Martirologio Romano: En distintas poblaciones de España, Beato Joaquín Jovaní Marín y 14
compañeros de la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos del Sagrado Corazón
de Jesús, asesinados por odio a la fe. († 1936)
Fecha de beatificación: 13 de octubre de 2013, durante el
pontificado de S.S. Francisco.
El ambiente anticlerical de la II República
española
El día 14 de abril de 1931 fue proclamada la II
República española, el nuevo régimen fue aceptado y acatado por la Iglesia en
España. El día 9 de mayo de 1931 los metropolitanos españoles escribían: “Particularmente
todos y cada uno de los prelados españoles han recordado ya a los fieles los
deberes que les ligan con las autoridades constituidas y la obligación que les
incumbe de cooperar al bien común y al mantenimiento del orden social. Los
metropolitanos españoles, reunidos, de nuevo ratifican plenamente estas
manifestaciones de los prelados, en la confianza de que las autoridades
respetarán los derechos de la Iglesia y de los católicos en una nación en que
la casi totalidad de la población profesa la religión católica”.
A los veintisiete días de la proclamación de la II
República española se desencadenó la violencia más brutal y salvaje contra todo
lo que tuviera algo de signo religioso, asaltando, saqueando, incendiando
iglesias, conventos, residencias y colegios religiosos.
La gente que había empuñado las riendas del Estado
antes había incitado a las masas a cometer los desmanes que luego realizaron,
quizá más pronto de lo que ellos mismos preveían...
El siervo de Dios Joaquín Jovaní Marín, a la sazón Director General de la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos, escribe, el 18 de abril de 1931, al siervo de Dios Mateo Despóns Tena -martirizado el día 13 de agosto de 1936-: “Por ahora todo sigue en paz, pero dentro de unos meses, cuando las turbas se vean defraudadas en las esperanzas concebidas por predicaciones infames, ¿qué podrá suceder? No quiero ni pensarlo, sino vivir cada día como me lo manda la Divina Providencia. ¡Ahora se hace más necesaria la vida de fe!”.
El siervo de Dios Joaquín Jovaní Marín, a la sazón Director General de la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos, escribe, el 18 de abril de 1931, al siervo de Dios Mateo Despóns Tena -martirizado el día 13 de agosto de 1936-: “Por ahora todo sigue en paz, pero dentro de unos meses, cuando las turbas se vean defraudadas en las esperanzas concebidas por predicaciones infames, ¿qué podrá suceder? No quiero ni pensarlo, sino vivir cada día como me lo manda la Divina Providencia. ¡Ahora se hace más necesaria la vida de fe!”.
Se oteaba en el horizonte la tragedia. Es muy
significativo lo que dice, en carta de 7 de mayo de 1931, al Director General
de la Hermandad el siervo de Dios Antonio Perulles Estivill, martirizado el día
12 de agosto de 1936 (el rector del Colegio de San José para Vocaciones
Eclesiásticas de Burgos): “Vino el señor arzobispo y les dijo (a los
seminaristas) que los que no estuvieran decididos a todo, hasta al martirio,
aprovecharan la ocasión de las vacaciones del verano para no volver al
seminario”.
El 11, 12 y l3 de mayo de 1931 muchas ciudades
españolas se convirtieron en una inmensa hoguera de iglesias, conventos,
colegios, quemados impunemente por las hordas. “Casi un centenar, entre templos
y casas religiosas, fueron pasto de las llamas en tres días de barbarie
popular”.
Y mientras la chusma quemaba, saqueaba, profanaba,
el Gobierno provisional de la II República y sus adláteres no pudieron -o no
quisieron- controlar tantos y tan serios desmanes. Dice Antonio Montero: “No le
quedan al historiador actas judiciales de un proceso que no llegó a iniciarse
contra los autores de tales desmanes. Ya esta ausencia de formal intervención
de la autoridad judicial denuncia de por sí que el Gobierno rehuía aclaraciones
excesivas de lo ocurrido. Consta también que la censura oficial impidió a los
periódicos de orientación católica dar la versión justa de los hechos, mientras
la prensa opuesta ofrecía a su clientela las más pintorescas interpretaciones”.
