lunes, 19 de octubre de 2020

‘Tú puedes’ - cómo no caer en el voluntarismo mágico…

En tiempos de pandemia circula la prescripción al logro personal, al empoderamiento a través de miles de ofertas: desde meditación, ejercicio físico, yoga, estimulación cognitiva y muchísimo más. ‘Es el momento de hacer un cambio de paradigma en nosotros’, ‘esto es un mensaje del universo implorándonos una transformación interna’ y, peor aún, ‘nos enfermamos para curarnos’, son algunas de las ideas que circulan. Es cierto que los tiempos difíciles, violentos y hasta angustiantes pueden también permitirnos detener nuestra marcha y tener una mirada exploratoria hacia adentro. Es cierto que para muchas personas este período de confinamiento significó desarrollar/encontrarse con capacidades dormidas u olvidadas. Pero ¿no será mucho, entre tanta incertidumbre y dolor, llamar al cambio como una obligación más a la decena de obligaciones que tenemos? 
El dolor de no poder

Lorena es profesional de la salud y trabaja seis horas en una clínica privada todos los días. A todos los cuidados y actividades que desarrolla en su trabajo le suma la atención de sus tres niños ya que su esposo también es trabajador esencial y realiza 10 horas de trabajo continuo. Casi sin aire, escucha a menudo que - debería meditar, hacer yoga, chatear más a menudo con sus amigas y llevar los chicos a la plaza diariamente. Así se sentiría completa, plena. Esto la hace sentir más culpable aún. La plenitud es algo diferente a eso, piensa.

Para mi colega Ángeles Queipo, psicóloga clínica, esto puede relacionarse con el “voluntarismo mágico” de David Smail, “esa creencia dominante que hace creer que la posibilidad de ser lo que se quiera está en poder de cada individuo”. Y agrega: “Sabemos que las narrativas que circulan, por más ingenuas que parezcan, suelen enmascarar prescripciones implícitas para determinados grupos. ¿Qué se nos está pidiendo? ¿El empoderamiento es el nuevo e invisible corset?”. No es que esté mal intentar superarse, desarrollar nuestras habilidades y hasta ‘entrenar nuestro cerebro’. De hecho, ése es un camino para el crecimiento personal. Pero cuando se vuelve una demanda interna culpabilizante, una tarea que nos presiona y produce malestar, algo estamos haciendo mal.

El verdugo interno que castiga

En los años 80 y 90 apareció el concepto americano de empowerment desde el campo de las políticas sociales y rápidamente se trasladó a la salud. Pero ¿qué es empoderarse? Y, Ángeles, nos dice que “la acepción más clásica es la adquisición de poder e independencia por parte de un grupo social desfavorecido para mejorar su situación. Pero ¿realmente el poder está dentro de nosotras?”

Luego continúa: “En nuestra sociedad del rendimiento, en palabras de Byulg-Chan, se vive con angustia no hacer siempre todo lo que se puede y si no se triunfa, la culpa es individual. La prescripción del empoderamiento no sólo no desmantela una estructura de relaciones de poder, sino que culpabiliza a las personas (y especialmente a las mujeres) si sienten cosas que no deberían sentir. Ya no es necesario un verdugo externo, el poder disciplinatorio se ha internalizado. La circulación de estos discursos, supuestamente emancipadores, sólo devuelven a las mujeres al corset de no poder. Ahora no solo tenemos que poder, sino tenemos que sentirnos culpables por no poder. Enunciarse empoderado puede no tener correlato con las prácticas concretas, y menos aún con el sentirse de esa manera. El nuevo corset se desplazó del espacio doméstico al mental”.

Balanceando el progreso individual con nuestras posibilidades reales

Entonces: ¿qué hacer? La práctica meditativa nos diría que el camino quizás sea practicar una profunda amabilidad y compasión con aquello que no podemos cambiar, con aquello que nos inmoviliza y hasta nos angustia.

Luego, el comenzar a movernos hacia algo que creemos valioso cultivando lo poco o mucho que podamos. Pero cuidado, nunca perdiendo de vista que muchos cambios a veces se producen accionando algo más que nuestra individualidad; accionando un sistema o una red social por ejemplo. Es evidente que un cambio social asociado a una decisión política, por ejemplo, es poderosísimo y tiene un efecto multiplicador mayor que muchas ‘estrategias de invitación al cambio individual’.

Un buen practicante de meditación es una persona que intenta mantener sus ojos y sentidos abiertos, el corazón presente y una apertura al mundo muy permeable. Por ello, también aprende a discernir los mandatos del exterior asimilados por su propia mente como engaños e ilusiones que pueden producirle dolor y frustración. Camina, se esfuerza, pero con un centro compasivo que crece para recordarle, a cada minuto, que sólo es un humano, demasiado humano. MR

1 comentario:

  1. Es una era de la exigencia exterior y de la autoexigencia.Esto ùltimo es malo. Hasta puede enfermar. El mundo nos dice que tenemos que ser hombres y mujeres "orquesta", y que "estemos en todas", lo cual es imposible....En cuanto a la apertura al mundo, se debe ser muy observador, y ser permeable al bien, pero impermeable al mal.

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