Santos del NT, 28 de
Julio
Elogio:
Conmemoración de los santos Prócoro,
Nicanor, Timón, Pármenas y Nicolás, prosélito este último de Antioquía, que
formaron parte de los siete elegidos por la multitud entre los discípulos, por
considerarlos llenos de Espíritu y sabiduría, y a los cuales los apóstoles
impusieron las manos para que se dedicaran a atender a los pobres.
En Hechos
6,1-6 tenemos un eco, si bien muy débil, de la complejidad de la comunidad
primitiva. Nos enteramos, por ejemplo, que había dos grupos, los «hebreos» y
los «helenistas». No se sabe a ciencia cierta qué representaba cada uno de ellos.
Tradicionalmente (a partir de san Juan Crisóstomo) se considera que
«helenistas» son los judíos de habla griega; sin embargo, por ejemplo san Pablo
-que era un judío de habla griega- se llama a sí mismo «hebreo, hijo de
hebreos». Es poco probable que se trate de miembros de la comunidad venidos del
paganismo, ya que en los primeros años de la Iglesia, ésta funcionaba como una
rama dentro del judaísmo, y sus miembros eran judíos; en la actualidad tiende a
pensarse que los helenistas eran judíos que no hablaban hebreo, o que no
compartían el modo tradicional de los «hebreos» de entender el judaísmo. Como
sea, lo cierto es que la comunidad no era tan monolítica como el mismo relato
de Hechos parece transmitir, había, como en toda comunidad, distintas maneras
de ver las cosas, y de actuar en consecuencia.
Para solventar
estas «distintas sensibilidades», los Doce -presionados, según el propio relato
aclara- deciden instituir una función específica dirigida a «los helenistas».
Es verdad que en principio parece que se van a dedicar a funciones prácticas
(servir a las mesas, atender a las viudas), distintas de las que cumplen los
Doce («la oración y el ministerio de la Palabra»), sin embargo, lo poco que
conocemos de la actuación de estos nuevos ministros nos indica que ellos
también se dedicaron al servicio de la Palabra. La verdad es que sólo lo
sabemos por Esteban y Felipe, porque de los otros cinco, que son los que
celebramos hoy, apenas si se ha conservado el nombre.
Esteban
resultó el primer mártir de la Iglesia, el primer testigo de Cristo muerto por
la fe, y tiene su celebración especial el 26 de diciembre; Felipe también
destacó por su predicación (ver Hechos 8), y hay tradiciones asociadas a su
persona, aunque a veces se confundan, popularmente, con las del apóstol del
mismo nombre. De estos dos podemos deducir que el ministerio diaconal no
resultó ser sólo para servicios «prácticos», y ni siquiera se limitó a los
«helenistas», sino que abarcó un amplio campo de predicación.
Lamentablemente,
de los otros cinco, de Prócoro, Nicanor, Timón, Pármenas y Nicolás, los Hechos
no nos cuentan nada, y las tradiciones posteriores asociadas a sus nombres son
muy poco confiables. Nicanor, según estas leyendas, fue mártir en Chipre, y la
tradición latina lo celebraba (hasta el actual Martirologio Romano) el 10 de
enero. Pármenas fue considerado apóstol y mártir en Filipo de Macedonia, y su
fiesta en la tradición latina ocurría el 23 de enero. Prócoro es signado en la
leyenda posterior como obispo de Nicomedia y mártir en Antioquía, y en la
Iglesia latina se celebraba el 9 de abril. Y Timón era considerado mártir en
Corinto; su celebración en la Iglesia latina correspondía al 19 de abril.
Nicolás, en
cambio, por una tradición conservada por Clemente de Alejandría, fue asociado a
la herejía de los «Nicolaítas» mencionada en Apocalipsis (cap 2,6.15), y por
tanto, ni estuvo inscripto en el Martirologio, ni recibió culto. No obstante,
no parece acertada esta relación, y está claro que el Martirologio actual no se
hace eco de ella, al inscribirlo junto con sus compañeros en el catálogo de
santos.
De dónde salen
estas tradiciones sobre sus respectivos martirios, es imposible saberlo hoy, ya
que no hay fuentes históricas que los avalen; pero debe tenerse en cuenta que
en la antigüedad eclesiástica había cierto consenso de suponer que si fueron
personajes prominentes de la primitiva comunidad debieron morir mártires. La
inscripción en la fecha actual proviene de los sinaxarios bizantinos, y es muy
antigua; ya Baronio conocía esta fecha de celebración al realizar el primer
Martirologio Romano, pero prefirió mantener las cuatro inscripciones separadas
que había recibido de los martirologios medievales latinos.
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