La persecución religiosa en Tortosa
Sin duda, la diócesis de Tortosa fue una de las que
sufrió más intensamente la persecución en los años de la guerra civil. Más de
trescientos sacerdotes de la diócesis fueron martirizados.
Dice doña Emilia Marín Vidal en el proceso: “El ser sacerdote era sentencia de muerte en aquellos días. Eso lo sabemos todo el mundo. Los rojos tenían la intención de acabar con todos los católicos. Yo en aquellos días confesaba y comulgaba cada semana, pero muy ocultamente, con todas las precauciones, porque nos hubieran matado de haberlo sabido”.
Isidoro Bover, el día 10 de abril de 1936 escribía a su hermano José María Bover diciéndole que en España se estaba imponiendo la dictadura del marxismo, en la que, como todos sabemos, unos pocos, a punta de armas, someten a los demás.
Dice doña Emilia Marín Vidal en el proceso: “El ser sacerdote era sentencia de muerte en aquellos días. Eso lo sabemos todo el mundo. Los rojos tenían la intención de acabar con todos los católicos. Yo en aquellos días confesaba y comulgaba cada semana, pero muy ocultamente, con todas las precauciones, porque nos hubieran matado de haberlo sabido”.
Isidoro Bover, el día 10 de abril de 1936 escribía a su hermano José María Bover diciéndole que en España se estaba imponiendo la dictadura del marxismo, en la que, como todos sabemos, unos pocos, a punta de armas, someten a los demás.
“Da la impresión de que nos hallamos ya en los
preludios de una dictadura izquierdista con máscara de legalidad, que es la más
odiosa de las dictaduras. Y hay síntomas de que esa dictadura será, si Dios no
lo remedia, la brecha para el paso de la dictadura roja. Por ahora no se ve en
el horizonte ningún claro por donde pueda brillar el sol”.
El Siervo de Dios José Manuel Claramonte Agut, en
uno de sus escritos, señala claramente quienes son los culpables de los hechos
acaecidos y también de los que luego ocurrirán:
"Los leales a Azaña y Martínez Barrio. Puede
ser que se molesten los aludidos tiranos y reclamen para sí toda la gloria por
los centenares de miles de asesinatos cometidos en el territorio sobre el que
se arrogan la suprema autoridad. Porque con su autoridad fueron convocados los
asesinos; en nombre de la misma autoridad se les dieron las armas a sus leales
sanguinarios; el criminal silencio de la autoridad aprobó la detestable
conducta de los milicianos, y la manifiesta impunidad del Gobierno alentó los
bajos instintos de sus satélites. Admitimos que los principales y casi únicos
responsables de los asesinatos son Azaña y Martínez Barrio; pero alguna parte
corresponde a los miserables asesinos que, aunque obrasen como instrumentos de
la llamada autoridad, no puede eximirse de la responsabilidad que de sus
propios actos corresponde a todo ser humano. La lista de los abominables hechos
es muy larga y espeluznante en sus detalles".
El delito de ser sacerdote
Era la causa única de su condena a muerte. Los
testimonios son unánimes en el proceso de Tortosa.
El sacerdote tortosino don Luis Riba Cano testifica en la causa del siervo de Dios Mateo Despóns Tena: “Es cierto que le mataron solamente por ser sacerdote. Me fundo en mi propia suerte. Yo era entonces diácono, y discutieron los del Comité si me debían o no matar; a pesar de haber acordado matarme, no lo hicieron porque todavía no había cantado misa y, por tanto, no había engañado dijeron- a nadie”.
El sacerdote tortosino don Luis Riba Cano testifica en la causa del siervo de Dios Mateo Despóns Tena: “Es cierto que le mataron solamente por ser sacerdote. Me fundo en mi propia suerte. Yo era entonces diácono, y discutieron los del Comité si me debían o no matar; a pesar de haber acordado matarme, no lo hicieron porque todavía no había cantado misa y, por tanto, no había engañado dijeron- a nadie”.
