Mártir, 30 de Julio
Elogio: En Cesarea de Capadocia, santa Julita,
mártir, que por haberse negado con firmeza a ofrecer incienso a los ídolos,
como se lo mandaba el juez, fue arrojada al fuego.
País: Turquía - †: c. 303
En los edictos
que promulgó contra los cristianos el emperador Diocleciano en el año 303, los
declaró infames ante la ley y los privó de la protección civil y de los
derechos de ciudadanía. Julita era una viuda de Cesarea de Capadocia que poseía
fincas, ganado, bienes y esclavos. Un potentado de la región se apoderó de una
porción considerable de sus posesiones y, para poder conservarlas, la acusó de
ser cristiana. El juez mandó traer incienso a la sala del juicio y ordenó a
Julita que ofreciese sacrificios a Júpiter. La santa respondió valientemente:
«Que mis estados se arruinen y caigan en manos ajenas, que mi cuerpo sea
descuartizado y pierda yo la vida antes que pronunciar una sola palabra que
pueda ofender al Dios que me ha creado. Si me arrebatáis los bajos bienes de
este mundo, ganaré en cambio el cielo». Entonces, el juez adjudicó al usurpador
los bienes que reclamaba injustamente, y condenó a Julita a la hoguera. La
santa avanzó valientemente hacia el fuego, pero, según parece, murió sofocada
por el humo, ya que los guardias retiraron su cadáver sin que hubiese sido
tocado por las llamas. Los cristianos sepultaron a la mártir. En una homilía
que pronunció alrededor del año 375, san Gregorio dijo, hablando del cuerpo de
la mártir: «Obtiene las bendiciones del cielo para el sitio en que reposa y
para los peregrinos que acuden a él... En el sitio en que fue sepultada esa
santa mujer brotó una fuente de agua dulce que conserva la salud a quienes
están sanos y la devuelve a quienes están enfermos, en tanto que todas las
otras fuentes son de agua salobre».
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