La OMS “recomienda
a todas las madres la lactancia materna exclusiva durante los primeros 6 meses,
con el fin de ofrecer a sus hijos
un crecimiento, desarrollo y salud óptimos. Posteriormente, hasta
los 2 años o más, los lactantes deben seguir con la lactancia materna,
complementada con otros alimentos nutritivos”.
Algunos de los
beneficios de la lactancia se pueden comprender desde una perspectiva
neurohormonal, por dos hormonas involucradas en el amamantamiento: la
prolactina y la oxitocina.
La prolactina,
además de intervenir en la producción de la leche materna, desempeña un papel central en la adaptación del cerebro
de la madre y produce los cambios que facilitan la conducta
maternal, agudiza la capacidad discriminativa auditiva materna y es
ansiolítica. En otras palabras, facilita el maternaje ya que a las madres con
niveles altos de prolactina la crianza les resulta más sencilla.
Por su parte, la
oxitocina favorece la eyección de leche materna e interviene en el vínculo
madre-hijo ya que con cada pico de oxitocina se produce un sentimiento amoroso,
lo cual ayuda a que la madre desee
y busque la cercanía de su bebé. También aumenta los sentimientos
de confianza y bienestar maternos –incrementa su autoestima– y tiene un
importante poder tranquilizante. Como además se excreta en la leche, produce
los mismos efectos en el cerebro del lactante, es decir, produce relajación, serenidad y
un mayor interés por los vínculos personales.
En consecuencia, la lactancia materna resulta fundamental por
la mejor oferta nutricional, inmunológica y psicoemocional tanto para el bebé
como para la saludable relación madre-hijo. Sin embargo, con frecuencia surgen
problemas de salud que hacen
necesario que la mamá reciba medicamentos y hace surgir la
pregunta: ¿se sigue dando el pecho o se interrumpe la lactancia?
Entre los posibles
trastornos de salud, la depresión
posparto es una de las complicaciones más frecuentes ya que suele
afectar a una de cada 10 madres durante el primer año de vida de su recién
nacido.
En la mayoría de
los casos es un trastorno pasajero, no muy intenso y que suele desaparecer en
una o dos semanas. Pero en otros
casos puede ser un problema severo que requiere de un tratamiento inmediato por
el riesgo que implica tanto para ella como para el bebé, que en casos extremos
(afortunadamente no frecuentes) puede llegar al suicidio o filicidio. Antes de
prescribir antidepresivos se deben
considerar intervenciones no farmacológicas como la psicoterapia,
el apoyo y la ayuda personal a la paciente.
Ante la necesidad
inevitable de recibir antidepresivos se suelen presentar cuatro opciones:
1) dar el pecho y no medicarse,
2) dar el pecho y medicarse, 3) dar mamadera y no medicarse, y 4) dar mamadera
y medicarse.
La primera opción
facilitaría la continuidad de la lactancia, pero con el riesgo que la madre empeore y genere
consecuencias serias para ella y para el bebé. La tercera opción es la
menos conveniente por lo cual conviene optar entre la segunda y cuarta de las
mencionadas. La recomendación de cuál de ellas seleccionar es resorte del psiquiatra y de su tarea conjunta con el
pediatra.
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