Tras casi 2 años de pandemia, una de las mayores preocupaciones de los
científicos, y de la población en general, es si Ómicron será la última
variante de preocupación del coronavirus o si el SARS-CoV-2 seguirá mutando en
nuevas versiones, más contagiosas o más severas, o más leves. En este tiempo, la principal herramienta
científica para frenar las hospitalizaciones y la muerte por COVID-19 han sido
las vacunas.
Ahora, un nuevo estudio ofrece datos alentadores: las variantes de la
COVID-19 no logran romper el efecto protector de las vacunas. Los inoculantes
continúan brindando protección contra el virus durante mucho tiempo porque,
además de anticuerpos, estimulan la formación de células T, células del sistema
inmunitario con «memoria de hierro, que saben cómo combatir al virus incluso
cuando cambia de rostro gracias a las mutaciones», dijeron los científicos.
La investigación fue realizada por investigadores del Instituto de
Inmunología de La Jolla, en San Diego, EEUU, en colaboración con el Hospital
IRCCS Policlínico San Martino de Génova y la Universidad de Génova, Italia.
El estudio, publicado en la revista Cell, indica que la aparición de
nuevas variantes del virus SARS-CoV-2 representó el principal obstáculo para
superar la pandemia en los últimos 2 años: las mutaciones acumuladas por el
virus lo hacen menos reconocible para los anticuerpos desarrollados después de
la vacunación. La aparición de la variante Ómicron acentuó esta tendencia. Sin
embargo, numerosos estudios de los últimos meses demostraron que si bien la
primera línea de defensa que representan los anticuerpos específicos contra la
proteína espiga del SARS-CoV-2 pierde su eficacia, esto no sucede con las
células T del sistema inmunitario.
El sistema inmunitario se divide en dos grandes grupos de células que
contribuyen a una respuesta inmunitaria eficaz. El primero está ligado a la
activación de los linfocitos B, responsables de la producción de anticuerpos
que son capaces de reconocer y combatir al virus.
La segunda está ligada a la activación de los linfocitos T, células de
memoria inmunológica que persisten durante mucho tiempo incluso tras una
posible disminución de anticuerpos, como ocurre en las personas vacunados
contra la COVID-19 en los que existe una disminución de los niveles de
anticuerpos ya dentro de los 6 meses posteriores a la vacunación
La respuesta efectiva de las células T no evita la infección, sin
embargo, ayuda a reducir el riesgo de desarrollar una forma grave de COVID-19.
El nuevo estudio ahora confirmó esta hipótesis. La investigación se realizó en
96 personas que habían recibido alguna de las vacunas disponibles o en
evaluación en los Estados Unidos: Pfizer/BioNTech, Moderna, Johnson y Novavax.
Entre los participantes del estudio, ninguno había recibido la dosis de
refuerzo. Las pruebas realizadas a los seis meses mostraron que,
independientemente de la vacuna aplicada, las células T desarrolladas después
de recibir una dosis de la vacuna, pudieron reconocer de manera efectiva todas
las variantes del coronavirus, incluida Ómicron.
En concreto, el 90% de la eficacia de la respuesta inmune por parte de
las células T se conservaron frente a las variantes anteriores a Ómicron. Con
la variante identificada en Sudáfrica, estos porcentajes bajaron al 84% y 85%
respectivamente. Estos resultados se explican por el diferente funcionamiento
de los linfocitos T en comparación con los anticuerpos.
«Se observó que las células T de cada individuo vacunado están
entrenadas para reconocer no un solo elemento de la proteína espiga del
SARS-CoV-2, sino un promedio de unas 20 piezas diferentes del virus», explicó
Gilberto Filaci, director de la Unidad de Bioterapia del Hospital Policlínico
IRCCS San Martino y uno de los autores del estudio.
«En la práctica, estas células se comportan como alguien que puede
reconocer a una persona a partir de 20 detalles diferentes del rostro: incluso
si luego usa un par de anteojos o se corta el cabello, es muy poco probable que
estos cambios sean tales como para hacer la identidad de la persona
irreconocible», detalló. Esta característica, según Filaci, es un hallazgo
alentador tras 2 años de pandemia.
«Dados los resultados de las pruebas a los 6 meses de la vacunación, es
muy probable que las células T de las personas vacunadas den lugar a una
protección inmunológica a largo plazo o muy duradera frente a futuras variantes
de enfermedades graves», concluyó el investigador. BP
No hay comentarios.:
Publicar un comentario