Para
el Virginia Mason Franciscan Health, un centro médico en el estado
estadounidense de Washington, el 18 de octubre de 2021 fue el día del juicio
final. Diez semanas antes, el centro había declarado que todo su personal debía
estar vacunado contra la Covid-19 para esa fecha para proteger de la enfermedad
tanto a los que trabajan en el centro médico como a sus pacientes. Era un
requisito potencialmente arriesgado, dada la escasez de personal médico y la
resistencia a la vacunación que sacudía a otras partes del sector médico
estadounidense. Pero cuando llegó el 18 de octubre, el 95% del personal había
cumplido con el requisito mediante la vacunación o una exención aprobada. (El
otro 5%, incluido el personal parcialmente vacunado, se encuentra actualmente
de licencia administrativa). Charleen Tachibana, una ejecutiva que ha pasado
toda su carrera en el Virginia Mason, cree que esta alta tasa de vacunación se
debe en parte a que “tenemos una larga historia de requisitos de vacunación...
está bastante bien normatizado”.
En
2004, se dijo que el Virginia Mason se convirtió en el primer centro
médico en exigir que todo su
personal se vacunara contra la influenza cada año. La
administración llevó a cabo grupos de discusión y otras actividades, incluidos
cuestionarios y una fiesta, para fomentar la discusión sobre el nuevo
requisito. El enfoque combinado de incentivos y amenazas resultó muy exitoso y
la tasa de vacunación contra la influenza del personal del Virginia Mason se
disparó del 54% al 98% en dos años.
Las
lecciones aprendidas de esa experiencia se usaron en el lanzamiento del
requisito de la vacuna contra el coronavirus. Algo clave fue asegurarse de que
fuera lo más conveniente posible para el personal recibir las vacunas. El otro
aspecto fue un fuerte enfoque en la comunicación en torno al nuevo requisito,
incluidas sesiones de información y documentos en varios idiomas.
“No
nos tomamos los mandatos a la ligera”, dice Tachibana. “Cuando hay una ciencia
tan clara sobre esto, cuando se ha demostrado que la vacuna es segura y
altamente efectiva, hemos avanzado con este asunto”.
Como
sugiere la experiencia del Virginia Mason, un mandato de vacuna obligatoria es
una herramienta poderosa para salvaguardar la salud pública. Pero también puede
ser muy controvertido. De alguna manera, las actitudes hacia los requisitos actuales
de la vacuna contra la Covid-19 reflejan los patrones de siglos anteriores, por
lo que es importante comprender las lecciones históricas sobre la vacunación
obligatoria.
Antecedentes de mandatos de vacunas
En
el siglo XVII, médicos chinos descubrieron que cuando se aplicaba viruela de
ganado a una herida, se podía generar inmunidad contra una infección más
peligrosa: la viruela. A medida que la técnica se extendió por todo el mundo,
finalmente algunos líderes ordenaron este tipo de inoculación.
Por
ejemplo, durante la Guerra de Independencia de Estados Unidos, en 1777, el
general George Washington requirió que todas las tropas fueran vacunadas contra
la viruela.
La
inoculación dio paso a una vacunación más sofisticada una vez que el médico
inglés Edward Jenner desarrolló una vacuna contra la viruela en 1796. La
vacunación obligatoria comenzó pocos años después. En 1806, Elisa Bonaparte, la
gobernante de Lucca y Piombino en la Italia actual (y hermana de Napoleón),
ordenó la vacunación de bebés recién nacidos y adultos.
Otro
hito ocurrió en 1853, cuando la Ley de Vacunación Obligatoria exigió que los bebés en Inglaterra y Gales fueran
vacunados contra la viruela.
Un
patrón típico es que el público se acostumbra a un requisito de vacuna en
particular con el tiempo, y luego algunas personas se asustan con una nueva
vacuna.
“Estados
Unidos ha tenido mandatos de vacunación desde finales de la década de 1970”,
dice Lee Hampton, pediatra y epidemiólogo de Gavi, la Alianza de Vacunas. Italia
exige que los niños sean vacunados contra una variedad de patógenos, como
hepatitis B, difteria, tos ferina, poliovirus, tétanos, Haemophilus influenzae
tipo b, sarampión, paperas, rubéola y varicela. Según Hampton, “los mandatos en
sí mismos... realmente no habían causado ningún problema. Lo que ha provocado
variaciones a lo largo del tiempo en ese tipo de contextos son los cambios en
lo que se exige”. Este patrón se ha visto, por ejemplo, con nuevos requisitos
para la vacunación contra la hepatitis B y, por supuesto ahora, contra la Covid-19.
