La OMS define a la hipersensibilidad electromagnética como la
intolerancia ambiental idiopática a las ondas electromagnéticas; es decir, que
se trata de un cuadro relacionado con la tecnología. La exposición a los campos
electromagnéticos derivados de los electrodomésticos como el horno de
microondas, las pantallas de computadoras y televisión y los dispositivos que
conectan a la red de wi-fi, además de las antenas de telefonía móvil, causa, en
algunas personas, síntomas de los más diversos, desde dolores de cabeza leves
hasta otras manifestaciones poco frecuentes y que varían en cada individuo.
Si bien aún no existen pruebas concluyentes, ya es tema de debate en el
Parlamento Europeo, y se estima que un 70% de los ciudadanos de la Unión
Europea cree que la exposición prolongada y el uso de celulares hacen daño. Las dolencias se
incrementaron en aquellas personas que comenzaron a hacer uso de estos
dispositivos durante la pandemia: la imperiosa necesidad se tradujo en el uso
indiscriminado de aparatos que emiten estas ondas electromagnéticas.
Los efectos nocivos en la salud debido a estas nuevas prácticas son de
diversa índole. Los más frecuentes son las relacionadas con las posturas poco
ergonómicas para trabajar y estudiar (también se incluye el tiempo de ocio) en
extensas jornadas frente a la computadora y a la pantalla del teléfono celular:
dolor de cabeza, cervicalgia, síndrome del túnel carpiano y fatiga visual.
A estos, se agregan los siguientes
síntomas:
· Irritabilidad.
· Falta de concentración.
· Síndrome de piernas inquietas.
· Alteración en el sueño.
· Acúfenos.
· Vértigo.
· Náuseas y vómitos.
· Distimia (una forma de depresión continua y a largo plazo).
La electrosensibilidad es investigada por muchos autores junto con la
sensibilidad química múltiple (SQM), que es una afección adquirida de evolución
crónica caracterizada por la presencia de síntomas de variada intensidad que
aparecen aun ante la exposición a bajos niveles de sustancias químicas que
ingresan por la vía olfatoria (los olores), por la vía digestiva (diferentes
alimentos) o por el contacto a través de la piel con distintas sustancias. La
electrosensibilidad y la hipersensibilidad química compartirían mecanismos subyacentes
comunes y, junto al síndrome de fatiga crónica y a la fibromialgia, formarían
parte de los síndromes de sensibilidad central. Expertos de la Sociedad Española del Síndrome de Sensibilidad Central lo
explican como una respuesta extrema de intolerancia del organismo a la acción
de los campos electromagnéticos.
El síndrome de sensibilidad central (SSC) integra un grupo de
enfermedades muy diversas, y todas tienen un factor común: la persona que
padece una, o más de una, presenta una alteración en la manera en la que su
organismo reacciona ante determinados estímulos. Su umbral sensitivo es bajo y se produce
una hipersensibilidad, que puede traducirse en múltiples manifestaciones para
las cuales no se encuentra una dolencia física que las justifique. El dolor y el cansancio inexplicable son síntomas
comunes, pero no los únicos, porque todo depende de qué estímulo, interno o
externo, genere esa sensibilización extrema, que tiene su origen en el propio
sistema nervioso central.
Es importante no confundirse y
saber que:
· No se trata de una enfermedad rara.
· No es una intoxicación.
· No es una alergia.
· Tampoco una enfermedad psiquiátrica.
Algunos de los síntomas supuestamente asociados a la hipersensibilidad
electromagnética más frecuentes son la fatiga, la dificultad para concentrarse,
además de náuseas y molestias digestivas.
La organización también destaca que la mayor incidencia del trastorno se
produciría en países como Dinamarca, Suecia y Alemania y, en menor medida,
Austria, el Reino Unido y Francia, con los países escandinavos en los primeros
lugares.
Si bien no la considera una enfermedad, la OMS sí indica que “los
síntomas son ciertamente reales y pueden variar mucho en su gravedad.
Cualquiera que sea su causa, el síndrome de hipersensibilidad electromagnética
puede ser un problema incapacitante para la persona afectada”. En la actualidad,
solo Suecia ha reconocido la electrosensibilidad como discapacidad en el año
2000.
Volviendo a estos tiempos de pandemia y al aumento del uso de
dispositivos electrónicos, el jefe del Servicio de Bioelectromagnética del
Hospital Universitario Ramón y Cajal, Alejandro Úbeda, explica que “actualmente
carecemos de los suficientes conocimientos sobre las causas de la
hipersensibilidad electromagnética como para realizar un diagnóstico preciso y
específico de este trastorno, pero la consulta se incrementa”. Según Úbeda, esta
sintomatología habitual en personas que se declaran electrosensibles “puede
aparecer repentina o paulatinamente” y, según la estadística, se corresponden
con insomnio (50-55% de los casos), dolor de cabeza (40-45%), fatiga (20-30%),
dificultad para concentrarse (15-30%) y nerviosismo (15-20%).
De hecho, el investigador especifica que algunos estudios indicaban que
alrededor del 5% de la población juvenil y adulta presentaba síntomas
atribuidos a este síndrome y que el 66% de los médicos declaraban haber
atendido, al menos una vez al año, a algún paciente con esta sintomatología.
En el mundo hay algunos lugares libres de ondas, gracias a la lucha de
agrupaciones de personas electrosensibles: Green Bank (en Estados Unidos) y
Arles (Francia) son algunos ejemplos. El investigador Alejandro Úbeda también
destaca que “reducir la exposición a las ondas mitiga o elimina los síntomas en
un 75% de los casos” y que “cambios en la dieta (70%) y el incremento de la
actividad física (60%) también han demostrado ser realmente útiles a la hora de
plantarle cara a la sensibilidad electromagnética”.
No se dispone de ningún tratamiento específico para este síndrome, por
lo que es imprescindible evitar la exposición repetida a los agentes
precipitantes, ya que el cuadro puede ser crónico y persistente, y reducir la
calidad de vida de las personas afectadas. SMC
No hay comentarios.:
Publicar un comentario