El señor Antonio Piñana Vizcarro testifica en la
causa del siervo de Dios Vicente Jovaní Ávila: “Las matanzas de sacerdotes eran
sólo por odio a la religión. En la misma fábrica donde yo trabajo oí muchas
veces decir a un jefe de control -impuesto desde Barcelona- que era necesario
acabar con todos los sacerdotes y con la religión”.
El entonces seminarista José María Reyes Mateu, en
la causa del siervo de Dios Joaquín Jovaní Marín, dice que en la llamada
“cárcel de Pilato” de Tarragona, donde tuvieron prisioneros a muchos
seminaristas de esta ciudad, juntamente con el siervo de Dios, “el día 10 de
agosto de 1936 me hicieron una especie de juicio. Me preguntaron si yo era
sacerdote. Les contesté que me faltaba un año para terminar la carrera. Me
dijeron que a los estudiantes nos necesitaba la República y que no nos harían
nada malo; solamente a los culpables -refiriéndose claramente a los sacerdotes-
les darían lo suyo”.
No se toleraba la existencia de signo alguno religioso.
En la causa del siervo de Dios Joan Vallés Anguera testifica el señor Francisco
Benaiges Vallés: “Hicieron un bando de que se habían de quemar todos los
cuadros e imágenes de santos. Querían acabar con toda la religión. Para
derribar los santos de la iglesia hacían ir, obligados, a los más católicos”.
Todo el que protegiera a un sacerdote era condenado a muerte. No se libró de esto ni el hermano del tristemente célebre Marcelino Domingo, ministro de la República desde 1931.
Doña Joaquina Fibla Frecet, cuñada de Federico Domingo -hermano de Marcelino-, ha dejado una declaración muy importante a este respecto, como testigo en la causa de los siervos de Dios Joaquín Jovaní Marín y Vicente Jovaní Ávila:
Todo el que protegiera a un sacerdote era condenado a muerte. No se libró de esto ni el hermano del tristemente célebre Marcelino Domingo, ministro de la República desde 1931.
Doña Joaquina Fibla Frecet, cuñada de Federico Domingo -hermano de Marcelino-, ha dejado una declaración muy importante a este respecto, como testigo en la causa de los siervos de Dios Joaquín Jovaní Marín y Vicente Jovaní Ávila:
“Por mediación de mi cuñado, Federico Domingo, el
siervo de Dios Joaquín Jovaní salió de la cárcel de la Casa de Pilato. Este
Federico, a pesar de ser hermano del ex ministro de la República, Marcelino,
era bueno y muy querido de todos. Mi marido fue a ver al siervo de Dios muchas
veces a esta cárcel, acompañado de Federico Domingo".
El siervo de Dios había conseguido dos pasaportes
para huir a Francia. “El uno era para el siervo de Dios y el otro para Joaquín
Jovaní Ávila, sobrino del siervo de Dios, por su condición de casado. Mi esposo
le dio dinero y proporcionó vestidos para este viaje... El siervo de Dios y su
sobrino Joaquín subieron al coche que los había de llevar a Francia. Los demás
quedaron en la pensión un rato. En esto llegaron unos sesenta milicianos, que
ocuparon la pensión y detuvieron a todos.
Entonces vieron los que estaban en la pensión que
había regresado el coche en el que viajaban los que marcharon a Francia, el
cual había sido detenido también por los milicianos y obligado a regresar a la
pensión. A todos los detenidos los llevaron a un retén y después a la checa de
San Elías.
Allí fueron a parar el siervo de Dios, con mi
marido, sus dos sobrinos, Vicente (sacerdote) y Joaquín, y además Federico
Domingo, que, como tantas veces he dicho, era el que los protegía por sus
circunstancias especiales. Los cinco fueron encerrados en la misma celda. De
esta celda los iban sacando de dos en dos. Mi marido se quedó solo, el último.
