Santo
del AT, 03 de Diciembre
Elogio: Conmemoración de san Sofonías,
profeta, que en los días de Josías, rey de Judá, anunció la ruina de los impíos
en el día de la ira del Señor, y robusteció con la esperanza de la salvación a
los pobres y menesterosos.
País: Israel - †: s. VII
a. C.
Los
cazadores de datos biográficos pueden quedar muy contentos con Sofonías: a
pesar de la brevedad de su libro, nos deja algunas señas que nos permiten
hacernos una composición bastante amplia de su vida. Conocemos su ascendencia
genealógica hasta la cuarta generación (es el único profeta del que sabemos
tanto bajo ese aspecto), ya que nos dice: «hijo de Kusí, hijo de Guedalías,
hijo de Amarías, hijo de Ezequías» (v. 1);
se ha supuesto que este Ezequías fuera el rey de Judá en los primeros años del
siglo VIII (época del Primer Isaías), pero no hay nada que indique que Sofonías
tenga que pertenecer a la familia real. Lo que sí es cierto es que conoce la
vida y costumbres de la corte, que le indignan (1,8-9). Vive en tiempo del rey Josías, nos aclara, esto es, entre
el 640 y el 605, pero dado que aun parece haber mucha presencia de idolatría en
el pueblo, es posible que su ministerio se ejerciera antes de la conocida
«Reforma de Josías», que se dio en el marco del movimiento deuteronomista, cuyo
resultado fue un resurgir de la fe yahvista que Sofonías no parece haber
llegado a ver, por tanto esta predicación deberá ser anterior al 621. Entonces
puede considerarse contemporáneo de la predicación de Jeremías que prepara la
reforma deuteronomista (628-621, reflejados
en los capítulos 1 a 6 de Jeremías) o ligeramente anterior.
Los temas
de su predicación los vemos aparecer también en otros profetas, forman la base
del profetismo bíblico: el «Día de Yahvé», la «Ira de Yahvé», y el «Resto de
Israel». Pero así como los vemos aparecer en otros libros, en cada uno forman
combinaciones propias. En Sofonías el «Día de Yahvé» es sin duda un «día de
ira»: « Día de ira el día aquel, día de angustia y de aprieto, día de
devastación y desolación, día de tinieblas y de oscuridad, día de nublado y
densa niebla, día de trompeta y de clamor» (1,15-16,
de donde proviene el verso inicial de la secuencia de difuntos, «dies irae,
dies illa»), pero no tiene todavía el matiz que adquirirá en los profetas
de un siglo y medio más tarde: el tono apocalíptico. El «día de ira» del que
habla Sofonías es el del castigo al pueblo de Judá, por el que Yahvé lo llama a
la conversión; fácilmente unos pocos años más tarde los creyentes lo
identificaron con la invasión de Asiria y la destrucción del primer templo. No
tiene las dimensiones cósmicas del «Día de ira» de los profetas apocalípticos.
Por otra
parte, aunque la «Ira de Yahvé» está tan presente en la proclamación de
Sofonías, hay lugar para la esperanza en tanto retoma el tema -que ya aparecía
en Isaías- del «resto santo»: una pequeña porción de Judá se mantiene fiel,
esos son los verdaderos creyentes, que soportan con paciencia la degradación de
Judá, y serán recompensados por Yahvé en su Día, son los «anawim Yahvé»,
expresión propia del profetismo bíblico y que traducimos normalmente como
«pobres de Yahvé» o «humildes de Yahvé» (es
la expresión que está en el trasfondo arameo de las bienaventuranzas: los
«pobres en el espíritu» de Mateo 5,3). Esos anawim Yahvé no forman un grupo
organizado (aunque en época de Jesús sí que había varias sectas judías, cada
una de las cuales se auto consideraba los auténticos «Anawim Yahvé»), sino que
son los creyentes que resisten la vorágine idolátrica que tanto atrae en cada
época a los miembros del pueblo de Dios.
No es un
libro abierto ya a una perspectiva universalista, eso aparecerá recién en el
exilio, un siglo más tarde, cuando el contacto con la rica tradición religiosa
babilónica permita a los profetas (en especial al Segundo Isaías) escudriñar el
deseo de Yahvé de salvar a todos los hombres, pero hay en Sofonías un destello
de voluntad universal de salvación: «Yo entonces volveré puro el labio
de los pueblos, para que invoquen todos el nombre de Yahveh, y le sirvan bajo
un mismo yugo» (3,9); aunque precisamente
por ser una «rara avis» dentro del contexto de un libro centrado exclusivamente
en la salvación de Judá, la crítica suele señalar ese versículo y algunos más
del final, como desarrollos posteriores a la predicación de Sofonías, es decir,
no pertenecientes al plan original del libro. De todos modos, los versículos
allí están, indisolublemente unidos al resto, y si la tradición posterior los
colocó allí, es precisamente porque se percibía que en la predicación de
Sofonías estaba contenida (aun de manera casi invisible) la voluntad salvífica
universal de Yahvé.
Aunque el
NT apenas lo cita (Mt 13,41 podría ser
una cita implícita de Sofonías), el libro tiene mucha presencia en la
liturgia, sobre todo luego de la ampliación de las lecturas bíblicas con la
reforma litúrgica del Concilio vaticano II, tanto poemas de consuelo (2,3;3,12-13 y 3,14-18a) como una
invectiva contra la ciudad pecadora (3,1-2.9-13)
se leen en la misa, y dos largas secciones (del
capítulo 1 y del 3) forman parte del Oficio de Lecturas en la semana XXI
del Tiempo Ordinario; la hermosa pequeña lectura de So 3,14.15b referida a Jerusalén como «Hija de Sión» ha sido
«apropiada simbólicamente» (como casi
todos los textos bíblicos referidos a Jerusalén) para exaltar la figura de
la Santísima Virgen, y se lee en distintos momentos del año litúrgico.
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