La
vacunación ahora es necesaria en algunos casos para asistir a la escuela (por
ejemplo, contra la hepatitis B en Eslovenia), para los trasplantes de órganos
(algunas partes de Reino Unido las requieren para los trasplantes de riñón) y,
en un caso extremo en Italia, para conservar la custodia de los hijos. Las
sanciones por incumplimiento suelen
ser educativas o económicas. Los mandatos de vacunación son
especialmente comunes en los países de altos ingresos, según Hampton.
También
tiende a haber un vínculo con el estilo de gobierno. “Cuanto más autoritario es
el gobierno, más probabilidades hay de que haya mandatos de vacunación”. Puede
que esto no sea sorprendente, porque es más fácil para este estilo de gobierno
imponer nuevas reglas, incluidas las de interés público (en el caso de las
vacunas). Por ejemplo, Gambia ordenó la vacunación infantil en 2007, durante un
período de gobierno autoritario (y luego de una caída en la cobertura de
inmunización). Sin embargo, la vacunación obligatoria también es común en
países democráticos en situaciones de emergencia, como durante las pandemias:
el estado estadounidense de Nueva York impuso las vacunas obligatorias contra
la influenza a los trabajadores de la salud temporalmente durante la pandemia
de gripe porcina en 2009.
Los legados de la “objeción de conciencia"
A
lo largo de los siglos, han surgido algunas objeciones sobre los componentes utilizados para fabricar
vacunas. Algunas vacunas incluyen pequeñas cantidades de productos de
origen animal, como el escualeno, un aceite del hígado del tiburón. La vacuna
contra la polio utilizaba previamente células de riñones de mono. Este tipo de
ingredientes ha generado cierta oposición. La
primera vacuna contra la viruela involucró la linfa de la viruela de ganado,
extraída de ampollas de terneros. En el siglo XIX, para algunos sectores del
creciente movimiento vegetariano y antiviviseccionista en la Gran Bretaña
victoriana, esto era repugnante.
Estos objetores de la vacuna tenían varias razones, según Sylvia
Valentine, quien actualmente está escribiendo su tesis doctoral sobre este tema
en la Universidad de Dundee. “Algunos creían que el cuerpo humano no debía
quedar contaminado con material animal”, explica Valentine. “El movimiento
antivivisección también se opuso a las vacunas y muchos objetores eran ‘anti’
muchas otras cosas también, incluida la interferencia del Estado en sus vidas”.
“Los antiviviseccionistas habrían objetado los métodos usados para producir la
linfa de ternera, que eran bastante espantosos, si soy honesta, y estaban
preocupados por el bienestar de los animales”.
El tejido porcino también ha llevado a algunos musulmanes a
preocuparse por si ciertas vacunas son halal, por ejemplo, por si usan gelatina
derivada de cerdo como estabilizador.
Esto fue un obstáculo para la vacunación
contra el sarampión en Indonesia
en 2018. Más recientemente, los clérigos musulmanes en Indonesia han declarado
que las vacunas de la Covid-19 están permitidas, y los fabricantes de vacunas
han aclarado que estas vacunas no contienen productos porcinos.
Algunas autoridades judías también han insistido en que no debería
haber problemas con las vacunas no orales que contienen ingredientes derivados
del cerdo.
Otro componente en disputa son las líneas celulares fetales
obtenidas de abortos que se realizaron legalmente hace décadas. Estas líneas
celulares continúan utilizándose en la prueba de algunas vacunas y el
desarrollo de otras. Independientemente de ello, el Vaticano ha declarado que
las vacunas contra el coronavirus son ‘moralmente aceptables’.
Si bien habrá desacuerdos entre religiones e individuos, no hay
cultos establecidos que prohíban la vacunación. De hecho, a lo largo de la
historia, los religiosos han desempeñado un papel importante en el fomento y la
implementación de la vacunación. Después de todo, les interesa salvaguardar la
salud de los fieles.
Junto con los objetores espirituales, hay una larga historia de
activismo laboral vinculado con la oposición a las vacunas. Durante la era
victoriana, algunos empleadores ingleses impusieron mandatos de vacunación
contra la viruela, que afectaban particularmente a la clase trabajadora, que fue la que más se resistió. Los sindicatos han sido fuente importante de oposición organizada
(como en 2004 las enfermeras sindicalizadas que desafiaron el requisito de la
vacuna contra la influenza en el centro médico Virginia Mason).
