Dios nos da lo más grande. El pan nutre y también el sacramento lo hace pero en la vida sobrenatural; el pan hace entrar en comunión y también la comunión lo hace pero a través de la vida sobrenatural.
Sigamos disfrutando de esta hermosa dinámica de amor que Dios nos tiene a cada uno de nosotros, dejémonos tocar por Él para que empapados, embargados del infinito amor de Dios, podamos transmitirlo a los demás, aprovechando esos signos, esos símbolos que son sus sacramentos. AL
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