Mí querida niña:
Ayer después de que hablamos quedé devastada. Perdóname, pero el dolor y
la ira pudieron más. ¿Dónde estaba yo?, ¿es que nunca escuché lo que me
contabas? Tantos reproches, tanta culpa por no haberte cuidado más, por no
haber sido más clara y sincera contigo. Asumí que ya sabias las cosas, que todo
lo tenías claro. Por algún motivo pensé que ya no necesitabas a mamá.
Parece que me olvidé que cuando la pasión apremia y las buenas
amistades están ausentes, la soledad y la tentación son grandes por mucho que
sepas de Dios y de la vida. Quizás
pensaste que todos lo hacían, que eras joven e independiente y lo podías todo.
Quizás solo quisiste vivir una aventura sin medir las consecuencias, así como
cuando te subes a una montaña rusa y luego del vértigo sigues con tu vida
normal. Era solo era un viaje del que pronto regresarías.
Te encontraste con la verdad de la manera más dura, comprobaste que todos
esos cuentos y todas esas ‘opciones’ de vida de las que te hablaban traen
consecuencias y muy duras. El sexo sin amor es una mentira, de esas que uno
prefiere creer porque la realidad es muy difícil. Es de ingenuos pensar que uno puede controlarlo todo. ¿Y si no
hubiera sido un hijo?, ¿Y si hubiera sido una enfermedad incurable? ¡Cómo me
reprocho el no haber estado más a tu lado! Perdóname, los padres también olvidamos que los hijos crecen y toman sus
propias decisiones.
No pienses que te juzgo o que estoy decepcionada de ti. Estoy enojada
con el mundo y con esas tonterías de ‘vive el momento’, de ‘haz con tu cuerpo
lo que quieras’. ¡Falsos, mentirosos! Yo también he caído…
He soñado con tus hijos tantas veces, y créeme que te he visto como la
mejor de las madres, sé que lo serás, ya lo estás siendo. Estoy orgullosa de la
decisión que has tomado y de escuchar de tu boca que jamás cruzó por tu mente
deshacerte de tu hijo. Pero, si pasó y no me lo has dicho, quiero que sepas que
también lo entiendo, no es fácil la situación que vives. Habla conmigo, no te
dejaré sola.
Nunca jamás hubiera querido que pases por
una situación tan difícil y por un dolor tan hondo. Tantos sueños y posibilidades que hoy se hacen difusos.
Posibilidades que desaparecen… pero ¡una vida más que se abre! Pero, de pronto
creciste y te has encontrado, de una manera inesperada, con aquello con lo que
tanto has soñado: un hijo.
Sé que el amor de Dios nunca disminuye, y en este momento es lo que me
ha dado fuerzas. Es lo que me lleva a tratar de verte no solo con los ojos de
tu madre dolida sino con los ojos de Jesús y poder amarte aún más
profundamente. El está a tu lado más que nunca. Agárrate de su mano y no
pierdas la esperanza. Estamos contigo y juntos pasaremos este momento que se
dulcifica con la llegada de ese niño, tu hijo, nuestro nieto. Veremos cómo tu
cuerpo irá cambiando, como el vientre te irá creciendo y a este pequeño le
hablaremos y contaremos historias con las que irá soñando.
Confía en nosotros, tus padres. Confía en que estaremos a tu lado para
ayudarte en cada momento, desde que nazca hasta el momento en que tengas que
contarle cómo fue concebido. No te hemos dejado nunca de amar, no lo haremos
jamás. Te amo, incondicionalmente. SR
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