La
identificación de una nueva variante del SARS-CoV-2 en Sudáfrica, caracterizada
por un gran número de mutaciones (55 en todo el genoma, 32 en la proteína S o
espícula) y el aumento vertiginoso de su incidencia relativa en esa población
ha disparado una vez más las alertas a escala mundial.
Varios
países han cerrado el tráfico aéreo con Sudáfrica y hay expertos que indican
que es “la variante más preocupante que hemos visto hasta la fecha”. La OMS la
ha elevado a la categoría de ‘variante preocupante’ y la ha designado con la
letra griega Ómicron.
Pero,
con los datos disponibles, ¿podemos aceptar la pertinencia de estas
afirmaciones?, ¿se basan en demostraciones o son conjeturas?, ¿cuándo podemos
definir una nueva variante como de preocupación y qué consecuencias tiene eso
sobre nuestra estrategia frente a la pandemia? Intentaré en los siguientes
párrafos arrojar un poco de luz sobre estos temas.
La
secuencia genómica de la variante Ómicron (linaje B.1.1.529 en el sistema
PANGO, o linaje 21K de NextStrain) muestra 55 mutaciones respecto al virus original de Wuhan, 32 de ellas
situadas en la proteína S o espícula, la más importante por su papel en la
infección de las células y la respuesta inmunitaria.
Muchas
de esas mutaciones se han detectado previamente en variantes de preocupación (VOCs) o de interés (VOIs) del
virus, como las mutaciones N501Y (presente en las VOCs alfa, beta y gamma), las
T95I, T478K y G142D (todas en delta), o se ha demostrado su papel en la
interacción con el receptor celular ACE2 (S477N, Q498R), o se encuentran en
regiones de unión de algunos anticuerpos (G339D, S371L, S373P, S375F).
Esta
acumulación de mutaciones con efectos conocidos ya es motivo de interés y
preocupación, pero todavía se tienen que realizar los experimentos adecuados
para demostrar sus efectos cuando se encuentran simultáneamente.
Los efectos de dos mutaciones no son siempre
aditivos y las interacciones
(epistasias en lenguaje técnico) pueden ser tanto en sentido positivo
(aumentando el efecto de cada una) como negativo (disminuyéndolo).
Hasta
que no dispongamos de resultados de laboratorio y de datos epidemiológicos y de
vigilancia genómica que nos demuestren una mayor transmisibilidad o mayores
posibilidades de escape frente a la respuesta inmunitaria no es razonable pasar
de vigilancia a alerta o, menos aún, a alarma.
La
razón esgrimida por la OMS para declararla como VOC es que puede estar asociada
a un mayor riesgo de infección, si bien no hay todavía información pública que
respalde esta afirmación.
Vigilancia genómica sudafricana
Sin
embargo, las señales de alerta se han disparado debido al rápido aumento de
casos detectados en Sudáfrica con esta variante. No es extraño que una nueva variante
se detecte en este país, uno de
los que tiene mejor sistema de vigilancia genómica del SARS-CoV-2 y
en el que, como en casi todos los países del continente africano, la vacunación
no ha progresado de la misma forma.
Gracias
a su vigilancia, rápidamente se obtuvo la secuencia del virus responsable de un
brote de Covid-19 observado en la provincia de Gauteng, en un momento con una
incidencia acumulada muy baja de la infección (alrededor de 10 casos por
100.000 habitantes). En esas circunstancias, cualquier variante asociada a un
brote alcanza rápidamente una alta frecuencia relativa, lo que puede indicar
una mayor transmisibilidad pero también que crece donde apenas había nada.
Si
la principal causa de alarma es la transmisibilidad, otras propiedades asociadas
a mutaciones en la espícula no dejan mucho lugar a la tranquilidad, como hemos
indicado previamente. De nuevo nos planteamos la pregunta de cómo surge un
virus con tantas mutaciones. La respuesta no es definitiva, pero la principal
sospecha es que ha evolucionado en
un paciente con un sistema inmunitario debilitado infectado durante
un periodo prolongado de tiempo, al cabo del cual se ha transmitido a otras
personas en una cadena que nos es desconocida por ahora.
¿Qué podemos hacer frente a
una nueva variante de preocupación?
Por el momento, tenemos las mismas herramientas que contra las
demás: vacunar, usar mascarillas, mantener
distancias, ventilar los recintos cerrados, es decir, reducir al máximo la exposición y circulación del
virus, aumentar la población inmunizada en todos los países del planeta,
limitando las oportunidades de que aparezcan nuevas mutaciones en el virus.
Aunque pensábamos que tras la variante delta sería difícil que aparecieran variantes de preocupación, la variante Ómicron nos ha vuelto a sorprender.
Con independencia de que tenga o no las graves consecuencias que justifican su declaración como VOC, es evidente que la evolución del SARS-CoV-2 puede seguir deparando sorpresas. Cuanto antes reduzcamos esas posibilidades, mejor para todos. FGC
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