Al llamarle para declarar, preguntó por sus familiares, y los milicianos le
dijeron que estaban en un campo de concentración, menos Federico, que había
sido llevado a Madrid. Esto era mentira, como pudimos comprobar después de la
guerra, al encontrar juntos los cadáveres de Joaquín Jovaní, el sobrino y de
Federico Domingo".
El esposo de doña Joaquina fue puesto en libertad,
detenido nuevamente y asesinado en Castellón.
Resumen biográfico de D. Joaquín
Resumen biográfico de D. Joaquín
Nació el 16 de octubre de 1874 en Sant Mateu aunque
su familia se trasladó a vivir a Benicarló. Su familia era muy religiosa y
guardó una gran relación con el Beato Manuel Domingo y Sol, fundador de la
Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos. Realizó sus estudios en el
seminario de Tortosa y se licenció en Teología en el seminario de Toledo. Fue
ordenado presbítero el día 4 de junio de 1898 y el 12 de agosto ingresó en la
Hermandad fundada por Mosén Sol. Ocupó diversos cargos de responsabilidad en el
seminario de Toledo; director del colegio de San José de esa ciudad; director
del colegio de San Juan en Almería; administrador del Pontificio Colegio
Español de Roma, del que más tarde sería rector; profesor en el seminario de
Barcelona; rector del seminario de Tarragona. En 1927 fue elegido director
general de la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos, cargo que desempeñó
hasta 1933. En 1934, a petición del arzobispo, volvió a desempeñar el cargo de
rector del seminario de Tarragona. El inicio de la persecución religiosa le
sorprendió en el seminario de la Seu d´Urgell, en un cursillo de verano con los
seminaristas mayores de Tarragona. Como ya hemos comentado, allí le acompañó su
sobrino Vicente. En diferentes cartas había manifestado sus inquietudes y
presagios sobre el clima social y político que se vivía en España en 1936:
Únicamente el Señor sabe lo que nos espera en el transcurso de este año que hoy
comenzamos. La marea roja parece que va en aumento. ¿Llegaremos al final de la
zozobra? En manos de Dios estamos.
El 25 de julio por la tarde entró un grupo de
milicianos armados en la capilla donde estaban rezando vísperas. Superiores y
seminaristas quedaron detenidos en el mismo seminario. Se les comunicó a los
superiores la posibilidad de pasar a Andorra, salvando así su vida, pero la
rechazaron por no querer abandonar a sus alumnos. El 26 de julio un autobús y
dos camiones trasladan a los presos hasta Tarragona. Durante el trayecto se les
despojó de todas sus pertenencias. En Tarragona fueron liberados, Don Joaquín
fue acogido por la familia de un seminarista, allí se celebraba la Misa y se
rezaba el rosario de forma clandestina. El 2 de agosto un numeroso grupo de
milicianos fuertemente armados llamaron a la puerta exigiendo la presencia del
sacerdote, su respuesta fue: Alabado sea Dios; ha llegado la hora. Al ser
interrogado sobre su identidad, contestó: Soy sacerdote y rector del Seminario
de Tarragona. A partir de aquel momento quedó detenido y fue trasladado al
comité para ser interrogado. A las diez de la noche fue conducido al castillo
de Pilatos donde quedó preso. La familia del seminarista José María Reyes le
llevaba comida diariamente.
Por influencia de Federico Domingo fue liberado a
los pocos días. Se refugió en casa de su primo Justo Marín pero viendo que
corría peligro se trasladó junto a su sobrino Vicente a Barcelona, hospedándose
en la pensión El Carmen. Se le facilitó un pasaporte para ir a Francia junto a
su sobrino Joaquín, pero, como hemos visto anteriormente, fueron descubiertos y
apresados. Junto a ellos fueron detenidos su otro sobrino, Vicente, Federico
Domingo y Domingo Roig. Los cinco fueron encerrados en la misma celda de la
checa de San Elías. Después de los interrogatorios Domingo Roig fue puesto en
libertad, aunque moriría asesinado un mes después en Castellón. Los cuatro
restantes fueron llevados al cementerio de Montcada i Reixac, siendo allí
martirizados el 5 de diciembre de 1936.
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