Texto del
Evangelio (Lc 13,1-9): En aquel
tiempo, llegaron algunos que le contaron lo de los galileos, cuya sangre había
mezclado Pilato con la de sus sacrificios. Les respondió Jesús: «¿Pensáis que esos
galileos eran más pecadores que todos los demás galileos, porque han padecido
estas cosas? No, os lo aseguro; y si no os convertís, todos pereceréis del
mismo modo. O aquellos dieciocho sobre los que se desplomó la torre de Siloé
matándolos, ¿pensáis que eran más culpables que los demás hombres que habitaban
en Jerusalén? No, os lo aseguro; y si no os convertís, todos pereceréis del
mismo modo».
Les dijo esta
parábola: «Un hombre tenía plantada una higuera en su viña, y fue a buscar
fruto en ella y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: ‘Ya hace tres años
que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro; córtala; ¿para qué
va a cansar la tierra?’. Pero él le respondió: ‘Señor, déjala por este año
todavía y mientras tanto cavaré a su alrededor y echaré abono, por si da fruto
en adelante; y si no da, la cortas’».
«Fue a buscar fruto (...) y no lo
encontró»
Comentario:
+ Rev. D. Antoni ORIOL i Tataret (Vic, Barcelona, España)
Hoy, las palabras de Jesús nos invitan a meditar
sobre el inconveniente de la hipocresía: «Un hombre tenía plantada una higuera
en su viña, y fue a buscar fruto en ella y no lo encontró» (Lc 13,6). El hipócrita aparenta ser lo que no es. Esta mentira
llega a su cima al fingir virtud (aspecto moral) siendo vicioso, o devoción
(aspecto religioso) al buscarse uno mismo y sus propios intereses y no a Dios.
La hipocresía moral abunda en el mundo, la religiosa perjudica a la Iglesia.
Las invectivas de Jesús contra los escribas y
fariseos —más claras y directas en otros pasajes evangélicos— son terribles. No
podemos leer o escuchar lo que acabamos de leer o escuchar sin que estas
palabras nos lleguen al fondo del corazón, si realmente las hemos escuchado y
entendido.
Lo diré en plural personal, ya que todos
experimentamos la distancia entre lo que aparentamos ser y lo que somos de
veras. Lo somos los políticos cuando nos aprovechamos del país proclamando que
estamos a su servicio; los cuerpos de seguridad cuando protegemos a grupos
corruptos en nombre del orden público; el personal sanitario cuando suprimimos
vidas incipientes o terminales en nombre de la medicina; los medios de
comunicación social cuando falseamos las noticias y pervertimos al personal
diciendo que lo estamos divirtiendo; los administradores de los fondos públicos
cuando desviamos una parte de ellos hacia nuestros bolsillos (individuales o de
partido) y alardeamos de honestidad pública; los laicistas cuando impedimos la
dimensión pública de la religión en nombre de la libertad de conciencia; los
religiosos cuando vivimos de nuestras instituciones con infidelidad al espíritu
y a las exigencias de los fundadores; los sacerdotes cuando vivimos del altar
pero no servimos abnegadamente a nuestros feligreses con espíritu evangélico;
etc.
¡Ah!: y tú y yo también, en la medida en que
nuestra conciencia nos dice lo que tenemos que hacer y dejamos de hacerlo para
dedicarnos únicamente a ver la paja en el ojo ajeno sin querer darnos cuenta
siquiera de la viga que ciega el nuestro. ¿O no?
—Jesús, Salvador del mundo, ¡sálvanos de nuestras
pequeñas, medianas y grandes hipocresías!
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