Aunque todavía hay incertidumbre sobre los beneficios clínicos y el
papel del plasma procedente de personas curadas de COVID-19, una nueva
investigación sugiere que el momento en el que se recoja dicho plasma es
determinante porque, cuanto antes se obtenga, mejor, ya que los anticuerpos
comienzan a desaparecer después de tres meses de tratamiento del inicio de los
síntomas.
Los resultados, que se publican en la revista Blood,
pueden tener implicaciones para el diseño de la vacuna y para los estudios de
prevalencia en comunidades que intentan evaluar cuántas personas se han
recuperado del virus. Cuando una persona se infecta con un virus, su
organismo produce anticuerpos para combatir la infección. Una vez recuperados,
los anticuerpos pueden permanecer en el plasma sanguíneo durante meses o
incluso años. En el tratamiento con
plasma de donantes curados de COVID-19, las personas que están enfermas reciben
plasma de un paciente recuperado con la esperanza de que refuerce su propia
capacidad para combatir el virus y limitar su gravedad.
A pesar de que se están realizando múltiples ensayos clínicos para
comprender mejor si el plasma de donantes curados es clínicamente beneficioso
para el tratamiento de la COVID-19, «una pregunta clave es en qué momento es
más efectivo recoger el plasma de donante en función de la presencia de
anticuerpos que ayudan a combatir el virus», afirmó la Dra. Renée Bazin, del
Hospital Héma-Québec (Canadá) y autora del estudio. «Según nuestros hallazgos,
los anticuerpos contra el coronavirus SARS-CoV-2 no son eternos».
En este pequeño estudio, realizado sobre 282 donantes de plasma de
covid-19 en Quebec, Canadá, se ha monitorizado a 15 adultos (11 hombres y 4
mujeres) que fueron diagnosticados y posteriormente se recuperaron de COVID-19.
Y aunque los síntomas variaron de leves a graves, ninguno fue hospitalizado por
su infección. Cada participante
donó su plasma entre 4 y 9 veces, la primera donación ocurrió entre 33 y 77
días después del inicio de los síntomas y la última entre 66 y 114 días.
La Dra. Bazin destacó que el estudio es uno de los primeros análisis
longitudinales que muestra que las personas que eran seropositivas, es decir,
que habían producido anticuerpos contra el virus que causa COVID-19, se vuelven
seronegativas, lo que significa que no hubo anticuerpos detectables a partir de
cierto momento. La disminución de anticuerpos a lo largo del tiempo
parece no estar relacionada con la cantidad de veces que se donó el plasma
sanguíneo y, en cambio, se debe más bien al periodo transcurrido desde la
infección y a una disminución natural de la respuesta inmunitaria. Los 15 donantes mostraron descensos en sus niveles de
anticuerpos al mismo tiempo, alrededor de 88 días, y la mitad de los
anticuerpos detectables disminuyeron en los 21 días posteriores.
«Los anticuerpos desaparecen rápidamente, por lo que las personas que se
están recuperando del covid-19 y que desean donar plasma sanguíneo no deben
esperar demasiado una vez que sean elegibles para donar», afirmó la
investigadora.
Para este análisis, el equipo se centró en los anticuerpos contra un
objetivo del virus llamado dominio de unión al receptor (RBD). RBD es una
proteína en la superficie del virus que actúa como una llave. Se une al
receptor ACE-2 en la superficie de la célula y, a su vez, abre una puerta a
través de la cual el virus entra e infecta la célula. Pero el sistema inmunológico puede
desarrollar anticuerpos RBD que inhiben la capacidad de la proteína para
encajar y abrir la puerta a través del receptor ACE-2, evitando así que el
virus entre en las células.
«Según nuestros hallazgos, lo ideal es que los médicos utilicen plasma
que se obtiene lo más precozmente después de la aparición de los síntomas del
donante y verifiquen la presencia de anticuerpos antes de administrar plasma
del donante a un paciente», subrayó la Dra. Bazin. En este caso, casi el 7% de los 282
donantes originales no tenía anticuerpos detectables en su primera donación y
esta proporción se duplicó al evaluar a los donantes que de demoraron más de 11
a 12 semanas después de la aparición de los síntomas antes de donar.
El hecho de que los anticuerpos disminuyan después de una infección
natural tiene implicaciones prácticas, no solo para ayudar a informar las
políticas sobre cuándo el plasma de donante es más efectivo (es decir, antes de
que la respuesta inmune comience a disminuir), sino que también puede tener
implicaciones para estudios de seroprevalencia que miden cuántas personas en
una comunidad tienen anticuerpos contra el virus.
«Según nuestros hallazgos, si los anticuerpos disminuyen entre tres y
cuatro meses después de un pico de infección, podríamos subestimar la
prevalencia de la infección en comunidades o poblaciones», explicó esta
investigadora.
Los autores del estudio planean controlar en el tiempo a los donantes de
sangre de plasma y, aunque no seleccionaron un plasma específico (por ejemplo,
aquellos con solo títulos de anticuerpos altos) para este análisis, los
análisis futuros intentarán determinar si cierto plasma es más beneficioso. BP
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