VER
¡Qué difícil es
que haya paz, unidad, armonía, perdón, reconciliación! Son constantes los
roces, los conflictos, las ofensas, los rechazos, tanto en familias como en
grupos, barrios, pueblos, partidos y organizaciones. Las heridas no cierran;
las cicatrices siguen punzantes; los recuerdos no se borran; las desconfianzas
generan distancias; el orgullo herido no perdona.
Cuando en una
familia, en una comunidad, en una parroquia, en un grupo, intentamos que todos
se entiendan, se escuchen, se respeten, que ya no se agredan, se perdonen y
sigan adelante, hay que tener mucha paciencia, pues son muchos los obstáculos,
muchas las piedras en el camino. Nadie quiere ceder. Todos quieren imponer su
criterio. En vez de encontrar los puntos de concordancia, se sacan a relucir
muchas cosas del pasado y no hay quien dé su brazo a torcer, porque el corazón
está cerrado. Se considera a los otros como los malos, los equivocados, los
perversos, los ofensores, los culpables. Nadie acepta tener errores o haberse
equivocado. Ceder en sus posturas, pareciera una derrota. Y a los que les
proponemos caminos de reconciliación, nos tachan de conformistas, que queremos
quedar bien con todos, que no somos fieles a una línea pastoral. Su verdad se
pone por encima del amor.
Y ahora que ya
están encima las luchas de los partidos por el poder, usando mil escaramuzas
para no violar las leyes electorales, ¡qué ferocidad para destrozarse unos a
otros! Se denuncian entre sí como corruptos, oportunistas y demagogos. Se hacen
alianzas para acabar con el otro, en vez de emplear todas sus capacidades en
hacer propuestas factibles para el bien común.
PENSAR
El Papa
Francisco, que se ha empeñado tanto en ayudar a las buenas relaciones entre
Cuba y Estados Unidos, entre judíos y palestinos, en Siria e Iraq, en Venezuela
y Colombia, afirmó en Azerbaiyán: “Que crezca la cultura de la paz, la
cual se nutre de una incesante disposición al diálogo y de la conciencia de que
no existe otra alternativa razonable que la continua y paciente búsqueda de
soluciones compartidas, mediante leales y constantes negociaciones. Es
particularmente importante en este tiempo testimoniar las propias ideas y la
propia concepción de la vida sin conculcar los derechos de los que tienen otras
concepciones o formas de ver. Que la armonía y la coexistencia pacífica
alimenten cada vez más la vida social y civil del país en sus múltiples
aspectos, asegurando a todos la posibilidad de aportar la propia contribución
al bien común. De este modo, se ahorrarán a los pueblos grandes sufrimientos y
doloras heridas, difíciles de curar” (2-X-2016).
Y en cuanto a
la búsqueda de la unidad entre las confesiones religiosas, dijo en ese
viaje: “No nos pongamos a discutir las cuestiones de doctrina; esto
dejémoslo a los teólogos. ¿Qué tenemos que hacer nosotros, el pueblo? Recemos
los unos por los otros. Esto es importantísimo. Y segundo, hacer cosas juntos.
Están los pobres. Trabajemos juntos con los pobres. Está este y este problema:
¿podemos afrontarlo juntos? Están los inmigrantes; hagamos algo juntos… Hagamos
algo bueno por los demás, juntos, esto podemos hacerlo. Y este es el camino del
ecumenismo. Comencemos a caminar juntos. Con buena voluntad, esto se puede
hacer. Se debe hacer. Hoy el ecumenismo se debe construir caminando juntos,
rezando los unos por los otros. Y que los teólogos sigan hablando entre ellos,
estudiando entre ellos. Creo que el único camino es el diálogo, el diálogo
sincero, sin cuestiones bajo cuerda, sincero, cara a cara… Entre los fieles de
distintas confesiones religiosas son posibles las relaciones cordiales, el
respeto y la cooperación con vistas al bien común. Que la fe en Dios sea fuente
de inspiración para la mutua comprensión, el respeto y la ayuda recíproca, en
favor del bien común de la sociedad”.
“Las religiones
nunca han de ser manipuladas y nunca pueden favorecer conflictos y
enfrentamientos… Ningún sincretismo conciliador, ni una apertura
diplomática, que dice sí a todo para evitar problemas, sino dialogar con los
demás y orar por todos: estos son nuestros medios para cambiar sus lanzas en
podaderas, para hacer surgir amor donde hay odio, y perdón donde hay ofensa,
para no cansarse de implorar y seguir los caminos de la paz”.
ACTUAR
Seamos constructores pacientes de paz, orando al Espíritu y
compartiendo nuestro corazón con quienes sufren los estragos de la violencia y
la división. Hagamos puentes, no más muros. FAE
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