sábado, 8 de diciembre de 2018

Buscar a Dios

Todo el que es de la verdad, escucha mi voz.
No todos los que han abandonado la práctica religiosa tienen la misma postura ante Dios. Algunos rechazan todo contacto con lo religioso; Dios les resulta un ser incómodo y amenazador del que prefieren prescindir. Otros viven absolutamente despreocupados de estas cosas; les basta con ir resolviendo los problemas de cada día: Dios no tiene sitio en su vida. Hay, sin embargo, un número creciente de no practicantes en los que comienza a despertarse una inquietud religiosa.
No es fácil expresar lo que sienten ni lo que buscan. Ciertamente no están pensando en volver al cristianismo que un día conocieron y que, por una razón o por otra, han abandonado. Su búsqueda se sitúa ahora a otro nivel diferente. Andan detrás de algo que ni ellos mismos aciertan a definir con precisión.
Lo que conocen de la Iglesia les parece excesivamente complicado. El lenguaje eclesiástico les resulta difícil. Tampoco les convence mucho la vida de otros cristianos practicantes que conocen. Pero sienten la necesidad de algo que dé más coherencia y más sentido a su vida.
En el fondo de todo está la cuestión de Dios. La mayoría no duda de que Dios existe. Pero, ¿cómo es ese Dios del que la Iglesia habla tanto? ¿Es un Dios terrible y peligroso del que uno no se puede fiar nunca del todo? ¿Es un Dios bueno que entiende nuestra debilidad y busca siempre sólo nuestro bien?
Pero, ¿con quién hablar de todo esto? Al que se ha alejado de la Iglesia no se le hace fácil acercarse a un sacerdote. Es normal. Si al menos pudiera hablar con toda confianza con algún amigo creyente. Porque es bueno escuchar la experiencia de alguien que vive gozosamente su fe para aclarar equívocos, deshacer prejuicios o exponer las propias dudas.
En cualquier caso, lo importante son los pasos que uno mismo va dando por dentro. Hay preguntas que es bueno contestar: ¿Por qué he abandonado yo el contacto con lo religioso? ¿Me ha hecho bien alejarme de Dios? Ahora sé lo que es vivir de espaldas a la fe, ¿quiero terminar así mi vida? ¿No necesito encontrarme con un Dios Amigo?
Hay personas que se alejaron hace mucho de todo lo religioso, pero tampoco tienen nada contra Dios. En este momento no sabrían cómo rezar; han olvidado las palabras del Padre Nuestro; no les sale ninguna oración. Es difícil decir a Dios: «Tú me conoces y me entiendes. Ayúdame a vivir. Enséñame a creer». Puede parecer algo trivial y, sin embargo, una invocación sincera a Dios puede significar un cambio interior importante. Las palabras de Jesús son alentadoras: «Todo el que es de la verdad, escucha mi voz». JAP

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