Cuando
nos hacemos mayores se producen modificaciones fisiológicas que afectan, en
gran medida, a la nutrición en la vejez. Principalmente, en torno a la salud
oral: disminución del flujo de saliva -lo que origina sequedad en la boca- y
pérdida de piezas dentales, que disminuye la eficiencia en la masticación.Por
otra parte, también son comunes los cambios en el aparato digestivo, como la
disminución de la capacidad de absorción de nutrientes o la disfagia o
dificultad para tragar los alimentos.Por eso es necesario preparar dietas de
textura blanda para conseguir una deglución segura, minimizando el riesgo de
atragantamientos. Se recomiendan purés, sopas, huevos, lácteos…
La
osteoporosis también es frecuente en esta etapa de la vida, sobre todo en las
mujeres. La formación ósea requiere de la ingesta diaria de proteínas, calcio,
fósforo, magnesio y flúor. Por ello es muy recomendable tomar lácteos como
leche, yogur y algunos quesos.
Otro
problema de salud frecuente en la vejez es el estreñimiento. Este puede mejorar
aumentando el consumo de agua, con el uso de aceite de oliva para aliñar los
platos y con la ingesta de alimentos ricos en fibra, como frutas, verduras o
cereales integrales.
¿Cómo debe ser la dieta
de un adulto mayor sano?
En
general, hay que mantener una alimentación variada y equilibrada para asegurar
un óptimo aporte de nutrientes y adaptar la energía suministrada al menor gasto
energético que conlleva el envejecimiento y la reducción de la actividad
física.
«Los
cambios fisiológicos que hemos comentado originan, en numerosas ocasiones, una
modificación de la dieta habitual. Por ejemplo, el abandono o la disminución de
consumo de alimentos proteicos, principalmente las carnes, por la dificultad en
la masticación, contribuye a la pérdida de masa muscular y aumenta el riesgo de
anemia a causa del déficit de hierro y de vitamina B-12», explica la
nutricionista Laura González, responsable de Salud y Nutrición de Nestlé.
En
general, las personas mayores necesitan una dieta de alta densidad de
nutrientes lo más variada y equilibrada posible para garantizar que cubra todas
sus necesidades, ya que aunque las necesidades energéticas disminuyen, aumentan
las de vitaminas y minerales.
«Tenemos
que tener especial cuidado con el consumo de vitaminas del complejo B -como la
cianamida, el ácido fólico, la vitamina B12, la vitamina C, el calcio, el
hierro y las proteínas-, a fin de evitar carencias, ya que son los nutrientes
en los que suele haber más deficiencias a esas edades», añade la especialista.
Consejos para seguir una
dieta saludable
Estos
son los consejos de Laura González para seguir una dieta saludable en la vejez:
·
Al
elegir hidratos de carbono es preferible escoger cereales que sean integrales y
legumbres, ya que proporcionan más fibra, vitaminas del grupo B y minerales.
·
Es
importante optar por las preparaciones asadas y hervidas, sopas, guisos y purés, antes que las fritas.
·
En
cuanto a las carnes, es importante eliminar la grasa visible antes de
prepararlas (quitar la piel del pollo y las partes grasosas de las carnes) y
consumir pescado tres veces a la semana.
·
Por último, cuidado con el consumo de sal. Lo ideal es que sea bajo o
moderado a fin de ayudar a mantener una presión
arterial normal.
La hidratación, muy
importante en esta etapa
Con la
edad, la sensación de sed disminuye y, por tanto, aumenta el riesgo de
deshidratación. Por eso es muy importante beber agua a intervalos regulares,
aun sin tener sed. Estos son los consejos de la nutricionista:
·
Beber
agua en las comidas.
·
Disminuir
el consumo de bebidas como café o té porque
alteran el sueño y, por lo general, en esta etapa de la vida se tiende a reducir las
horas de sueño continuo. Se pueden elegir otro tipo de infusiones o café descafeinado.
·
Si se
toman bebidas alcohólicas, disminuir su consumo a no más de una copa de vino
tinto al día. Debemos recordar que el alcohol modifica el efecto de los
medicamentos. BP
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