La obesidad aumenta el riesgo de
muerte por COVID-19 en casi un 50% y ahora se supo que, además, puede hacer que
las vacunas contra la enfermedad sean menos efectivas, según un estudio
integral que utiliza datos globales.
La investigación de los
principales expertos mundiales advierte que los riesgos para las personas con
obesidad son mayores de lo que se pensaba. Así, mientras el mundo aguarda con gran expectativa una vacuna contra el
nuevo coronavirus, especialistas de distintos países expresaron su preocupación
ante la posibilidad de que ésta no cumpla su objetivo en uno de los grupos de
riesgo que más la necesita: las personas que sufren obesidad.
Desde el comienzo de la pandemia
de SARS-CoV-2, diversos estudios demostraron que la población que presenta un
índice de masa corporal elevado tiene un riesgo incrementado de enfermar y
morir a causa de la enfermedad por coronavirus.
Ahora, a medida que avanzan los
ensayos con distintos candidatos vacunales, preocupa que la potencial vacuna
contra la COVID-19 no proteja a este grupo de riesgo pues la evidencia
científica indica que la efectividad de vacunas previas -como la de la
influenza, la hepatitis B, el tétanos y la rabia- está disminuida en personas
con obesidad.
En una reciente entrevista, el Dr.
Matthew B. Laurens, investigador principal de la Escuela de Medicina de la
Universidad de Maryland, uno de los centros estadounidenses donde están más
avanzados los ensayos de la vacuna contra el coronavirus de Moderna
Therapeutics, admitió: «Sabemos de otras vacunas que han sido probadas en
poblaciones de personas con obesidad que estos individuos no responden tan bien
a estas vacunas».
«Mientras estamos desarrollando
una vacuna contra la COVID-19, reconocemos que podría no funcionar en todas las
poblaciones, incluyendo a aquellas que sufren obesidad. Por lo tanto, esa es
una preocupación», añadió el investigador.
Un estudio de la Universidad de
Carolina del Norte en Chapel Hill encontró que las personas con obesidad, con
un índice de masa corporal superior a 30, tienen un mayor riesgo de contraer el
coronavirus en todos los sentidos. Su riesgo de terminar en el hospital con
COVID-19 aumenta en un 113%, es más probable que ingresen en cuidados
intensivos (74%) y tengan un mayor riesgo de muerte (48%) por el virus.
El estudio está dirigido por el
profesor Barry Popkin, del departamento de nutrición de la Escuela Global de
Salud Pública de UNC Gillings, quien le dijo a The
Guardian que estaba impactado por los
hallazgos. El riesgo de morir de COVID-19 para las personas con obesidad fue
significativamente más alto de lo que nadie había pensado.
El estudio, publicado en la
revista Obesity Reviews, es un
metanálisis que reúne datos de muchos estudios realizados en todo el mundo,
incluidos Italia, Francia, Reino Unido, Estados Unidos y China. La obesidad es
un problema mundial que ningún país abordó con éxito hasta ahora.
Las personas con obesidad a menudo
tienen afecciones médicas subyacentes que las ponen en mayor riesgo de contraer
coronavirus, como enfermedades cardíacas y diabetes tipo 2. La obesidad puede
causar cambios metabólicos, como resistencia a la insulina e inflamación, que
dificultan que el cuerpo combata las infecciones.
«Todos estos factores pueden
influir en el metabolismo de las células inmunitarias, que determina cómo los
cuerpos responden a los patógenos, como el coronavirus SARS-CoV-2», dijo la
coautora, la profesora Melinda Beck. «Las personas con obesidad también son más
propensas a experimentar dolencias físicas que dificultan la lucha contra esta
enfermedad, como la apnea del sueño, que aumenta la hipertensión pulmonar, o un
índice de masa corporal que aumenta las dificultades con la intubación en un
entorno hospitalario». Cualquier vacuna
desarrollada para COVID-19 puede no funcionar tan bien en personas con
obesidad, coincidieron los autores.
«Sabemos que una vacuna COVID
tendrá un efecto positivo en las personas obesas, pero sospechamos de todo
nuestro conocimiento de las pruebas de la vacuna SARS y la vacuna contra la
gripe que tendrá un beneficio menor en comparación con las otras», dijo Popkin,
quien sugirió que los desarrolladores de vacunas deberían mirar los datos de
sus ensayos clínicos para ver el efecto de la obesidad, incluso cuando tienen
un beneficio general. «Quizás entonces tengan que considerar esto y hacer
algunas pruebas en la vacuna para que funcione mejor para las personas obesas».
Las dificultades causadas por los
encierros y la pérdida de ingresos para las personas en todo el mundo también
aumentan el riesgo de que las personas se vuelvan obesas, dijeron los autores. Si bien aún se están investigando
los mecanismos biológicos exactos por los que las personas con obesidad pueden
no responder de la manera esperada a la vacunación, los especialistas indican
que la inflamación crónica parece interferir con la respuesta inmune a las
vacunas, lo cual pone en una situación de mayor vulnerabilidad a quienes padece
obesidad frente a enfermedades prevenibles incluso tras la inmunización.
Según explicó la médica
especialista en Nutrición Mónica Katz, presidenta de la Sociedad Argentina de
Nutrición (SAN), la inquietud sobre la eficacia de la potencial vacuna contra
la COVID-19 en la población con obesidad surge a partir de dos conocimientos:
«El primero es que en otros casos las vacunas no funcionan de la misma manera
en personas con obesidad que en aquellas con peso normal» detalló.
«El segundo conocimiento es el
compromiso inmunológico que presenta quien padece obesidad, es decir, quien
tiene un índice de masa corporal de más de 30», añadió Katz, para luego
precisar el mecanismo subyacente: «El exceso de órgano adiposo -inflamado y
fibrosado-, que se presenta en quienes padecen obesidad, contribuye a la existencia
de adipocitos muy grandes, que de alguna manera son interpretados como un
cuerpo extraño, como si fueran un virus o una bacteria, por lo que el organismo
de la persona con obesidad los combate. Esta situación hace que, cuando de
verdad aparece un virus o una bacteria, es decir un patógeno externo, el
organismo tiene comprometido ya su sistema de defensa en una especie de estado
inflamatorio crónico».
En otras palabras, el poco efecto
que podría tener la potencial vacuna contra el coronavirus en las personas con
obesidad tiene que ver con el compromiso inmunológico que ya tienen de base por
su inflamación crónica -de leve a moderada-.
«La respuesta de anticuerpos y la
respuesta de la inmunidad innata -es decir la respuesta celular y la respuesta
humoral- ambas están comprometidas. Entonces, cuando se inyecta una vacuna por
la que se espera una respuesta inmunológica, ésta no va a suceder. De hecho,
hay antecedentes de mala respuesta a la vacuna de la gripe y a la vacuna de la
hepatitis», puntualizó Katz. BP
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