Santa del NT, 03 de
Septiembre
Elogio:
Conmemoración de santa Febe, sierva del Señor entre los fieles de Cencreas, en
Grecia, que atendió a san Pablo y a otros muchos, según escribe el propio
apóstol en la carta a los Romanos.
Os recomiendo a
Febe, nuestra hermana, diaconisa de la Iglesia de Cencreas. Recibidla en el
Señor de una manera digna de los santos, y asistidla en cualquier cosa que
necesite de vosotros, pues ella ha sido protectora de muchos, incluso de mí
mismo.
(Rom 16,1-2)
Esto es todo
lo que tenemos sobre la diaconisa Febe, cuya fama excede con mucho estas dos
líneas. En alguna época se la tuvo por esposa de san Pablo, punto al que, para
refutarlo, dedican gran parte del artículo los bolandistas, en Acta Sanctorum;
pero realmente no merece demasiada argumentación, porque no hay nada en este
versículo -que es el único donde aparece- que apunte esa posibilidad.
En nuestra
época vuelve a ser recordada con frecuencia, a propósito del título de
diaconisa que le da san Pablo, ya que hace pensar en la existencia en aquella
época de un ministerio femenino ordenado. Sin embargo no es posible extraer
ninguna conclusión de este único testimonio: Romanos está en medio de la transición
del uso de la palabra ‘diáconos’ como genérico -en griego sólo quiere decir
‘servidor’-, tal como aparece en 2 Cor
3,6, por ejemplo, a un uso ya más especializado como nombre de un
ministerio ordenado, como en 1 Tim 3,8,
por ejemplo. Lo que no es intelectualmente demasiado honesto es pretender que
siempre que el Nuevo Testamento se refiere a un diácono, se trata de un
ministerio ordenado, excepto cuando habla de Febe; o su contrario: que el
diaconado como ministerio es una evolución muy posterior, post-bíblica, excepto
cuando se habla de Febe. Estos dos errores argumentales son muy frecuentes en
las disputas sobre el ministerio ordenado.
Si atendemos
al uso posterior del término, el nombre de «diaconisa» se siguió utilizando en
la literatura espiritual para referirse a las mujeres que se consagraban a Dios
como viudas, y no es raro encontrar en los martirologios latinos que una santa
«recibió el velo de las diaconisas», lo que no se refiere a ningún ministerio
ordenado, sino a la consagración en la viudez, evocando el papel de las viudas
en la primitiva comunidad cristiana, como «servidoras» de la comunidad. Por
supuesto esto no despeja la duda sobre la diaconía de Febe, pero nos muestra
que no es nada fácil deducir a lo que realmente se refiere una única cita
aislada.
Según parece,
Febe es la que va a entregar la carta a los romanos de parte de san Pablo
(«recibidla...»); «los santos» es el nombre como se reconocían los primeros
cristianos, al menos en algunas comunidades, y tenemos testimonio de ello tanto
en cartas de Pablo como en Apocalipsis. Sólo más tarde el título de «santo» se
reservó para los mártires, y más tarde aun para los cristianos de la Iglesia
triunfante, hasta derivar en nuestro uso moderno de título específico para
referirse a los oficialmente canonizados por la Iglesia. Cencreas, la comunidad
local desde la que escribe Pablo esta carta, era uno de los dos puertos de la
populosa ciudad de Corinto. No sabemos nada acerca de cuál es la protección que
brindó Febe a los cristianos, y entre ellos a Pablo, pero dadas las
características de las iglesias domésticas primitivas, podría ser tanto de
hospitalidad, como de ayuda ante las autoridades del lugar.
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