A partir de 1898, Inglaterra permitió objeciones de conciencia a
las vacunas obligatorias. Sin embargo, no fue hasta 1907 que estas exenciones
se volvieron relativamente fáciles de obtener. Aunque la pequeña minoría de antivacunas
de hoy es muy vocal, “el movimiento antivacunación victoriano fue mucho más
grande”, cree Nadja Durbach, historiadora de la Universidad de Utah. “También
estaba más establecido el movimiento antivacunas. Había más incógnitas en
términos de la ciencia de la vacunación y, debido a la falta de saneamiento, el
proceso podría conducir fácilmente a una infección”.
Un codazo o un empujón
La
vacunación obligatoria contra la viruela terminó en el Reino Unido en 1947, en
medio de una tendencia más amplia hacia la vacunación opcional (por ejemplo,
contra la difteria) con un enfoque en la educación y la persuasión. Sin
embargo, como estamos viendo ahora con la Covid-19, y como antes con la
viruela, los mandatos de
vacunación aumentan la aceptación. Por ejemplo, cuando Francia ordenó 11
vacunas infantiles contra enfermedades potencialmente letales, para los nacidos
después de 2018, el número de niños completamente vacunados aumentó
significativamente con respecto a años anteriores. Cuando se eligen con
cuidado, no hay duda de que las
vacunas obligatorias pueden salvar vidas. Por ejemplo, un estudio
encontró que los pacientes tenían una probabilidad sustancialmente menor de
morir (con tasas de mortalidad de alrededor del 13,6% frente al 22,4%) en los
hospitales en los que los trabajadores de la salud tenían tasas más altas de
vacunación contra la influenza en comparación con aquellos con tasas bajas, a
pesar de que los pacientes tenían las mismas probabilidades de infectarse con
el virus.
Otro
estudio europeo también encontró que en países con vacunas obligatorias contra
el sarampión y sin exenciones no médicas, la incidencia de la enfermedad era
86% más baja que en países sin los mandatos. Una tensión común es entre la
obligación, que puede aumentar la hostilidad, y la vacunación voluntaria, que
puede aumentar la transmisión.
Algunos
expertos en salud están preocupados por la vacunación obligatoria porque esta
puede disminuir la confianza en las autoridades médicas a largo plazo. Los
mandatos de vacunas han provocado violentos disturbios en Brasil y pueden haber
contribuido a vociferantes movimientos contra las vacunas en toda Europa, por
ejemplo.
Sin
embargo, no todo el mundo está de acuerdo en que la vacunación obligatoria sea
un ‘mandato’, ya que en ocasiones se puede optar por no participar en
determinadas circunstancias, como por motivos religiosos. Y la aplicación puede
ser laxa o incluso inexistente. La vacunación coercitiva, que implica hacer
cumplir la vacunación obligatoria mediante la fuerza física o la intimidación, es
diferente. Y a pesar de los efectos beneficiosos del aumento en la cobertura de
vacunación, existe un mayor consenso de que esta última estrategia
debe evitarse.
Sin embargo, según Yaqiu Wang, investigadora china de Human Rights
Watch, en algunas partes de China se están denunciando tácticas coercitivas que
incluyen acoso y espionaje. Esta no es necesariamente una política nacional
oficial, explica Wang. Pero el gobierno central emite estrictas cuotas de
vacunación para los gobiernos locales, como las pautas de septiembre de 2021
que exigían vacunar a al menos al 90% de los niños en China. “Este tipo de
decretos de cuotas del gobierno central aumenta la tasa de vacunación, pero a
veces puede resultar en vacunaciones coercitivas a nivel local”, dice Wang.
Incluso en ausencia de fuerza física, ciertas sanciones por
incumplimiento de los mandatos pueden ser contraproducentes, por ejemplo, si se
cobran multas sustanciales a las personas que tienen dificultades para tomarse
tiempo libre en el trabajo para vacunarse.
Los mandatos de vacunas son “algo que debe usarse con moderación”,
con el nivel mínimo de aplicación posible, según Hampton. Las condiciones para
su uso deben incluir “la presencia de una enfermedad potencialmente mortal, en
particular una enfermedad potencialmente mortal altamente contagiosa, y una
intervención [segura y] eficaz para reducir la transmisión de esa enfermedad”.
“Suele ser una combinación bastante buena”. “Ayuda que las vacunas que tenemos
para la Covid-19 sean, en general, realmente muy seguras”, agrega. Pero Hampton
confía en que los mandatos de vacunación seguirán siendo una forma útil de
proteger a las poblaciones a pesar de la oposición que enfrentan. “Con un uso
cuidadoso y juicioso, los beneficios de usar estos mandatos superarán los
daños”, dice. Queda por ver si eso es suficiente para convencer a los
escépticos.
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