Penitente
Franciscano, 04 de Diciembre
Martirologio Romano: En Siena, de la Toscana, beato Pedro Pettinaio, religioso de la
Tercera Orden de San Francisco, insigne por su peculiar caridad hacia los
pobres y los enfermos, y por su humildad y silencio (1289).
Pedro Pettinaio nació en Campi, región del Chianti,
provincia de Siena. De temperamento jocoso e impulsivo en su juventud, se
enmendó después de su conversión. Era fabricante y comerciante de peines, lo
que confirma el epíteto de pettinaio que siempre acompaña su nombre. Comenzó a
santificarse en el ejercicio de su profesión. Compraba y vendía siempre al precio
justo; la calidad de sus productos era tan apreciada por los sieneses que él
iba al mercado solamente después de las vísperas, para no condenar a la ruina a
sus competidores. Casó, pero no tuvo hijos, y al comprobar la esterilidad de su
mujer, hizo con ella el voto de castidad perfecta, pero se mostró excelente
esposo, procurando hacerla sentirse a gusto hasta en las cosas más pequeñas.
Frecuentaba asiduamente las predicaciones y los
oficios religiosos demostrando gran caridad para con los pobres. Visitaba
continuamente el hospital de Santa María della Scala, curando a los enfermos,
aplicando remedios y besando sus llagas. Vendió primero la viña de su propiedad
y luego la casa, conservando solamente lo que le permitía vivir modestamente y
fue a instalarse en una casucha cerca de la Puerta dell Ovile. Se inscribió en
la Tercera Orden de San Francisco y, después de haber renunciado a todo, se
esforzó por vivir el espíritu de la altísima pobreza.
Su incesante celo por las obras de misericordia lo
hizo adquirir pronto fama de gran santidad entre sus conciudadanos. En 1282 fue
encargado de escoger entre los detenidos de las prisiones a cinco hombres entre
los menos culpables, que debían ser liberados. En 1286 el común le confió el
cuidado de distribuir dinero a los pobres azotados por la carestía.
Era inclinado a la contemplación y gozó de
arrobamientos y éxtasis, a veces en presencia de compañeros. Hacia el final de
su vida parecía vivir siempre más retirado del mundo. Después de una grave
enfermedad, obtuvo el permiso para vivir en una celda del convento de los
franciscanos, donde pasaba las noches en oración. Mostraba una devoción
ardiente hacia la Virgen, ayunando en su honor el sábado y encomendándose a
ella noche y día. También fue peregrino, fue a Roma, a Pistoia y a Asís y a la
Verna. Su espiritualidad lleva la impronta franciscana. Después de 14 años de
esfuerzos adquirió el don de no hablar sino por necesidad. Por esto a menudo es
representado en la iconografía con un dedo sobre los labios, y es llamado el
Santo del silencio. Los Franciscanos le encomendaron los novicios, a los cuales
supo dirigir por el camino de la perfección.
Murió el 4 de diciembre de 1289 (según algunos, ¡de
128 años de edad!) y sus últimas palabras fueron una advertencia a Siena,
Florencia y Pistoia, a las cuales predijo grandes males.
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