Gregorio vivía aún en 390, época en que san Jerónimo escribía al respecto: «Hasta la extrema vejez, escribió diversos tratados en un estilo mediocre; después hizo un libro con estilo elegante, que tiene por título: De fide». Este libro fue por largo tiempo atribuido a san Febado, obispo de Agen, como lo pensaba todavía el padre Durenges; pero Dom G. Morin y Dom A. Wilmart lo reivindicaron en favor de Gregorio de Elvira.
Numerosos críticos trataron a Gregorio con dureza y le acusaron de haberse adherido formalmente al cisma, pero no se ha podido probar que se hubiera separado efectivamente de la Iglesia católica. Desde el siglo IX, este obispo ha sido objeto de culto en la Iglesia. Usuardo, en su martirologio, marcó su fecha el 24 de abril, y los otros martirologios lo han seguido. Algunos lo han puesto el 17 de noviembre para acercarlo así a san Gregorio de Tours o a san Gregorio el Taumaturgo. Aunque algunos sabios persisten en ver a Gregorio de Elvira como cismático e indigno del culto de los fieles, la Iglesia romana ha mantenido su nombre en el martirologio, en la fecha del 24 de abril (no se sabe ni el día, ni el año de su muerte). La Iglesia juzga que la constancia admirable de este obispo por la defensa de la fe ortodoxa, es una prueba suficiente de la santidad de su conducta.
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