Jesús
no se dedicó a explicar una doctrina religiosa para que sus discípulos la
aprendieran correctamente y la difundieran luego por todas partes. No era este
su objetivo. Él les hablaba de un «acontecimiento» que estaba ya sucediendo:
«Dios se está introduciendo en el mundo. Quiere que las cosas cambien. Solo
busca que la vida sea más digna y feliz para todos».
Jesús
llamaba a esto el «reino de Dios». Hemos de estar muy atentos a su venida.
Hemos de vivir despiertos: abrir bien los ojos del corazón; desear
ardientemente que el mundo cambie; creer en esta buena noticia que tarda tanto
en hacerse realidad plena; cambiar de manera de pensar y de actuar; vivir
buscando y acogiendo el «reino de Dios».
No
es extraño que, a lo largo del evangelio, escuchemos tantas veces su llamada
insistente: «vigilad», «estad atentos a su venida», «vivid despiertos». Es la
primera actitud del que se decide a vivir la vida como la vivió Jesús. Lo
primero que hemos de cuidar para seguir sus pasos.
«Vivir
despiertos» significa no caer en el escepticismo y la indiferencia ante la
marcha del mundo. No dejar que nuestro corazón se endurezca. No quedarnos solo
en quejas, críticas y condenas. Despertar activamente la esperanza.
«Vivir
despiertos» significa vivir de manera más lúcida, sin dejarnos arrastrar por la
insensatez que a veces parece invadirlo todo. Atrevernos a ser diferentes. No
dejar que se apague en nosotros el deseo de buscar el bien para todos.
«Vivir
despiertos» significa vivir con pasión la pequeña aventura de cada día. No
desentendernos de quien nos necesita. Seguir haciendo esos «pequeños gestos»
que aparentemente no sirven para nada, pero que sostienen la esperanza de las
personas y hacen la vida un poco más amable.
«Vivir
despiertos» significa despertar nuestra fe. Buscar a Dios en la vida y desde la
vida. Intuirlo muy cerca de cada persona. Descubrirlo atrayéndonos a todos
hacia la felicidad. Vivir no solo de nuestros pequeños proyectos, sino atentos
al proyecto de Dios. JAP
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