Unas 200 millones
de personas en todo el mundo viven con osteoporosis y la cifra se encuentra en constante
crecimiento. Se trata de una enfermedad que torna frágiles a los huesos, lo que
los hace más propensos a fracturas.
Afecta a ambos sexos, pero es más frecuente en las mujeres después de la
menopausia. Mantener el contacto con los especialistas y no abandonar el
tratamiento es fundamental para reducir riesgos en tiempos de pandemia. En
paralelo con las medidas de aislamiento y distanciamiento social dispuestas
para contener la propagación del coronavirus, creció el temor de la población a
concurrir a controles médicos por
enfermedades crónicas. La osteoporosis es una de ellas.
“Es imperioso
comprender que no se deben suspender o alterar los tiempos de administración de
los tratamientos para la osteoporosis. Es de suma importancia la comunicación fluida con
el profesional tratante para organizar la indicación y su continuidad”, afirma la osteóloga Alicia Bagur.
Las estadísticas
indican que una de cada 3 mujeres y uno de cada 5 hombres sufrirán una fractura por osteoporosis a lo largo de sus vidas. Las más frecuentes
son de cadera, vértebras, muñeca y húmero.
Bagur, que es
directora médica de Mautalen Salud e Investigación, subraya que para disminuir
el riesgo “deben respetarse los tratamientos crónicos para mitigar el impacto
de la enfermedad para que su efecto
perdure como fue planeado”.
El calcio y la vitamina D acompañan
a los tratamientos para osteoporosis, indicó. El primero es un aporte esencial
para los huesos. Se obtiene de los lácteos, espinaca, acelga, brócoli, frutos
secos y sésamo, entre otros. Mientras que la vitamina D protege huesos y
músculos, y dentro de sus efectos extra óseos también frente a infecciones
virales respiratorias.
El mayor aporte de
vitamina D es por su síntesis en la piel mediante la exposición al sol. Expertos
sugieren que unos pocos minutos de luz solar directamente sobre la piel de
la cara, brazos, espalda o piernas (sin protector solar) todos los días,
pueden producir en el cuerpo la vitamina D que el cuerpo necesita. Sin embargo,
la cantidad de vitamina D producida puede variar mucho de persona a persona. Y
debido a que la exposición al sol es el principal factor de riesgo para el cáncer de piel, no se recomienda pasar más de unos pocos minutos
sin protector. Hay pocos alimentos que contienen vitamina D, entre ellos,
pescados grasos (salmón, atún, caballa), yema de huevo, hongos y lácteos
fortificados. Tanto el calcio como la vitamina D pueden ser consumidos como
suplementos, que deben ser indicados por el profesional tratante.
En tanto, el tratamiento
farmacológico incluye a los bifosfonatos (alendronato, risedronato, ibandronato
y zoledronato), “que tienen un efecto prolongado en el hueso, pero otros
tratamientos como aquellos con denosumab y teriparatide lo pierden si se suspenden. Por lo tanto,
precisan de una aplicación regular y prolija, con una agenda consensuada con el
médico”, subraya Bagur.
“El retraso en la
dosis o la suspensión del tratamiento puede implicar pérdida de la masa ósea ganada,
aumento perjudicial del recambio óseo y, lo más importante, aumento en el
riesgo de fracturas”, advierte la médica. Y concluye que el objetivo
principal de la terapia es disminuir de 40 a 70% la probabilidad de fracturas.
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