Jesús no tuvo
problemas con la gente sencilla. El pueblo sintonizaba fácilmente con él.
Aquellas gentes humildes que vivían trabajando sus tierras para sacar adelante una
familia, acogían con gozo su mensaje de un Dios Padre, preocupado de todos sus
hijos, sobre todo, de los más olvidados.
Los más
desvalidos buscaban su bendición: junto a Jesús sentían a Dios más cercano.
Muchos enfermos, contagiados por su fe en un Dios bueno, volvían a confiar en
el Padre del cielo. Las mujeres intuían que Dios tiene que amar a sus hijos e
hijas como decía Jesús, con entrañas de madre.
El pueblo
sentía que Jesús, con su forma de hablar de Dios, con su manera de ser y con su
modo de reaccionar ante los más pobres y necesitados, le estaba anunciando al
Dios que ellos necesitaban. En Jesús experimentaban la cercanía salvadora de
Padre.
La actitud de
los “entendidos” era diferente. Lo que al pueblo sencillo le llena de alegría a
ellos les indigna. Los maestros de la ley no pueden entender que Jesús se
preocupe tanto del sufrimiento y tan poco del cumplimiento del sábado. Los
dirigentes religiosos de Jerusalén lo miran con recelo: el Dios Padre del que
habla Jesús no es una Buena Noticia, sino un peligro para su religión.
Para Jesús,
esta reacción tan diferente ante su mensaje no es algo casual. Al Padre le
parece lo mejor. Por eso le da gracias delante de todos: «Te doy gracias,
Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los
sabios y entendidos y las has dado a conocer a los sencillos. Sí, Padre, así te
ha parecido mejor».
También hoy el
pueblo sencillo capta mejor que nadie el Evangelio. No tienen problemas para
sintonizar con Jesús. A ellos se les revela el Padre mejor que a los
“entendidos” en religión. Cuando oyen hablar de Jesús, confían en él de manera
casi espontánea.
Hoy,
prácticamente, todo lo importante se piensa y se decide en la Iglesia, sin el
pueblo sencillo y lejos de él. Sin embargo, difícilmente, se podrá hacer nada
nuevo y bueno para el cristianismo del futuro sin contar con él. Es el pueblo
sencillo el que nos arrastrará hacia una Iglesia más evangélica, no los teólogos
ni los dirigentes religiosos.
Hemos de
redescubrir el potencial evangélico que se encierra en el pueblo creyente.
Muchos cristianos sencillos intuyen, desean y piden vivir su adhesión a Cristo
de manera más evangélica, dentro de una Iglesia renovada por el Espíritu de
Jesús. Nos están reclamando más evangelio y menos doctrina. Nos están pidiendo
lo esencial, no frivolidades. JAP
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