Como sabemos, la mayoría de las personas
atravesamos crisis, al igual que nuestros países. Son ciclos vitales que, si
los resistimos, producen un efecto contrario al que buscamos: persisten con más
fuerza. Ahora bien: una crisis de contexto no necesariamente implica que el
micromundo emocional individual deba replicarla. Para lograrlo es necesario
entrenarse en mantener el equilibrio emocional.
El concepto de crisis encierra el de cambio, ya que
trata de situaciones que generan modificaciones con consecuencias. Una
pandemia, el despido del trabajo, la situación económica del país, un divorcio,
una estafa, son crisis en sí mismas, que tienen distinto tipo de impacto
emocional en cada persona.
El sesgo cognitivo, es decir, la forma más habitual
de reacción cerebral, para muchas personas es tomarlas como un fracaso y, por
lo tanto, se le pone el signo negativo dentro de la actitud e interpretación
individual y hasta colectiva del momento que se atraviesa.
Qué
hacer para mantener el equilibrio emocional durante las crisis
Para ilustrar este tema, en los sistemas sociales
en los que vivimos insertos, el rol del liderazgo ayuda a moverse de la crisis
a la oportunidad, al menos desde el sentido más profundo que se puede asumir.
Por lo tanto, un líder puede contribuir a acompañar a las personas de sus
equipos en un sentido mayor, para que, pese a lo que se vive, puedan
transitarlo de la mejor forma posible.
Aquí aparece algo curioso: la diferencia entre un
jefe y un líder. El jefe, verticalista, dando órdenes, controlando, es un
modelo prácticamente en desuso y al que le queda poca vida. El nuevo liderazgo,
más consciente, contributivo y centrado en las personas, es el que dará vida al
nuevo sueño, la nueva epopeya de ese equipo, para que, atravesándola juntos,
salgan lo más fortalecidos que sea factible. Como vemos, son dos miradas del
mismo asunto, la misma crisis. Lo que cambia radicalmente el resultado es el
enfoque y la actitud.
Estas cinco claves ayudarán a tener visiones
contributivas frente a las crisis, tanto personales como colectivas:
·
Afrontar
las situaciones. El impulso reptiliano de afrontamiento o
huida de los problemas es clave. Cuando se huye, seguirás arrastrando el
problema por más que lo esconda debajo de la alfombra. En cambio, al afrontarlo
tendrás la enorme oportunidad de crecer y transformarnos, porque correrás el
velo del aprendizaje oculto.
·
Elegir
la actitud siempre, y especialmente cuando hay cosas que escapan a tu dominio. En
las crisis hay aspectos que tienen que ver con lo individual, y otros que
exceden a tu poder de control o decisión. Lo ideal es aprender a gestionarlo, y
la herramienta aquí es que elijas tu mejor actitud. Las actitudes son tres:
positiva, negativa y neutral. En el polo positivo no se presenta mayor
problema. El desafío está en la polaridad negativa, donde generalmente te dejas
arrastrar por la preocupación, el miedo, la fantasía obsesiva incluso por cosas
que no han ocurrido, y posiblemente no sucedan jamás. Pierdes demasiada energía
que podrías redirigir a otro tipo de pensamiento y construcciones internas que
te ayuden a superar el momento. Ir al polo medio, la neutralidad, te permitirá
observar el problema desde distintas perspectivas, tomar distancia, evitar
juicios y respuestas automáticas y así, tener otra dimensión de los asuntos.
Incluso de tus propias emociones internas.
·
Cambiar
la óptica de los asuntos. Cuando
al cerebro le indicas la palabra ‘problema’ te vas a dar cuenta de que éste se
traba, se detiene. En cambio cuando le indicas a través de tu mente
subconsciente, ‘estoy buscando la solución’, ‘es un asunto que voy a resolver’,
‘voy a actuar en vez de quedarme estancado’, allí mismo empieza un proceso
interno generativo de posibles salidas. Esto depende exclusivamente de ti.
·
Expresar
las emociones. Quienes trabajan con el comportamiento
humano, saben que la tendencia de la mayoría es querer controlar las emociones.
Pero las emociones no se pueden controlar; en todo caso, sí es posible
gestionarlas. La diferencia es abismal: cuando controlas, quieres que las cosas
sean a tu manera. Cuando gestionas, administras las emociones de tal forma que
en ese ajedrez interno vas jugando de la mejor forma para acomodar las piezas
en un juego que sea contributivo hacia ti y hacia tu entorno directo. Entonces,
crea espacios para compartir lo que sientes; no las tapes porque se vuelven
hacia adentro en forma de enfermedades o afecciones psicosomáticas (y aquí
siempre consulta con el profesional de salud mental). Escribe tus emociones,
incluso quema ese papel con las emociones que no te apoyan (al modo de lo que
propone Alejandro Jodorovsky en sus métodos que denomina psicomagia). Haz lo
que funcione para ti para no quedarte estancado en ese estado emocional de
shock interno que te impide avanzar.
·
Muévete
hacia la proactividad. Stephen Covey
postula que cuando estamos reaccionando ante las cosas, se amplía internamente
el círculo de preocupación dentro de ti, y se achica el de influencia (la
posibilidad de cambio real sobre lo que SÍ tienes dominio a tu alrededor, tu
metro cuadrado de influencia positiva). En cambio, cuando actúas de modo
proactivo, pensando y activando soluciones, el círculo de influencia se amplía
notablemente hasta desplazar al mínimo tu círculo de preocupaciones. Esta es
una distinción fundamental: ser proactivo te mueve hacia el resultado, mientras
que en modo reactivo obstruyes la posibilidad de soluciones a los problemas.
Ahora
ya lo sabes: el equilibrio de las emociones depende directamente de tu actitud
y de cómo permites que los acontecimientos externos impacten en ti, por más
difíciles que se presenten y por más complicadas que se pongan las cosas.
Siempre hay opciones en el camino de la superación de la crisis. Y esa
superación empieza en lo individual, sin esperar que venga otra persona con una
varita mágica para resolverlo por ti. DC
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